Debemos despejar el horizonte para que, a partir del 2020, el sol de la victoria alumbre para siempre a nuestros pueblos en una región de paz y prosperidad
El título de este artículo lo tomo del discurso de la Presidenta de la Asamblea Nacional de nuestra hermana República del Ecuador, compañera Gabriela Rivadeneira, en el marco del III Encuentro Latinoamericano Progresista (Elap) celebrado en Quito. En el mismo ella expresó que la década ganada por nuestros pueblos hoy estaba en disputa con las fuerzas de la restauración conservadora, lo cual nos obligaba a luchar por el porvenir.
Ciertamente, la tercera década de este siglo, 2020-2030, coincide con el bicentenario de las grandes batallas por nuestra Independencia, donde unidos los pueblos suramericanos nos ganamos el derecho a tener patria. Boyacá (1819), Carabobo (1821), Pichincha (1822), Junín (1824) y Ayacucho (1824) se convierten en referencia histórica que nos deben alentar a las fuerzas populares de izquierda, progresistas o socialistas, a convertir esa década por venir en el tiempo histórico donde consolidemos, ahora sí, de manera irreversible, la unión suramericana sobre la base de los principios de independencia y soberanía; erradicación de la pobreza y profundización de la igualdad social; democratización política y económica; reafirmación de nuestra diversidad cultural y de género; preservación del ambiente y explotación racional y soberana de nuestros recursos.
Para ello, en esta década en disputa debemos defender lo logrado; corregir las fallas que hemos tenido en el ejercicio de los gobiernos populares; construir una relación transparente entre el Estado y los actores de la economía privada, deslastrándonos del concierto de corrupción, heredado de los regímenes oligárquicos, entre funcionarios, banqueros y empresarios mafiosos que tanto daño moral han hecho a los gobiernos democráticos populares de nuestra América; seguir avanzando en la democratización de nuestras sociedades, más poder para el pueblo, menos para las élites de cualquier signo; fortalecer y dar cuerpo a la nueva institucionalidad de la integración, Alba, Unasur, Celac, Banco del Sur, Telesur; protegernos mutuamente frente a la agresión del proyecto imperialista de restitución de las élites neoconservadoras. Sobre todos estos temas debatimos en Ecuador, esta semana que pasó, los partidos, movimientos y dirigentes revolucionarios de nuestro continente.
Debemos despejar el horizonte para que a partir del 2020, el sol de la victoria alumbre para siempre a nuestros pueblos en una región de paz y prosperidad. En Ayacucho, todos nuestros pueblos, con los libertadores y las libertadoras al frente, nos dieron patria, la misma que en el camino las oligarquías entregaron a otros imperios.
En 2024, de nuevo en Ayacucho, debemos encontrarnos los pueblos suramericanos con el viento a favor rumbo al 2030, cuando se conmemoran los 200 años de la muerte de nuestro Libertador. En ese tiempo, como se lo imaginaba nuestro comandante Chávez, podremos rendirle cuentas a Bolívar, unidos, prósperos y libres, exclamando: ¡Padre, no araste en el mar!
Al chavismo, esta fuerza bolivariana y socialista de hombres, mujeres, jóvenes, trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, indígenas, comuneros y comuneras, militares patriotas y de estudiantes nos toca una alta cuota de responsabilidad en la construcción del porvenir.
Para lograrlo debemos hacer política, como nos convocaba la valiente compañera Cristina Fernández en el referido encuentro progresista. Ella expresaba que hacer política era organizar, construir, rectificar, movilizar y sobre todo convencer a los hombres y mujeres del pueblo que no son militantes de que nuestro proyecto democrático popular es su proyecto. Dios mediante, pueblo mediante, así será.
Elías Jaua Milano