Del tradicional modelo de “bola de billar” o “caja negra” de la política internacional, se está pasando a un modelo de telaraña de múltiples relaciones más allá de la diplomacia entre las naciones
Desde la firma de la paz de Westfalia en 1648 -consecuencia de la Guerra de los Treinta Años-, hasta la II Guerra Mundial, los Estado-nación operaron como los principales actores de las Relaciones Internacionales. Con el fin de la segunda postguerra, el actor Estado-nación siguió jugando papel de suma importancia en la arena internacional, pero con el acompañamiento de organismos internacionales de diversos tipos, algunos incluso que trascienden los Estados, desde los típicamente económicos, pasando por los políticos y llegando a los relacionados con los derechos humanos, la lucha por la paz y los vinculados con el deporte.
Hoy en día, era de la globalización y/o mundialización, se encuentran otros actores como las transnacionales, movimientos y grupos sociales, actores supranacionales e incluso actores individuales con un peso internacional bien importante como los casos de Bill Gates, dueño de Microsoft; del mayor especulador financiero George Sôros; el “revelador” del cinismo diplomático Julian Assange, creador de WikiLeaks; y Edward Snowden, el que denunció los espionajes practicados por parte de Estados Unidos contra presidentes, primeros ministros y dirigentes políticos importantes del mundo.
En ese contexto se inscriben las redes sociales (Email, Facebook, Twitter, Messenger, WhatsApp) que están jugando significativo papel en el campo internacional. Por tanto, los Estados ya no aparecen como los leviatanes todopoderosos y con competencias ilimitadas, su papel en la política mundial está cambiando. Del tradicional modelo de “bola de billar” o “caja negra” de la política internacional, se está pasando a un modelo de telaraña de múltiples relaciones más allá de la diplomacia entre las naciones.
Las relaciones internacionales que existen hoy trascienden a los Estados por sus amplias y multifacéticas labores. De allí que la bandera de la soberanía para muchos analistas está demodé, por cuanto los Estados soberanos del siglo XXI han tenido que realizar importantes cambios en su ordenamiento jurídico interno, lo cual ha significado autolimitaciones en el ejercicio de la autoridad y del poder a la hora de firmar tratados, convenciones, realizar acuerdos multilaterales y bilaterales, impuestos por un orden internacional caracterizado por sus prácticas absolutamente antidemocráticas.
Lo que nadie puede negar es que la soberanía está acechada, sobre todo en donde los pueblos se atreven a levantar banderas de independencia y autodeterminación y por eso hoy se erige la propuesta de la soberanía compartida.
Franklin González