Desde que se estableció una fecha y un objetivo, tanto individuos como agrupaciones comenzaron a anotarse como asistentes y a planificar, desde los más apartados rincones del país, su asistencia al histórico día
David Uzcátegui
Cuando escribimos estas líneas, nos encontrábamos en cuenta regresiva para la marcha del 1º de septiembre. Por lo tanto, es imposible conocer de antemano los resultados de esta gran jornada cívica para la cual los venezolanos nos hemos preparado por varias semanas.
Sin embargo, sea cual sea el desenlace de esta cita que está convocando a todos los ciudadanos, hay muchas consideraciones por hacer respecto al antes y al después de la misma.
La primera es que, como nunca, un llamado a manifestación tan activa como pacífica había calado de tal manera en la colectividad. Desde que se estableció una fecha y un objetivo, tanto individuos como agrupaciones comenzaron a anotarse como asistentes y a planificar, desde los más apartados rincones del país, su asistencia al histórico día.
Esto se debe, sin duda, a aquella vieja máxima que dice que nada es tan poderoso como una idea a la cual le ha llegado su momento. No se debe a que la dirigencia alternativa democrática haya generado una convocatoria y la gente la siga. Es exactamente lo contrario. Este liderazgo puso día, hora y lugar a una urgencia nacional que exigía manifestarse.
¿Cuál es esa urgencia? Pues sin duda es el reclamo unánime del pueblo ante las injustificables dilaciones que ha sufrido el proceso de convocatoria a un referendo revocatorio presidencial.
Estamos hablando de un derecho consagrado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, sancionada en 1999, casualmente bajo la figura de referendo, y que ya fuera ejercido tiempo atrás en 2004 a la mitad del mandato del hoy fallecido expresidente Hugo Chávez.
Cabe preguntar a las autoridades que presumen de tener el mejor sistema electoral de mundo, por qué el proceso va a paso de cualquier cosa, menos de vencedores.
Recordemos que cuando atravesamos la compleja circunstancia del fallecimiento de Chávez, el organismo comicial organizó en tiempo récord unas elecciones presidenciales. Es decir, sí es posible. Por ello, entre otras causas, es que la gente se pregunta el por qué de la demora y esa es leña que se suma al fuego de las injusticias que motorizan a la venezolanidad a manifestarse en Caracas.
Y los resultados han venido viéndose en el transcurrir de los días, desde que se anunció la fecha. Las movilizaciones de personas y grupos comenzaron hace varios días, viéndose incluso emblemáticos individuos y agrupaciones que han hecho noticia en su trayecto a Caracas. Miembros del clero, agrupaciones de indígenas, personas con discapacidad, entre muchos otros.
Hemos conocido reiteradas informaciones de autoridades complicando el avance de manifestantes hacia la capital. Lamentamos tener que ver a funcionarios colocándose en la acera contraria a la voluntad de la mayoría del pueblo.
Es un triste espectáculo observar cómo las fuerzas que deberían estar destinadas a garantizar el orden público se despliegan en contra de una población civil pacífica que no ha mostrado indicio de violencia y que está motorizada en su reclamo por un legítimo e incontenible hartazgo, el cual es consecuencia del nefasto manejo del país.
Si son muchas las cosas que se encuentran hoy fuera de lugar en Venezuela, esta es quizá una de las más lamentables, una de las que peor hablan de quienes pretenden continuar en el poder dándole la espalda a las necesidades de quienes los pusieron allí.
La fecha de la protesta llegó muy rápido, incluso para aquellos que alegaron que quedaba demasiado lejana. Ahora se ve que la convocatoria con varias semanas de antelación no solamente fue prudente sino también necesaria desde el punto de vista organizativo y para generar la masa crítica que ha puesto los ojos del mundo sobre esta fecha y este país.
Desde antes del día clave, el resultado estaba cantado. La gente sale a la calle mayoritariamente y con pasión, no solo por elemental sentido de justicia; sino porque padecen en carne propia y las más elementales e injustificables carencias, teniendo como telón de fondo una administración tozudamente negada a rectificar.
El resultado no es difícil de leer: los venezolanos unidos como Fuenteovejuna, todos a una, clamando por un cambio y por la vía legal y pacífica para concretarlo. Ya es así desde la convocatoria a la primera recolección de firmas, cuya meta fue superada por mucho, a pesar de las innumerables complicaciones y obstáculos. Esperemos que cuando usted lea estas líneas, ya tengamos fecha para la recolección de las firmas del 20 % del padrón electoral.
Y así seguiremos los venezolanos: superando exigencias y contratiempos, hasta que se comprenda que un tiempo histórico pasó y estamos en otro distinto. Y que se entienda también que intentar contener lo incontenible es solamente un ejercicio inútil que posterga pero no anula la voluntad de la gente.
EPÍGRAFE
“Cuando atravesamos la compleja circunstancia del fallecimiento de Chávez, el organismo comicial organizó en tiempo récord unas elecciones presidenciales…”