África subestimó que algún dia caerían los precios del petróleo, bien sea por la política tecnológica del petróleo de esquito y su técnica de fracturación hidráulica o por la eterna lucha de Estados Unidos por desestabilizar la Organización de países exportadores de Petróleo
Cuando en el año 2008 estalla la crisis económica que sacudió al capital internacional, como resultado de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, las pérdidas se calcularon en 430 mil millones de dólares, siendo unos de los beneficiarios de esta crisis el actual candidato Donald Trump, a quien la actual candidata presidencial Hillary Clinton acusa de haber implantado dicha crisis. Miles de personas quedaron sin casa o «homeless» como se le dice en Estados Unidos. Para esos momentos, los países de países de la África subsahariana comenzaron a tener un repunte extraordinario anual en su Producto Interno bruto, como resultado de sus minerales estratégicos, siendo el petróleo y el gas los mayores generadores de divisas para países como Nigeria, Angola, República del Congo, Gabón, Guinea Equatorial y Camerún. Entre un 6,5 y 7,3 % se calculó ese aumento en el PIB. La crisis en occidente no afectó el repunte de la materias minero-extractivas. Esa crisis favoreció a África con el hambre insaciable de energía como China y la India. Angola había aumentado su producción petrolera a 1.700.000 barriles de petróleo diarios, alcanzando casi a Nigeria, que era el mayor productor en la África subsahariana. El presidente Eduardo Dos Santos hizo un convenio con China para que esta le ayudara a reconstruir el país que había quedado destruido durante 41 años de Guerra. Nigeria baja su producción debido a la guerra interna en el Delta del Níger y el terrorismo energético dio paso al crecimiento del grupo terrorista islámico yihadista Boko Haram con el argumento que las riquezas petroleras no eran distribuidos con igualdad hacia los territorios donde se producía.
Este efecto también se repitió en un tiempo en Angola con el enclave de Cabina, donde se mantuvo hasta poco tiempo el Frente de Liberación de Cabinda, en Camerún, hacia la parte norte de ese país, y en Sudán, que quedó dividido entre Sudan con petróleo y el que se quedó sin ese tesoro energético, por lo que creo que en África, con sus matices de diferencia, está pasando igual que con los países petroleros y gas de América Latina tomando los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador.
En nuestros países, las ganancias se reinvirtieron enormemente en políticas sociales. En África, las grandes ganancias se quedaron en las élites afroburguesas. Se hizo poca distribución en el gasto social. No se saldaron a profundidad las deudas sociales. No se construyeron casas sociales accesibles en sus precios para el pueblo. Hoy, la situación en la África subsahariana se resiente una profunda crisis social con la caída de los precios petroleros.
Unos de los grandes compradores de petróleo en África es China, que además superó a Europa y EE.UU. en inversiones con casi 3 mil empresas en la mayoría de los países de África y una inversión global de 210 mil millones de dólares hasta el año 2014, según indicadores del Banco Mundial. Esa inversión se traduce en una gran deuda con el país de Deng Xiaoping, quien dijo en términos de diplomacia que «no importa el color del gato sino que cace ratón».
No solo la caída de los precios del petróleo afecta a África subsahariana, sino también el frenazo del crecimiento de su principal aliado, como lo es China.
África, al igual que nosotros de este lado del Atlántico, subestimó que algún dia caerían los precios del petróleo, bien sea por la política tecnológica del petróleo de esquito y su técnica de fracturación hidráulica contaminadora llamada fracking o por la eterna lucha de Estados Unidos por desestabilizar la Organización de países exportadores de Petróleo (Opep). Lo cierto es que EE.UU. dejó de comprar el 62,27 % a África y tiene una reserva para 53 años.
Lamentablemente la bonanza no se aprovechó para generar un modelo económico que permitiera un modelo de desarrollo sostenible de ambos lados del Atlántico. Hoy estamos en las expectativas del reto de los diecisiste objetivos del desarrollo sostenible aprobado en la Asamblea General de la ONU bajo el título Transfromar nuestro mundo: la agenda 2030 para el desarrollo sostenible», entre los cuales destacan: fin de la pobreza; energía asequible y no contaminante; acción por el clima; hambre cero; trabajo decente y crecimiento económico; salud y bienestar; educación de calidad; reducción de desigualdades; igualdad de género; ciudades y comunidades sostenibles; producción y consumo responsables; entre otros. Estos objetivos del milenio, en la forma como se utilizó y se está utilizando el modelo rentista petrolero, minero y monocultivo y como se están distribuyendo esa ganancias en muchos de los países que aplican ese modelo, difícilmente lograrán cumplirlos como en el pasado no cumplieron con los ocho objetivos del milenio.
CHU CHE RÍAS
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LA VOZ DE AFROAMÉRICA – Jesús «Chucho» García