Tras 138 años de desconocimiento a las grandes mayorías populares, éstas lograron coronar por fin la victoria un 6 de diciembre de 1998, cuando elegimos al comandante Chávez como nuestro presidente
Elías Jaua Milano
El título de este artículo lo tomo de una frase de Ezequiel Zamora, expresada en un documento fechado en Barinas el 19 de mayo de 1859: “Solo el pueblo quiere su bien y es dueño de su suerte y que de hoy más, Venezuela no será patrimonio de ninguna familia ni persona”.
En el fondo de esta frase está la causa de aquella guerra llamada Federal, pero que en verdad fue una insurrección popular, campesina, indígena, afrodescendiente, de soldados libertadores expropiados y de peones semi esclavizados, hartos todos y todas de ser desconocidos humana y socialmente; hartos de ser expropiados de sus tierras originarias o ganadas en la Guerra de Independencia; hartos de ver violar a sus mujeres bajo el “derecho de pernada”, supuesto derecho que tenía el terrateniente de poseer a las mujeres de sus peones; hartos de ser llamados hordas, patas en el suelo, bandoleros, desdentados y con ello justificar sus asesinatos en masas; hartos de ver a sus jefes libertadores fusionados con la vieja oligarquía o convertidos en una nueva clase de déspotas.
Esa frustración social fue convertida en causa política libertaria por Ezequiel Zamora, quien logró reunir, en una campaña político militar de menos de un año, a 5 mil hombres y mujeres que el 10 de diciembre de 1859 a fuerza de audacia y astucia, en Santa Inés de Barinas hace 157 años, derrotaron al ejército de 7 mil hombres bien armados que había mandado la oligarquía para aplastarlos.
Esa victoria popular había dejado abierto el camino para que en pocas semanas el pueblo llegara a Caracas a tomar el poder, pero el 10 de enero de 1860, un mes después de Santa Inés, en San Carlos, Cojedes, una bala traicionera puso fin a la vida de Zamora y con ello sepultó la revolución política en marcha. Lo que vino después fueron cuatro años de guerra social que abrieron paso al Pacto de Coche entre las élites liberales y conservadoras, para una repartición del poder entre viejas y nuevas familias poderosas.
138 años después de aquella derrota estratégica para el pueblo, tras 138 años de desconocimiento a las grandes mayorías populares, éstas lograron coronar por fin la victoria un 6 de diciembre de 1998, cuando elegimos al comandante Chávez como nuestro presidente. Pero más que elegir a un presidente se trataba de un cambio en las relaciones de poder, tal como lo expresaba el comandante en las “Líneas de Chávez” del 6 de diciembre de 2009:
“Aquel memorable 6 de diciembre, el pueblo tomó la decisión irrevocable de convertirse en protagonista de su propia historia y conductor de su propio destino. El pueblo quería ser y se hizo alfarero de una nueva república”.
Esa nueva república, la República Bolivariana de Venezuela, está hoy en disputa, amenazada por las tradicionales oligarquías, lacayas del imperialismo, que quieren restaurar su sistema de exclusión y negación de todo derecho a las grandes mayorías populares, pero también, y cada día hay que decirlo y combatirlo con más fuerza, estamos amenazados por los grupos corruptos que han echado raíces en importantes áreas de la políticas públicas para enriquecerse ilegítimamente, en concierto con un no menos corrupto y corruptor sector privado.
Estos grupos, además del daño administrativo y ético que le hacen a la nación y al pueblo, pujan por una concertación con los terratenientes, con los grupos monopólicos y las viejas oligarquías para legitimar ideológicamente el ejercicio de su nuevo estatus mal habido, convirtiéndose así en la génesis de una fuerza contrarrevolucionaria.
La revolución bolivariana de Chávez, cuando se dice zamorana, es porque se asume anti oligárquica, anti latifundista, anti clasista, es decir, esta es la revolución de los y las indígenas, de los campesinos y campesinas, de los trabajadores y trabajadoras, de los pescadores y pescadoras, de los soldados patriotas, de productores y productoras e industriales honestos y honestas, de los comuneros y comuneras y de toda nuestra juventud que aspira un porvenir de paz y prosperidad. Es decir, es una revolución socialista.
Con esa misma fuerza con que defendemos el Poder Popular, decimos que como dirigentes revolucionarios tenemos que tener la capacidad que tuvo el comandante Chávez de encontrar y mantener el camino pacífico y democrático del ejercicio de ese poder, y evitarle a nuestro pueblo, y sobre todo a nuestros jóvenes, 100 años de guerra como vivieron, o murieron, nuestros antepasados en el siglo XIX.
Es por ello que apoyamos la decidida opción por el diálogo nacional del presidente Nicolás Maduro, cuyo objetivo nunca será un pacto con la burguesía, pero sí un reconocimiento mutuo; la convivencia entre los venezolanos y venezolanas; el pleno respeto la Constitución Bolivariana y el derecho a la esperanza de construir una sociedad cada día más justa e igualitaria.
El comandante Chávez nos condujo al poder para que como pueblo fuésemos dueños de nuestro bien. Como aspiraba Zamora, nuestro objetivo no es la guerra, nuestra meta estratégica es la máxima bolivariana: la unidad nacional y la suprema felicidad social en nuestra patria. Dios mediante, pueblo sabio y libre mediante, así será