El presidente electo ha optado por basar gran parte de su estrategia en el adversario y se ha dispuesto a aplicar la política exterior pro-rusa en búsqueda de crear fricciones y divisiones en el frente euroasiático
En el mundo de hoy ninguno de los gobiernos de los 193 países reconocidos por la ONU debe diseñar y mucho menos puede ejecutar, la política exterior sin comprender e interpretar adecuadamente aquellos procesos constituidos por el entrecruzamiento de diversos acontecimientos, cada uno con multiplicidad de dimensiones y magnitudes de diferentes potencias y poder, que condicionan dicha política exterior. Ese condicionamiento, en el contexto de la globalización, no es posible ni deseable ignorarlo. Ya que de hacerlo será muy obvio el fracaso de la política exterior o la incomprensión de su desarrollo y sus tendencias para quienes la analizan.
En razón de ello, mencionemos solo dos de las condicionantes de esa política exterior que se deberán considerar a partir del próximo 20 de enero, fecha en la cual asumirá la presidencia Donald Trump, quien por ser “advenedizo” en alta política de Estado no significa que carezca de conocimientos pertinentes para ejercer el cargo, ni de la lógica de dirección de las grandes corporaciones que aspiran a gobernar al mundo.
En el plano doméstico, Trump estará muy condicionado por el juego y rejuego de negociaciones entre los grupos de poder, en voraz competencia, ante todo financieros (industria y banca) y militares, dada la crisis estructural de la presente totalidad estadounidense, y sobre la cual diversos analistas se han proyectado. En el curso de la fuerza que prevalezca en esa confrontación se tendrá una de las condicionantes principales. Lo cierto es que en ambas hay una característica indudable: el interés por tomar distancia de los conflictos mundiales que han hipotecado a la otrora superpotencia norteamericana, lo que algunos han llamado aislacionismo, y que debería nombrarse “neoaislacionismo del poder inteligente”.
En el plano externo y muy interrelacionada con la condicionante doméstica, Trump ha visualizado claramente el avance del frente euroasiático de poderío económico-financiero-nuclear soportado por innegables avances tecnológicos y por la filosofía del euroasianismo, una combinación que presenta una coraza de poder muy difícil de desestructurar. En razón de ello y de la propia filosofía pragmática washingtoniana e imperial, Trump ha optado por basar gran parte de su estrategia en el adversario y se ha dispuesto a aplicar la política exterior pro-rusa en búsqueda de crear fricciones y divisiones en el frente euroasiático.
Ernesto Wong Maestre
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales
FACES-UCV