La Quintrala: ícono del abuso

web

Su nombre quedó inscrito en la historia chilena tras una serie de horrendos crímenes que se le han atribuido. El primero de ellos fue el envenenamiento de su padre en 1622

La Quintrala entró a la historia acusada de haber asesinado a su padre con un pollo envenenado que le ofreció en su lecho de enfermo hacia 1622. Catalina de los Ríos y Lisperguer, más conocida como La Quintrala, fue una terrateniente chilena de la época colonial, famosa por su belleza y la crueldad con la que trataba a sus inquilinos.

Habiendo nacido en  Santiago de Chile en 1604, se convirtió en un ícono del abuso y la opresión colonial. Su figura, fuertemente mitificada, pervive en la cultura popular de Chile como el epítome de la mujer perversa y abusadora.

La cruel historia

Sus padres fueron Gonzalo de los Ríos y Encío y Catalina Lisperguer y Flores. Para comprender las acciones por las que Catalina de los Ríos pasó a la historia, se debe considerar su crianza y especialmente la personalidad de su madre y su tía, las hermanas Catalina y María Lisperguer, a quienes se les acusó de haber intentado envenenar al gobernador Alonso de Ribera en 1604.

Ordenada la prisión de las hermanas, María recibió el asilo de los agustinos, mientras que Catalina fue ocultada primero por los dominicos y después por los mercedarios. La inmunidad eclesiástica y las poderosas relaciones familiares y sociales de las hermanas Lisperguer y Flores, dejaron sin efecto la acusación.

La madre de La Quintrala, Catalina Lisperguer, se casó con Gonzalo de los Ríos, rico heredero de tierras en la Ligua y Longotoma. Al poco tiempo de casados, Catalina mató a una hija natural de Gonzalo y asimismo asesinó a un indio, a quien pidió las yerbas con las cuales quiso envenenar el agua de la tinaja de la cual bebía el gobernador.

Catalina Lisperguer y Flores tuvo dos hijas: Águeda y Catalina. Esta última después sería conocida como La Quintrala, cuya maldad empezó a ser conocida tras ser acusada de haber asesinado a su padre con un pollo envenenado en 1622. La acusación, hecha por su tía paterna, no conoció proceso, tal vez porque nuevamente el peso de las relaciones de la parentela con el gobierno debió surtir efecto.

La impetuosa Catalina también habría sido la culpable de la muerte de un encumbrado caballero de la Orden de Malta, a quien invitara a su lecho y lo asesinó. Sin embargo, la responsabilidad del hecho fue atribuida a uno de sus esclavos, quien fue ahorcado en la plaza de Santiago.

En otra ocasión quiso matar a Don Juan de la Fuente Loarte, maestre-escuela de esta Santa Iglesia y Vicario General, corriéndolo con un cuchillo porque procuraba impedir sus liviandades. Esto ocurrió en 1625, cuando Catalina tenía 23 o 24 años.

A instancias de su abuela, Águeda Flores, quien desde la muerte de sus padres era su tutora, Catalina contrajo matrimonio en septiembre de 1626 con el caballero y soldado Alonso Campofrío Carvajal, de poca fortuna. Según cuentan, el esposo de La Quintrala no estuvo ajeno a las costumbres despiadadas de su mujer, convirtiéndose en su cómplice.

Alonso y Catalina habrían mandado asesinar al Vicario de la región. El matrimonio Campofrío de los Ríos tuvo un hijo, llamado igual que su padre, pero el niño falleció a la edad de 10 años. Su padre murió hacia 1650, dejando viuda a Catalina.

Catalina de los Ríos heredó los ricos valles de Longotoma y La Ligua, a los que agregó, en 1615, vastas tierras en el departamento de Petorca y otras en San Juan de Cuyo, al otro lado de la cordillera. Según la tradición, en la hacienda de La Ligua era donde azotaba y mataba a los indígenas a su servicio y a sus esclavos, sin miramientos.

Hacia 1634, el obispo Salcedo pidió la investigación de todos los sangrientos sucesos de La Ligua. Sin embargo, tuvieron que pasar 30 años para que la justicia se empeñara en investigar tales acusaciones. De hecho, la Real Audiencia comisionó a Francisco Millán para que secretamente se constituyera en La Ligua con el fin de escuchar los reclamos de sus víctimas.

Habiendo encontrado evidencias de la veracidad de las acusaciones, el oidor Juan de la Peña Salazar se trasladó a la hacienda, apresó a Catalina y la llevó a Santiago para seguirle juicio criminal. Este no estuvo exento de las influencias de su nombre y las relaciones familiares con los oidores, quienes favorecieron la causa de la rea, a quien, en total, se le atribuye la autoría de 40 crímenes. Nuevamente sus influencias manejaron la acusación, por lo que logró salir absuelta.

Enferma, redactó su testamento en 1662 y falleció tres años después. Casi toda su fortuna fue legada en beneficio de su alma, para ser rescatada del purgatorio. Estableció que se dijeran 20 mil misas, para lo que dispuso 20 mil pesos. En los días siguientes a su entierro, debían oficiarse otras mil misas y también mandó se dijeran 500 misas más, esta vez por las almas de los indígenas que habían fallecido debido a sus malos tratos.

Mediante otras disposiciones, favoreció a algunos parientes y amigos cercanos. Sus funerales fueron realizados con una ostentosa pompa, que incluyó mil cirios para la iglesia. Ataviada con el hábito de San Agustín, fue enterrada en el templo de esa orden.

Sin castigo

A pesar de continuas denuncias de abusos y crueldades, La Quintrala no recibió castigo alguno, porque teniendo mucho dinero fue pródiga entre jueces y letrados, además de contar con numerosa parentela en cargos importantes. El carácter de La Quintrala ha dejado marcas permanentes en la memoria y la tradición chilena. Numerosas obras de literatura y teatro, así como una película y una telenovela, han sido creadas sobre su persona.

Edda Pujadas

@epujadas

Salir de la versión móvil