La destacada atleta venezolana falleció el lunes. Es miembro del Salón de la Fama desde 1959; también destacó como voleibolista
La noticia recorrió las redes el lunes: murió Luisa Alvarado. Y la reacción de centenares no tardó en producirse, recordando anécdotas y logros de quien fuera sobresaliente activista del baloncesto venezolano entre 1950 y 1970, primera figura durante muchos de esos años.
Catiense pura, a los 15 años fue llamada a la selección para los Juegos Bolivarianos Caracas 51, ya formando en el Katia, equipo motorizado por Luis Polo Galindo. También participaría en los de diez años después, en Barranquilla, y en los Centroamericanos de Panamá, en medio de las escasas oportunidades que tuvo la disciplina para su fogueo internacional. Si acaso, además, una gira por Cuba en los 60.
También destacada voleibolista, formó en el Atlántico, una de las divisas más populares de su tiempo. Y habría dejado mucha historia en la “net alta” si no fuera por su dedicación al baloncesto, que le tuvo como importante jugadora en los campeonatos nacionales de la época. Formó una vez con Bolívar y otra con Miranda, contribuyendo al desarrollo de la disciplina en esas dos regiones, pero su gran divisa fue la del DF, con la cual llegó al tope en los Juegos Nacionales de Valencia 63 y Puerto La Cruz 65 al ser factor decisivo en la conquista de dos títulos. Internamente, vistió también los colores del Beverly Hills, en dos etapas, y del Instituto Pedagógico de Caracas.
Después dedicó sus esfuerzos a la formación de jóvenes, como entrenadora del IND. Fue directiva del gremio, y en 1989 se produjo su exaltación al Salón de la Fama del Deporte Venezolano, participando en la fundación de apoyo a esa institución, hasta que problemas físicos forzaron el retiro definitivo.
Guerrera en la cancha, fue sin embargo una atleta disciplinada, de mucho tesón para el entrenamiento y una concentración en el juego que sacó el mayor partido a sus condiciones físicas y a su personalidad. Su presencia fue importante en los inicios del baloncesto femenino en Bolívar y Miranda, pero especialmente en Caracas lideró momentos significativos, que permitieron superar las crisis generadas en la escasa participación femenina en el deporte y la falta de apoyo para desarrollar las actividades de rutina.
Y, algo sustantivo, en lo personal fue ejemplo de superación y su natural franco y expresivo, su calidad humana le ganaron numerosas amistades en los sectores deportivos, que el lunes comenzaban a manifestar la desazón por su partida.
A Raúl, su hijo -ingeniero de profesión, producto de su esfuerzo como madre y su orgullo-, vayan nuestras palabras de condolencia.
Armando Naranjo
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