La Organización de Naciones Unidas destacó que el Día Internacional de la No Violencia, que se celebra todos los 2 de octubre a nivel mundial, representa una ocasión para esparcir el mensaje de la paz a través de la educación y la conciencia pública
“Solo quiero que el último hijo que me queda se mantenga con vida. No pido venganza por esto, quiero paz; quiero que las madres nos organicemos y logremos ver a nuestros hijos crecer”, gritó una madre del barrio Catuche, en Caracas, mientras lloraba y recogía el cuerpo de su segundo hijo asesinado.
Aunque parezca mentira, fue así como nació el proyecto de convivencia de este barrio que se encontraba aferrado a la guerra por enfrentamientos entre dos bandas (La Quinta y Portillo), con asesinatos diarios, madres destrozadas por la pérdida de hasta cuatro hijos y el profundo miedo con el que ya se estaban acostumbrando a vivir sus habitantes. Siete años después de este hecho, gracias al arduo trabajo en equipo y entendiendo que la violencia no se combate con violencia, no ha habido una muerte más en el sector.
Catuche es la comunidad que se aprecia desde la Avenida Baralt arriba, adyacente a La Pastora. Un enorme conglomerado de viviendas, como tantos que hay en Caracas y en Venezuela en general, que fueron construidas de forma improvisada y cuyas calles azarosas se fueron densificando con el pasar del tiempo.
Manuel Llorens, investigador y psicólogo, resalta que las madres de ambos sectores decidieron organizarse para negociar con las bandas armadas y así lograr una tregua muy significativa. “Los acuerdos iniciales se hicieron entre madres y jóvenes de ambos sectores por la preocupación y el miedo que sentían por sus hijos implicados o posibles víctimas de los actos vandálicos. Al principio fue sumamente difícil, ya que se trataba de bandas enfrentadas durante años, pero había algo que unía a la comunidad: las ganas de tomar medidas para poder lograr disminuir la violencia”, dijo. Agregó que estos acuerdos, luego de ser aprobados en asamblea con los dos sectores, recibió el compromiso de los jóvenes y su apoyo fue decisivo. Uno de los acuerdos, por ejemplo, fue no provocar con señas a sus rivales. Tampoco podían hacerlo a través de yesqueros, linternas o luces láser, pues, por lo general, esto acababa en tiroteos. Por otro lado, los vecinos recuperarían la libre circulación por los sectores y los jóvenes debían evitar las provocaciones mutuas sin traspasar las fronteras en horas de la noche.
En el Manual de acuerdos comunitarios de convivencia ante la violencia armada, que se centró en el caso Catuche, se informa que tanto hombres como mujeres acordaron que las molestias debían canalizarse a través de las comisiones, pues serviría como una instancia de contención. Se explica además que nadie debía mostrar y amenazar de nuevo con un arma, ya que quien incumpliera lo establecido en el pacto sería llamado y confrontado en la comisión, y en último término podría ser denunciado en bloque por ambas comisiones. Conjuntamente, las mujeres y las coordinadoras de Fe y Alegría diseñaron un modo de funcionar: acordaron que las comisiones se reunirían cada 8 días, cada quien en su sector por separado, y luego las dos comisiones se reunirían una vez al mes. “Si había una emergencia, se reunirían inmediatamente”, se resalta.
¿Violencia contra violencia?
Amnistía Internacional ha manifestado su preocupación al informar que, cada día, miles de personas son víctimas de homicidio, resultan heridas o se ven obligadas a abandonar sus hogares a causa de actos de violencia que no necesariamente están vinculados a conflictos armados, pero que tienen una incidencia desastrosamente similar.
