La última modalidad de la dictadura constitucional del siglo XXI reside en el control de la opinión pública, lo que altera la equidad de los procesos electorales, desnaturalizando el principio de un ciudadano un voto
La dictadura constitucional tiene un largo recorrido en las ciencias políticas. Su origen se remonta al derecho romano, cuando se nombraba a un dictador para realizar una tarea específica y una vez que la misma era ejecutada su mandato concluía.
Esta forma de gobierno era un medio para mantener el régimen republicano y no conducía a una usurpación del poder. Cada vez que los mandatarios se alejaban de Montesquieu y se acercaban a LuIs XIV, «el Estado soy yo”, aparecía la genuina propuesta de Nicolás Maquiavelo sobre un modelo de gobierno mixto en el que se mantuviera vigente un prototipo republicano que permitiera que, en situaciones de peligro, los distintos grupos de la sociedad fueran contrapesos entre ellos mismos, impidiendo la prevalencia de unos sobre otros
En el planteamiento de Maquiavelo se propone que para afrontar los incidentes que pongan en peligro la salud de la patria o la gloria del Estado, ha de prevalecer una dictadura constitucional como remedio temporal.
El filósofo italiano admiró la autocracia como institución republicana y constitucional, encaminada a brindar protección al régimen y a las libertades ciudadanas de cara a las más graves amenazas internas y externas. Maquiavelo sostuvo que la autoridad dictatorial era benéfica para la república romana, porque se hallaba sujeta a límites severos, los cuales consistían en que el autócrata estaba impedido de actuar en detrimento del Estado, no podía arrebatar la autoridad al Parlamento, ni tampoco anular o reemplazar la Constitución.
Conocedores del derecho constitucional, señalan que este modelo de gobierno adquiere una mayor definición con Carl Schmitt, quien analiza la situación alemana de principios del siglo XX. Este ideólogo la designa como la concentración del poder en un centro de decisión único, con la finalidad de fundar un régimen político, insertado en la legalidad democrática, que sin salirse de esta legalidad degrada considerablemente la calidad de la misma.
La dictadura constitucional del siglo XXI conserva rasgos de la del siglo XX, pero introduciendo nuevas modalidades. En algunos países, quienes están en el poder, señalan a todo adversario como enemigo. Destacan la “amenaza” que significaría la victoria de la oposición. Coexiste una legalidad democrática precaria con la apelación a la democracia plebiscitaría que pretende establecer, un camino y un pensamiento único.
Los procedimientos democráticos son menospreciados, se excluye a la minoría o la mayoría según el caso. Se busca consolidar un Estado controlado por una persona, un partido o una junta militar de pocos miembros, que generalmente establece un gobierno de facto con propensión a ejercer arbitrariamente el mando en beneficio de la minoría que la sustenta y la imposibilidad de que la oposición llegue al poder por medios institucionales.
La última modalidad de la dictadura constitucional del siglo XXI, ajena a los planteamientos de Nicolás, reside en el control de la opinión pública, esto altera la equidad de los procesos electorales, desnaturalizando el principio de un ciudadano un voto. Con estas actitudes tan viles, se trunca la alternancia en el poder y se garantiza la continuidad de los mandones.