Si los que atentan contra las leyes de la República padecieran en vida lo que mal hicieron, otro gallo cantaría
Señor presidente Nicolás Maduro Moros, cuando un funcionario asume una responsabilidad político-administrativa es sometido al siguiente ritual:
–¿Jura usted respetar la Constitución y las leyes de la República?
–¡Lo juro!
–Si es así, que la patria os lo premie, y si no que os lo demande.
¿Cuántas veces los que han tenido en sus manos los destinos del país se han saltado a la torera este juramento, sin que nada les suceda ni en vida ni después de muertos?
¿Que tal si un día la patria pudiera encarnarse, y les saliese al paso para decirles, amenazante: “Vengo a demandar el mal uso que hiciste de mi confianza”?
Ahí está precisamente el meollo del asunto. Si los que atentan contra las leyes de la República padecieran en vida lo que mal hicieron, otro gallo cantaría. Si los gobernantes y sus colaboradores supiesen que la patria puede demandarles el incumplimiento de sus deberes, la cosa sería diferente.
Desde 1830 a nuestros días en Venezuela los presidentes, toditos, fueron vende patrias, malandros, ladrones y asesinos. Con una excepción: el presidente Hugo Rafael chávez Frías, honesto, cabal, probo y nacionalista.
No es tan juzgada ni pasada desde el momento en que estamos metidos en un berenjenal. No pueden ser honorables, ni dignos de respeto ni admiración los que comprometieron el destino de la patria.
Desgraciadamente, los que han abusado del poder en Venezuela dejan a sus herederos tan apertrechados de riquezas que se hacen invulnerables. Resulta hasta peligroso recordar sus crímenes y desafueros.
La cuarta parte de los procesados en los penales lo eran por difamación. En Venezuela, como dice Ramón Velásquez, no es tan peligroso robar y matar desde el poder, como escribir los crímenes y delitos de los que alguna vez gobernaron.
Más persecución sufrieron por sus escritos Pío Gil, José Rafael Pocaterra, Rufino Blanco Fombona y el mismo Mariano Picón Salas, en plena era democrática, que los sayones a quienes traen al banquillo de los acusados en sus obras y novelas.
El escritor es el vengador de una sociedad. Por su intermedio, la patria demanda y condena.
“Papel no tumba gobierno. Acepten la realidad nacional y déjense de pistoladas. ¿Quién sabe, salvo algunos eruditos, lo que hicieron la serie de periodistas y escritores que por oponerse a Rómulo Betancourt, a Raúl Leoni, a Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez?
Las leyes fueron hechas por los culpables para evitar que los conjuren a juicio y encima conservan suficiente poder como para aniquilar a sus adversarios. Si hay una mayoría silenciosa, hay también una minoría silenciosa que trabaja en las sombras, que no se expresa, pero que conspira contra todo aquel que se las eche de moralista.
Hay que ver el respeto y admiración que merecen de la gente los grandes peculadores o sus hijos, que reaccionan como unas cuaimas cuando alguien trae por escrito el mal recuerdo de sus gestiones.
Es en esa inmensa mayoría silenciosa, donde la patria encarna para increpar al mal gobernante:
¡Yo te acuso, yo te emplazo, yo te demando!
¡Chávez vive, la lucha sigue!
Manuel Taibo
aporrea.org