Si bien las medidas del director James Comey pusieron en aprietos a la campaña de la candidata demócrata, también la colocaron donde se siente más cómoda, con la espada contra la pared, denunciando lo que ve como esfuerzos injustos para descarrilar su marcha hacia la presidencia.
Ya antes de que el director del FBI James Comey estremeciese la campaña presidencial anunciando que reabría la investigación sobre los correos electrónicos de Hillary Clinton, la candidata demócrata y sus asesores estaban tensos.
Olvídese de las encuestas que la tienen adelante del republicano Donald Trump a nivel nacional y en casi todos los estados que se supone decidirán la votación. O de que los demócratas de Washington ya estaban preparando la presidencia de Clinton, especulando sobre quiénes integrarán su gabinete y haciendo planes de gobierno.
«Los márgenes en las encuestas se van a achicar», afirmó la directora de comunicaciones de Clinton Jennifer Palmieri el viernes pasado hablando con la prensa. «La semana que viene van a venir y decirnos ‘los márgenes se están acortando y ustedes piensan en la transición»’.
«No», aseguró. «No lo estamos haciendo».
Palmieri apenas había llegado al frente del avión que transportaba al equipo de Clinton cuando circuló la noticia de que el FBI la había informado al Congreso que había encontrado nuevos emails que podrían estar relacionados con el uso de un servidor privado por parte de Clinton cuando era secretaria de estado.
Las especulaciones sobre la llegada de Clinton a la Casa Blanca quedaron de lado y se empezó a hablar sobre la posibilidad de que se le escape una victoria que parecía segura.
El equipo de Clinton se fijó dos objetivos para la última semana de la campaña: Por un lado, lanzó un vigoroso esfuerzo para presionar al FBI a que dé más detalles de la investigación, en la esperanza de que eso aleje los temores de que Clinton pueda haber cometido irregularidad alguna. Paralelamente, aprovechan el anuncio de Comey para movilizar a sus partidarios, diciéndoles que no pueden dar por descontada la victoria y que deben acudir a las urnas.
Trump también ve el anuncio del FBI como una oportunidad de recuperar parte del terreno perdido y sembrar dudas sobre si se puede confiar en Clinton o no. En un acto el domingo en Las Vegas, el magnate dijo que Clinton «no puede responsabilizar a nadie sino a ella misma por sus crecientes problemas legales».
Si bien las medidas de Comey pusieron en aprietos a la campaña de Clinton, también la colocaron donde se siente más cómoda, con la espada contra la pared, denunciando lo que ve como esfuerzos injustos para descarrilar su marcha hacia la presidencia.
«Hay que reconocer el espíritu combativo de Hillary Clinton», comentó Mo Elleithee, quien trabajó en la campaña presidencial de Clinton del 2008. Hizo notar que el desempeño de Clinton mejoró sustancialmente cuando quedó atrás en las encuestas hace ocho años y dijo que, cuando se encuentra en problemas, la ex primera dama «cambia de marcha y rugen los motores».
Desde ya, Clinton perdió esa primaria. Y no quiere otra victoria moral.
Por ello Clinton retomó sus actividades con bríos el fin de semana tras el anuncio del FBI, recorriendo la Florida, el premio más preciado, que puede acabar con todas las esperanzas de Trump si ganan los demócratas.
Durante un acto en Daytona Beach, dijo que la actitud de Comey «no tiene precedentes» y es «francamente problemática». Hablando ante gays y lesbianas en una discoteca de Fort Lauderdale, aseguró que no permitiría que las últimas novedades hagan que se desvíe de su camino.
«No voy a parar ahora», declaró en medio de ovaciones del público. «Apenas estamos entrando en calor».
“La falta de detalles”…
Los colaboradores de Clinton se mostraron sorprendidos por la actitud del director del FBI James Comey, tanto por el momento en que anunció la investigación como por la falta de detalles.
La investigación parece centrarse en una computadora portátil de Anthony Weiner, esposo, aunque separado, de la mano derecha de Clinton Huma Abedin. No está claro si el material encontrado es de la propia Clinton o no, ni si son correos nuevos o duplicados de las miles de cartas que la ex secretaria de estado y sus asistentes ya han entregado.
AP