Lamentablemente, hay Estados que han decidido afrontar la violencia con medidas y respuestas exactamente iguales a la problemática, desplegando fuerzas de choque, muchas veces militares, que, además de prestarse a una cantidad inaudita de violaciones a los derechos humanos -con ejecuciones extrajudiciales, muchas veces de personas inocentes, allanamientos sin ton ni son y desalojos forzosos- lejos de dar buenos resultados ha empeorado la situación, como en el caso de Honduras, donde la llamada “mano dura” solo logró conseguir que las bandas criminales se organizaran entre ellas y controlaran aún más los territorios. En Venezuela la misma amenaza se cierne sobre la población ante las llamadas OLP.
En este sentido, Llorens señala como claro ejemplo la labor de Catuche, ya que las madres pudieron haber implementado la fuerza con sus hijos o haber pedido fuerzas de seguridad para que de manera brutal tomaran acciones en los sectores; no obstante, ellas decidieron dialogar, trabajar y ofrecerles a los jóvenes medidas llenas de credibilidad, para así tener la máxima aprobación de compromiso tras notar que el plan de convivencia se trataba de dejar a un lado, sin miedos secundarios, la violencia. Un plan similar de acción se tomó en Nicaragua por parte del Estado, cuyas autoridades trabajaron de cerca con las comunidades, y lograron que el país centroamericano, a pesar de estar ubicado en una de las regiones más violentas del mundo, tuviese una de las tasas de homicidios más bajas, no solo de América, sino similares a las de países europeos.
No obstante, la experiencia de Catuche no deja de ser más que un proyecto comunitario, en el cual el Estado no brindó ningún tipo de apoyo, a diferencia de lo que pasó en Nicaragua. Para que un proyecto así pueda contar con repercusiones en el ámbito nacional, es necesario que las autoridades se desplieguen de manera preventiva, trabajando con las comunidades, y destinando recursos para ello, de manera que puedan tener una presencia civil con centros comunitarios como el que Fe y Alegría tiene en Catuche y que sirvió de catalizador para poder reunir a las personas y tener su confianza.
Control de armas
No hay armas únicamente en los campos de batalla, en los cuarteles militares o en las cárceles, pues muy a menudo acaban en las calles alimentando la violencia en las comunidades. “El 75 % de las muertes por violencia armada no se producen en situaciones de conflicto, pues en lugares como América Central, la violencia intrafamiliar y los homicidios de mujeres se cometen frecuentemente con armas pequeñas compradas en el mercado negro”, señala Amnistía Internacional.
“Las normas del Tratado de Comercio de Armas son sencillas: si un país sabe que las armas que se van a vender se utilizarán para cometer genocidio, crímenes de lesa humanidad o crímenes de guerra debe detener su transferencia”, informa la organización, resaltando que este tratado nos ofrece las normas básicas esenciales para el comercio internacional de armas.
En este sentido, todos los Estados que han firmado el tratado deben ahora respetar unas estrictas normas sobre las transferencias internacionales de armas. Esta obligación contribuirá por fin a reducir el flujo de armas que alimentan sangrientos conflictos, atrocidades y represión estatal en todo el mundo. Sin embargo, hay países como Venezuela y Cuba, que aún no se comprometen con el control de armas.
Amnistía Internacional le ha pedido a los gobiernos verdaderamente dispuestos a poner fin a los abusos que ratifiquen el TCA, crear leyes nacionales o modificar las existentes para incorporar las normas del TCA, y aplicar esas leyes de manera efectiva.
Por un día sin muertes violentas
El 2 de octubre, Día Internacional de la No Violencia, Naciones Unidas señaló la fecha como una ocasión para esparcir el mensaje de la paz a través de la educación y la conciencia pública. En este sentido, Amnistía Internacional extendió la invitación a todas las personas que sueñan con un día de cero muertes violentas para que actúen enviando mensajes por redes sociales con la etiqueta #24CERO.
Con unión y diálogo se puede alcanzar la paz en los barriops; las madres de Catuche lo lograron, dejando un mensaje claro al mundo: “la mejor herramienta de paz es el diálogo, el trabajo en equipo y, por supuesto, la convivencia”.
Yaridbell Licón
Agencia AIVEN
Tomado de www.oximity.com