«No os entreguéis por demasiado a la ira; una ira prolongada engendra odio».
Ovidio
En una corta conversación con un furibundo opositor, a quien conocí hace muchos años en su negocio cuando simpatizaba con la izquierda, e incluso leía algunas revistas del campo socialista, ¡me sorprendió! no por su rechazo al gobierno, sino por el vocabulario tan soez. Él era una persona muy educada, y jovial. En el intercambio de palabras hablaba con tanta alteración, que algunos transeúntes se quedaban mirando. Se me ocurrió preguntarle, con cierta prudencia: ¿por qué tanto odio? Respondió, como si estaba desahogándose de una traición amorosa: ¡estoy arruinado por culpa del gobierno!
Me despedí dándole la mano con cierto recelo por su actitud no muy pacífica, para finalmente escucharle dos palabras, muy serio: ¡hasta luego! La expresión del rostro me dejó la sensación de una persona totalmente transformada; parecía un actor de televisión, haciendo el papel de malo en una de tantas «teleculebras» proyectadas en los canales privados con libretos repetidos. Toda la alegría, y sonrisa, con el trato muy comunicativo que lo distinguía en cada conversación, desapareció por completo; carga un odio encendido contra todos los seguidores del proceso venezolano; no deja de culpar al fallecido comandante Chávez, y al presidente Nicolás Maduro por todos los males que lo golpean, sin acordarse del pasado, cuando derrochaba, dándosela de rico, queriendo aparentar lo que no tenía.
El corto intercambio de palabras,se lo comenté a un viejo camarada, haciéndole ver la peligrosa actitud asumida por un grupo de personas de la derecha, sin importarles las consecuencias. Dio su opinión, muy valiosa; un punto de comparación entre el pasado y presente político de nuestro país: «Mire compañero, en mi época, nunca le escuche a ningún militante de la izquierda maldecir y odiar a los presidentes de la llamada ‘cuarta república’, como lo vienen haciendo algunos seguidores de la MUD; aun cuando en aquellos tiempos los atropellos eran a diario; la violación de los derechos humanos no cesaba, y los cargos públicos, ¡todos!, ¡absolutamente todos!, eran para los dirigentes de los partidos AD y Copei». Hizo una breve pausa, para finalizar con una verdad, sin discusión: “¿Cuántos adecos y copeyanos se han beneficiado de este gobierno?”
Después de escuchar esa lección, me puse a pensar sobre el odio trasmitido a un sector importante de la población a través de los medios de comunicación, para después inundar las llamadas redes sociales. Hace poco un señor, fugitivo de la justicia venezolana, «vomitó» en una entrevista, con la no menos opositora: la periodista Patricia Poleo, la siguiente expresión: «Los chavistas son peor que cualquier azote de barrio». Ese mensaje no va directamente a los chavistas; el objetivo, principalmente, es la población que simpatiza con ellos, para tratar de controlarle el cerebro, hasta llevarlos a odiarlos, y en muchos casos a sus familiares, si tienen alguna relación con el proceso venezolano. Ese «bombardeo» constante, por demás irracional, es parte de la llamada «guerra de cuarta generación», convirtiendo el odio en una «arma» muy peligrosa.
Hace algunos años, el comandante Fidel Castro alertaba: «Los medios de información masiva, el monopolio de muchos recursos técnicos, y los cuantiosos fondos destinados a engañar y embrutecer a las masas, constituyen sin duda obstáculos considerables, pero no invencibles”.
La tarea primordial es vencer la violencia verbal, venga de donde venga, para frenar a los incendiarios, que siguen atizando la guerra. En nuestro país se han dado casos con muertos; precisamente por mensajes incitando a matar; el odio visceral, enceguece a las personas: lamentablemente la derecha está enseñando ese sentimiento muy negativo; totalmente contrario a la anhelada paz.
Narciso Torrealba
aporrea.org