La mediación demanda tacto, precaución para saltar los imprevistos baches que los contrincantes colocarán en el camino, un poco de carisma, instinto para saber cuándo y cuánto de intimidación aplicar
Cuando monseñor Emil Paul Tscherrig, enviado del Papa Francisco, aceptó la misión de mediación en Venezuela, no imaginaba el vaporón en el cual se estaba metiendo.
Su experiencia diplomática, y cuatro años como Nuncio en Argentina, más otros cuatro en el Caribe, lo hacían idóneo para la tarea. La mediación demanda tacto, precaución para saltar los imprevistos baches que los contrincantes colocarán en el camino, un poco de carisma, instinto para saber cuándo y cuánto de intimidación aplicar.
Pero sobre todo requiere la paciencia de un santo, que arbitrar entre políticos es un via crucis de infinitas estaciones: sentar en una misma mesa a gentes que no se quieren ver ni en pintura es la primera parada; la siguiente es que un gentío que no está de acuerdo ni en la hora aprueben una agenda de discusión, luego ir punto por punto, y así sucesivamente hasta llegar al Domingo de Resurrección. Hay que tomarlo como los alcohólicos: cada día sin beber es una victoria; cada paso, cada parada es un pequeño triunfo.
La primera victoria, así se creía, es que ambas partes aceptaron lugar y fecha para la primera reunión. Así que monseñor Tscherrig da confiadamente las declaraciones haciendo público el acuerdo.
Y allí, sin empezar el via crucis de la mediación, comenzó el calvario. Sale Capriles quejándose de que se enteró por televisión. Y se arma el jaleo. Después de dimes y diretes queda claro que Chúo Torrealba sí es el Coordinador de la MUD y que fue autorizado por los partidos para asistir a la reunión, y que todos los partidos sabían de la reunión y del acuerdo. Pero no se sabe si los teléfonos de Capriles funcionan, ni si los de la MUD se llaman entre ellos.
¿Conocerá monseñor Tscherrig la experiencia de Carter?
En agosto de 2004 todo el mundo sabía que Chávez ganaría el Referéndum Revocatorio. Todas las encuestadoras, nacionales o extranjeras, le daban al menos 10 puntos de ventaja al chavismo.
El jueves anterior a las votaciones, en un hotel capitalino, las encuestadoras amigas de la oposición (Datanálisis, Keller) se lo dijeron clarito a los jefes de la Coordinadora Democrática (anterior nombre de la MUD). Todo el mundo lo sabía, menos la perdida clase media, a la que Ravell, Granier, Otero, etc., tenían convencida de que a Chávez no lo quería nadie.
Al conocerse los resultados tan adversos, la primera reacción de la Coordinadora fue desaparecer de la Quinta La Unidad. Corren al Hotel Tamanaco a buscar la ayuda y apoyo del expresidente colombiano César Gaviria, Secretario General de la OEA entonces, y del expresidente Carter.
Pero el equipo técnico de la OEA y del Centro Carter ha realizado un conteo rápido que coincide con los resultados emitidos por el CNE, así que ni Gaviria ni Carter van a desconocer a sus propios técnicos para apoyar a los opositores.
La Coordinadora había rechazado los resultados al principio con el argumento de que «no estaba presente cuando se hizo la totalización» (que es como rechazar que 8 por 6 es 48 porque no se presenció la multiplicación).
Le piden a Gaviria y Carter que negocien por ellos con el CNE: ofrecen reconocer los resultados si se realiza una auditoría con una muestra específica.
Gaviria y Carter se van al CNE y logran la aceptación de la propuesta opositora. Pero mientras iban, los jefes de la oposición cambian de opinión y ahora plantean una muestra más grande. Carter, sorprendido, se molesta y los acusa de poco serios. Al final, la postura pública de la Coordinadora fue pedir la auditoría del total de las mesas y no participar en la que ellos habían pedido.
Carter es caceroleado al intentar degustar una pasta en el restorán caraqueño Limoncello. Dice mucho del nivel de los opositores el que creyeran que Carter, un expresidente de Estados Unidos, se había metido a chavista.
En las elecciones regionales, unos meses más tarde, la Fundación Carter se negó a participar como observadora. A lo mejor Carter creía que los de la Coordinadora necesitaban psiquiatras y no políticos.
Volviendo al presente, ya la MUD arrancó mal con monseñor Tscherrig. Primer chasco, y no será el último. Eso pasa en los diálogos cuando se quiere y no se quiere.
Orlando Zabaleta
aporrea.org