Para Juan Pablo II, gran admirador de la labor de la monja hindú, a quien recibió varias veces en el Vaticano y encontró durante sus viajes, no había duda de la santidad de la pequeña monja
La madre Teresa de Calcuta será canonizada en el Vaticano y se convertirá así en la santa «de los más pobres entre los pobres», pero el proceso para subir a los altares ha revelado su profunda lucha interior al sentirse abandonada por Dios.
Una canonización que llega 19 años después de su muerte en 1997, aunque para muchos la madre Teresa es uno de los ejemplos de lo que fue ser una santa en la vida, informó Efe.
El vicario general del papa para la ciudad del Vaticano y arcipreste de la basílica de San Pietro, Angelo Comastri, que mantuvo una gran amistad con la madre Teresa, cuenta en su reciente libro «He conocido una santa» no sólo la vida entregada a los pobres de la religiosa sino también su profunda lucha interior en los momentos en los que se sintió alejada de Dios.
La madre Teresa lo llamaba «la noche de la fe» y así se refleja en las cartas y escritos que dejó la monja y que ya salieron a relucir durante la causa de beatificación.
Comastri explicó en una reciente entrevista a la página especializada en información vaticana «Vaticaninsider» que ante estos «silencios de Dios», la madre Teresa «reaccionó intensificando la oración y multiplicando las obras de caridad. Rezando, luchaba contra la oscuridad; y multiplicando la caridad se encontraba entre los brazos de Dios, que es amor».
«Esta es la respuesta de los santos: la obediencia confiada a la voluntad del Señor», agregó.
Por su parte, Joaquín Navarro-Valls, el histórico portavoz de Juan Pablo II, quien trató a la futura santa en numerosas ocasiones, explicó que un día preguntó a la religiosa «qué le diría a una monja que quisiera abandonar su camino vocacional».
«Su respuesta fue inmediata: ‘Le diría: no tengas miedo, ahora estás con tu Esposo en su pasión, en el Huerto de los Olivos, pero ¡sigue adelante y no te rindas!’, escribió Navarro Valls en un reciente artículo publicado en el portal de información religiosa «Iglesia en directo».
Y añadía: «entonces no podía imaginar que quizá era esta la frase que se decía a sí misma en los momentos de su aridez interior, durante tantos años».
Sin embargo, para Navarro Valls, estos momentos son fenómenos conocidos en la vida de todos los místicos, «momentos de gran aridez y de desolación profunda, pero que todo esto no es señal de falta de fe, sino del normal -en su caso quizá heroico- sacrificio al que uno se enfrenta cuando trata de vivir coherente y profundamente los propios compromisos y las propias decisiones».
Para Juan Pablo II, gran admirador de la labor de la madre Teresa de Calcuta, a quien recibió varias veces en el Vaticano y encontró durante sus viajes, no había duda de la santidad de la pequeña monja.
Fue él quien en diciembre 2002 aceleró el proceso de beatificación de la monja al promulgar en una misma sesión los decretos por los que se reconocían las virtudes heroicas y un milagro por la intercesión de la religiosa.
Tras trece años más de proceso, tocaba a Francisco firmar el pasado diciembre el decreto en el que se reconocía el milagro para la canonización de la madre Teresa de Calcuta.
Francisco la conoció
También Francisco había conocido a la monja, premio Nóbel de la Paz en 1979, durante el Sínodo de 1994 y en su viaje en septiembre de 2014 a Albania relató: «Estaba sentada justo detrás de mí durante los trabajos. Admiré su fuerza, la decisión de sus intervenciones, sin dejarse impresionar por la asamblea de los obispos. Decía lo que quería decir».
Al papa que ha pedido una Iglesia para los pobres y que ha decidido celebrar un Año Santo sobre la misericordia, no podía olvidarse de hacer santa a la madre Teresa, que como solía repetir siempre «se ocupaba de los más pobres entre los pobres».