Este teatrero venezolano no ha cumplido 24 años y ya aparece como una esperanza para las artes escénicas criollas
Graciela Clemente y Alexander Malinowski se quedaron solos hace 14 años. Ella sacó adelante a su hijo único, quien ahora es algo más un promisorio teatrero, porque ha demostrado talento para dirigir ambiciosos espectáculos y además es el director más joven del Segundo Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense y lo demuestra con su montaje Fabulación, basado en la pieza de Lynn Nottage (Nueva York,1964). Este venezolano ya ha demostrado que es algo más que una esperanza blanca.
Un hobby vacacional
Alexander de verbo rápido y castizo dice:
–Mi mamá es peluquera, y cuando comencé en esto del teatro ella pensó que solo era un hobby vacacional. Cuando se dio cuenta de lo serio que me lo estaba tomando, no lo aprobó al principio, pero luego entendió lo que significaba para mí y ahora es mi mayor apoyo. Es la mejor mamá del mundo, además soy hijo único. Mi papá se llamaba Czeslaw Malinowski. Aunque mi apellido es de origen polaco, él nació en Alemania y llegó a Venezuela con cuatro añitos, huyendo, con mis abuelos, de la Segunda Guerra Mundial. Tengo 23 años, cumplo 24 en septiembre.
–¿Qué hace ahora?
–Estudio Artes en la Universidad Central de Venezuela y voy por el octavo semestre. Y, además, estudio un TSU en Emergencias Prehospitalarias. Sé que suena loquísimo, pero lo hago en Los Teques. Mi otra pasión en la vida es la medicina. Y me siento agradecido de poder desarrollarme en ambas. Aunque el teatro es mi prioridad.
–¿Por qué el teatro?
–El teatro, aunque suene a cliché, me salvó. Mi padre falleció cuando yo tenía diez años y eso me sumergió en un limbo existencial; a mi corta edad sentía que había perdido mi guía y a mi héroe. Lo intenté todo, deportes, cursos de computación, aprendí hablar inglés, pintura, música, y nada me satisfacía. Cuando llegué al teatro como una última y descabellada opción, fue una bendición. Solo espero del teatro que me permita devolverle aunque sea un poco de lo mucho que él me ha otorgado a mí. A los 12 años me inscribí en un taller vacacional de teatro infantil y aunque en principio me fue bastante mal, porque sentía que no tenía lo necesario, me sentí tan cautivado por la magia que viví que nunca me separé del teatro hasta ahora. He tenido grandes personas a mi lado que admiro, respeto, y que me han enseñado muchísimo del teatro e incluso de la vida. Principalmente Xiomara Moreno, Orlando Arocha y Diana Volpe. También he tenido la oportunidad de formarme con maestros como Javier Moreno, Levy Russel, Diana Peñalver, Matilda Corral, Jennifer Morales, Francis Rueda y Santiago Sánchez, estoy muy agradecido de ellos y espero no hacerlos quedar mal, jamás.
–¿Cómo llegó Fabulación a sus manos?
–Fabulación llega a mis manos porque yo el año pasado hice el Taller Superior de Puesta en Escena que ofrece La Caja de Fósforos, dictado por Orlando Arocha. En ese taller nosotros tuvimos que leer 14 piezas de teatro como una de las muchas asignaciones, y entre ellas estaba Fabulación. Yo me enamoré del texto y lo elegí para hacer mi evaluación final del taller, una muestra de 20 minutos de la obra. A raíz de allí, Orlando Arocha y Diana Volpe, que son los organizadores del Festival de Teatro Contemporáneo Estadounidense, me confiaron la enorme responsabilidad de montar la obra completa para cerrar el festival. No conocía a Lynn Nottage antes de enfrentarme con este texto. Ahora me muero por leer todas sus piezas, me parece una dramaturga excesivamente inteligente y precisa.
–¿Cómo ha sido ese trabajo hasta llegar al espectáculo?
–Fue un proceso muy duro porque es la primera vez que me enfrento a una pieza tan grande como director. Un elenco grande, con varios actores de mucha experiencia a quienes he admirado durante mucho tiempo, y una obra tan delicada por la cantidad de personajes y de espacios escénicos. Todo un reto. Pero la armonía que respiramos como equipo fue maravillosa desde el primer momento, desde los actores, el productor, la asistente, la coach vocal, el coreógrafo …todos. Todo fluyó bien y no puedo estar más feliz y agradecido.
–¿Proyectos?
–Estoy en proceso de pre-producción de Edipo Rey, de Sófocles, que me gustaría inscribir para participar en el Festival de Jóvenes Directores del Trasnocho. No puedo decir más porque es un proyecto que está comenzando a cocinarse. Tengo 23 años, cumplo 24 ahorita en septiembre, soy el director más joven del Festival. Mi plan es seguir dirigiendo, mejorar y aprender todo lo que pueda. También actúo y soy iluminador, formado por Gerónimo Reyes. Seguir haciendo teatro es lo que quiero y por lo que estoy trabajando. Aún creo que hay muchísimo que hacer en este país, mi país.
-¿Qué es Fabulación?
–Pasa con todas las piezas que componen este Festival. La dramaturgia norteamericana contemporánea tiene la particularidad de ser extremadamente incisiva. Ellos tienen la capacidad de burlarse de su propio sistema y de exponer sus vísceras. Esta obra utiliza el personaje de Undine, para hablar sobre una estructura social en putrefacción. La obra es muy específica en cuanto a tiempo y espacio, pero el tema es universal. Cuaja perfectamente en cualquier sociedad, y en nuestro país, con la situación actual, cae como anillo al dedo. Los venezolanos ya tenemos 17 años viviendo en una fabulación cada vez más rebuscada. ¿Cómo no identificar la tragedia del personaje protagónico con nuestro día a día? Imposible. Este tipo de dramaturgia es muy particular, pero creo que tenemos autores venezolanos que conectan con este mismo sentir desde una técnica distinta. El humor oscuro e inteligente de Lynn Nottage me recuerda por momentos a Cabrujas, Xiomara, Chalbaud e incluso a Fernando Azpúrua.
COLUMNA EL ESPECTADOR / E.A. Moreno-Uribe