Al menos 60 personas murieron, varias de ellas decapitadas, en un violento motín en una cárcel de Manaos, en el norte de Brasil, en el más reciente episodio de una guerra entre facciones que se disputan el narcotráfico en el país.
«Los presos fueron muertos por los propios internos, en un enfrentamiento de extrema violencia que duró cerca de 15 horas», informó la Secretaría de Seguridad del Estado de Amazonas, cuya capital es Manaos.
La violencia fue motivada por enfrentamientos entre dos facciones criminales dentro de la prisión, el Primer Comando de la Capital (PCC), originario de Sao Paulo, y el grupo local Familia del Norte (FDN).
«Es la mayor matanza cometida en una prisión de la Amazonía», afirmó el secretario de Seguridad Pública de Amazonas, Sergio Fontes, quien asegura que los grupos de narcotraficantes se disputan dinero y territorio.
«Muchos fueron decapitados y todos sufrieron mucha violencia» para enviar un recado a sus enemigos, añadió, refiriéndose a una práctica recurrente de mutilación en este tipo de conflictos en Brasil.
El motín ocurrió en el complejo penitenciario Anisio Jobim, en una zona periférica de Manaos.
Familiares de los internos se agolparon el lunes en la puerta del presidio a la espera de noticias de las autoridades, que aún no revelaron la identidad de los fallecidos.
Las autoridades lograron salvar la vida de unos 12 rehenes y patrullaban la zona en busca de decenas de presos que escaparon una hora antes de que comenzara el motín, el domingo, en un hecho que aún no se sabe si tiene conexión con la matanza.
De los 87 reos que fueron reportados como fugitivos, unos 40 ya habían sido recapturados, informó a la AFP la secretaría de Seguridad.
«La disputa entre facciones criminales ocurre en todo Brasil, en todas las unidades penitenciarias», subrayó en rueda de prensa Pedro Florencio, secretario de Administración Penitenciaria del estado de Amazonas.
«Aquí en Amazonas existen dos organizaciones, el PCC y la FDN, y ayer estalló una venganza por parte de esta última» contra miembros del PCC.
El ministro de Justicia de Brasil, Alexandre de Moraes, de quien dependen las prisiones, viajó este lunes a Manaos para reunirse con las autoridades locales.
Cárceles superpobladas
«El problema empieza por la superpoblación carcelaria», consideró Marcos Fuchs, director adjunto de la ONG de Derechos Humanos Conectas, que tiene un área dedicada a vigilar los derechos humanos en las cárceles brasileñas.
«Cuando colocas en una misma unidad penitenciaria (a reos de) dos facciones rivales, el Estado no tiene control alguno de lo que ocurre allí dentro y quien comanda es el crimen organizado», afirmó Fuchs en entrevista con la AFP.
Abogado especialista en derechos humanos, Fuchs explica que las disputas externas por el control del narcotráfico acaban saldándose dentro de las prisiones, donde los internos se encuentran hacinados.
En octubre pasado, enfrentamientos entre distintas facciones dentro de una cárcel del estado de Roraima, también en el norte del país, dejaron al menos 25 muertos.
Brasil tiene la cuarta mayor población penal del mundo, detrás de Estados Unidos, China y Rusia.
De acuerdo con un estudio del Ministerio de Justicia, que detalla que la mayoría de los presos son jóvenes negros, la población carcelaria era de 622.000 personas a fines de 2014 en Brasil.
Para enfrentar la superpoblación de sus establecimientos carcelarios, el gigante sudamericano debería aumentar en 50% el número de plazas en las penitenciarías.
En el estado de Amazonas, con una población carcelaria superior a los 8.800 individuos, las cárceles albergan 2,59 presos por cada lugar disponible.
Además de facilitar el contacto entre integrantes de pandillas rivales, la superpoblación «trae problemas psicológicos, enfermedades, problemas en la alimentación, en las condiciones de vida, y provoca una falta de re-socialización, de oportunidades de trabajo» para los detenidos, apunta Fuchs.
AFP