Los servicios de inteligencia actuaron criminalmente basados en las premisas del Gran Hermano de George Orwell, «juntarlo todo» y «saberlo todo». Nadie está a salvo del espionaje en este planeta
El mayor mérito que han logrado Snowden, Assange y Wikileaks, con la impresionante publicación de millones de documentos «secretos» de los organismos de inteligencia del más nefasto imperio que haya existido en toda la historia de la humanidad, es que a la opinión pública mundial ya no le quedan dudas de la recurrente actuación forajida, criminal, perversa y dolosa del gobierno de Estados Unidos. Estamos frente a una flagrante violación de los derechos fundamentales de millones de ciudadanos (estadounidenses y extranjeros), gobiernos (aliados y enemigos), organismos internacionales (como la propia ONU) y hasta empresas y corporaciones a escala mundial.
La masiva vigilancia cibernética se creó con la excusa de descubrir y anular a los «potenciales» fanáticos y grupos terroristas. El espíritu original de la ley autorizaba el espionaje sobre cualquier ciudadano extranjero alrededor del mundo, pero la «curiosidad» (voracidad) de los aparatos de inteligencia terminó por tragárselo todo, hasta incluir al 100 % de los ciudadanos norteamericanos. Incluso, las publicaciones han permitido constatar que alrededor del mundo no se ha salvado nadie, ni siquiera líderes políticos aliados, como la canciller alemana Ángela Merkel.
Snowden hizo público el gigantesco y monstruoso método de vigilancia cibernético, que incluye desde las líneas telefónicas hasta las redes sociales. Develó el mecanismo de funcionamiento del programa «Informante Sin Límites», creado por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) para la localización masiva de datos; y más nefasto aún, el programa «Prism», mediante el cual recogen absolutamente todas las comunicaciones privadas de los clientes de las grandes empresas de telecomunicaciones como Verizon, IBM, Cisco, AT&T, AOL, Apple, Microsoft, Motorola, HP, Intel, Google, Yahoo!, Facebook, YouTube y Skype. Esta acción criminal la ejecutan recogiendo los datos (llamadas, documentos, fotos, videos, chats, todo) directamente desde los servidores de las empresas, es decir, con su absoluta connivencia. Los servicios de inteligencia actuaron criminalmente basados en las premisas del Gran Hermano de George Orwell, «juntarlo todo» y «saberlo todo». Nadie está a salvo del espionaje en este planeta.
Snowden también reveló el trabajo bien coordinado e integrado de los «Cinco Ojos», organizados para espiar con mayor eficiencia al resto del planeta. Con Estados Unidos a la cabeza, la siguen mansamente los servicios de inteligencia del Reino Unido y los de sus tres satélites postcoloniales (monarquías parlamentarias): Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
La jerga utilizada por los servicios de inteligencia da pavor y recuerda claramente a las perversas «recomendaciones» de Gene Sharp en su nada inocuo manual de golpes blandos. Esta gente aplica recurrentemente «acciones encubiertas online» para la construcción de matrices de opinión o informativas para generar «influencia o desbaratamiento» sobre los objetivos planteados (engaño y saboteo). Para ello utiliza las «Cuatro D» (deny/disrupt/degrade/deceive: negar, desbaratar, degradar, engañar). Sus estrategias incluyen operaciones de «infiltración, artimaña, laboratorio, bandera falsa, falso rescate, desbaratamiento y encubierta».
Todos estos detalles del caso Snowden cobran especial relevancia porque el agonizante gobierno de Obama, sangrando aún por la vergonzosa derrota infringida por Trump a toda la cúpula del partido Demócrata, le ha dado por acusar a supuestos hackers rusos de intervenir en las elecciones presidenciales de noviembre pasado.
Para más señas, los servicios de inteligencia del imperio norteamericano, afirman que «piratas informáticos y servicios especiales rusos estarían detrás de las filtraciones de documentación del Partido Demócrata que habrían influido en el resultado de las últimas elecciones presidenciales estadounidenses». Es decir, reconocen que, con la supuesta información sensible recogida de los propios servidores del Comité Nacional Demócrata, se logró montar una «campaña de influencia» para desprestigiar a Hillary Clinton (como si ella no pudiera meter la pata sola), dándole la victoria a Trump.
Parece una tragicomedia o una mala película de espías. Estados Unidos está tragando una gran cucharada de su propia medicina. De ser ciertas las acusaciones de ciberterrorismo ruso, bien mamarrachos que son los servicios de inteligencia norteamericanos que no pudieron prevenirlo, ni crear «muros» de protección.
La pesadilla es infinita para el pueblo norteamericano. No solo el Gran Hermano se les metió sin permiso robándoles su vida privada, ahora también deben vivir atemorizados de que cualquier vecino o compañero de trabajo amanezca con el extremismo revuelto y arrase, fusil en mano, con todo a su paso. Hay una nueva oleada de «terrorismo doméstico» que viene cargado de odio y resentimiento. La omnipresente intelligenza norteamericana no ha podido prevenir ninguno de estos ataques. Dios proteja a América, «In God We Trust».
Richard Canán
aporrea.org