Los habitantes de la pequeña ciudad brasileña recibieron este sábado los 50 féretros que les dejó la tragedia
Rosa Sulleiro / AFP
Chapecó comulgó el sábado en la emoción para despedir a sus futbolistas muertos en un accidente aéreo en Medellín, en el mismo estadio donde esta pequeña ciudad del sur de Brasil aprendió a soñar en grande.
Ante los 50 féretros recibidos con honores militares sonaron el himno nacional y del Chapecoense y fueron aplaudidos los nombres de cada una de las víctimas de la tragedia, leídos por altavoces, en una mañana en la que nunca dejó de llover.
El obispo de Chapecó leyó un mensaje del papa Francisco, que se dijo «consternado» por la tragedia que sumió en la desazón a esta ciudad de 200.000 habitantes, a todo Brasil y al mundo del deporte.
«Todos somos chapecoenses», proclamó un directivo del club, rindiendo homenaje a los «guerreros» que iban en pos de la Copa Sudamericana ante el Atlético Nacional de Medellín.
Pero ese sueño no pudo ser. «Los queríamos de vuelta, pero no así. El Chapecoense era una familia, los veíamos siempre, es horrible», dice entre lágrimas Juliana Deuner, una chapecoense de 35 años.
«Estaremos siempre con vosotros. Força Chape», proclamó el presidente de la Fifa, Gianni Infantino, retomando el lema de toda la ciudad.
En el minuto de silencio final, la ruidosa «torcida» joven, corazón de esta Arena Condá de los buenos tiempos, posó sus tambores en el césped.
El Chapecoense fue fundado hace 43 años y hasta hace cinco se debatía en las últimas divisiones del fútbol brasileño. La brutal interrupción de su espectacular ascenso deja ahora lugar a las dudas sobre su futuro.