Al canonizar a la Madre Teresa el domingo, el papa Francisco elevará a los altares a una monja admirada en el mundo y galardonada con el Premio Nobel de la Paz, por su dedicación jubilosa a los «más pobres entre los pobres».
Reconocerá la santidad de una mujer que se sentía tan abandonada de Dios que no podía rezar y a pesar de su sonrisa perenne decía sufrir los «tormentos del infierno».
Durante casi 50 años, la Madre Teresa padeció lo que la iglesia llama una «noche oscura del alma», un período de duda espiritual, desesperación y soledad que han conocido muchos grandes místicos, como su tocaya Santa Teresita del Niño Jesús. En el caso de la Madre Teresa, la noche oscura duró durante casi toda su vida adulta, algo prácticamente inédito.
Nadie sino sus guías espirituales y su obispo supieron de sus sufrimientos espirituales hasta que su correspondencia salió a la luz durante la causa de beatificación. Las cartas quedaron a disposición del público en general en el libro «Come Be My Light», publicado en 2007.
Para el reverendo Brian Kolodiejchuk, el sacerdote canadiense que publicó las cartas y promovió la causa de la canonización, las revelaciones fueron la confirmación adicional de las cualidades heroicas de la Madre teresa. Al canonizarla, dijo, el papa reconoce que ella compartía no solo la pobreza material de los pobres sino también la pobreza espiritual de quienes sienten «el desamor, el rechazo, el abandono».