“Destrancar al país no será posible haciendo lo mismo que se hizo para trancarlo…”
Aquí no solo “está trancado el juego”. En la Venezuela del año 2017 lo que está trancada es la vida. No solo en el funcionamiento económico, sino en el ejercicio de los valores que hacen humana la existencia. Hace una generación (es decir, 25 años atrás, con el país ya sumido en crisis…) para los venezolanos seguía siendo verdad que el estudio y el trabajo eran los caminos más seguros para la prosperidad y la elevación sostenible de la calidad de vida. Los atajos del hampa y de la corrupción siempre han estado allí, al alcance, pero antes tenían altos costos: la muerte o la cárcel, para el hampa; el desprecio público y la alta posibilidad de caer en desgracia cuando la alternabilidad democrática determinara el cambio de gobierno, para el corrupto. Por eso, hombres y mujeres humildes se partían el espinazo trabajando para que al menos uno de sus hijos se graduara en la universidad, porque eso significaba para toda la familia la manera segura de dar el salto hacia arriba, hacia la clase media…
Esa única abundancia, la de la impunidad…
Hoy desgraciadamente ya eso no es así. Los costos del crimen y la corrupción desaparecieron. Quienes transitan los torcidos caminos del hampa ya no temen nada. De hecho, son los dueños de las calles. Cuando por casualidad se enfrentan un malandro y un policía, quien teme es el policía, porque muy probablemente el malandro está mejor armado y porque, si por gracia de Dios el policía vence al malandro y lo detiene, no es escasa la posibilidad de que el malviviente sea “rescatado” de la cárcel por un “colectivo”, o que la comisaría sea atacada con tiros y granadas, o -más insólito aún- que los superiores del policía lo reprendan y hasta lo destituyan por haberse atrevido a detener al “camarada” hampón…
El corrupto: de “raya” a “enchufe”…
Para el corrupto también los costos desaparecieron. Como el desgobierno se cree eterno la corrupción también se lo cree, es decir, al renegar de la alternabilidad democrática, el corrupto no teme quedar expuesto cuando cambie el gobierno… ¡Porque en su retorcida mente cree de verdad que el régimen no va a cambiar nunca! Es de eso de lo que hablan cuando dicen que “el proceso es irreversible” o que “la oposición no volverá nunca al poder”. Ellos no están hablando de “sostener la revolución”, ni de “defender las conquistas del pueblo”. Están hablando es de conservar sus lujos y sus privilegios, y de extender la impunidad de sus turbios negocios. Y ante la institucionalizada prepotencia del corrupto se reblandece la condena social de sus desafueros: lo que muchos antes consideraban “una raya”, ahora lo consideran una “oportunidad”. Y eso lo hacen desde el falso empresario que quiere transformarse en testaferro de un “pesado”, hasta la humilde muchacha que sueña con convertirse en novia de un “pran”…
Del país hambreado a la Venezuela democrática…
Por eso insistimos: aquí el “juego trancado” más importante no es entre el PSUV y la MUD, entre el gobierno y la oposición, entre el “desacato” decretado por el Tribunal Supremo de Justicia y el “abandono del cargo” decretado por la Asamblea Nacional… Aquí en realidad lo que hay que destrancar urgentemente es el cortocircuito entre el hambre del pueblo y el arroz a Bs. 6.500 y el azúcar a 8.500 el kilogramo, entre el niño enfermo y la falta de medicinas, entre la familia que apostó y aún apuesta al estudio y al trabajo como vía para la superación, y la realidad amarga de que una “dama de compañía” o un “bachaquero bien conectado” tengan más ingresos que un médico con dos postgrados en un hospital público o un profesor universitario con rango académico de titular. El juego que hay que destrancar es el cortocircuito entre la Venezuela democrática que queremos ser (con democracia económica, social y política), y la Venezuela hambreada y con miedo, ésta en que los individuos no aspiran siquiera a ser ciudadanos porque ya es una verdadera hazaña ser apenas sobrevivientes.
De los extremos al centro…
Destrancar al país no será posible haciendo lo mismo que se hizo para trancarlo. El régimen no logrará, con la mera fuerza de la burocracia y de las armas, mantener un poder que no tiene ya la legitimidad de la aprobación popular. La sociedad democrática no logrará, con la sola fuerza de su amplia mayoría, desplazar del poder a una cúpula armada hasta los dientes, que usa a las instituciones como barricada y que tiene aún el apoyo de veinte de cada cien venezolanos. Unos y otros tenemos que asumir que hay que desarrollar conductas nuevas si queremos conseguir resultados distintos. No es el momento, entonces, de “radicalizarse”, es decir, de profundizar las actitudes que nos trajeron hasta el callejón sin salida. Es el tiempo de la amplitud, amplitud de mentes y de conductas, para construir soluciones pensando no en las posiciones de las puntas del conflicto, sino en el interés del pueblo que sufre el conflicto y sus causas.
Nuevas conductas para lograr resultados distintos…
El régimen tendrá así que entender que lo que más le conviene no es improvisar un reactivo “Comando antigolpe”, sino crear un propositivo “Comando para la transición”, para concertar con el restante 80 % del país un proceso de cambio pacífico en el cual las garantías constitucionales sean respetadas a todos los actores en cualquier escenario futuro; la Unidad Democrática tendrá que asumir que no basta con promover “mecanismos” para “salir del gobierno y hacer elecciones en 30 días”, sino que para que haya cambio de verdad es indispensable que el país sepa para dónde es ese cambio y cuál será la situación, en esa Venezuela del cambio, de todos los venezolanos (incluidos quienes hoy son gobierno y mañana serán oposición). Y para lograr eso, además de promover “mecanismos” hay también que proponerle a los venezolanos un proyecto-país y un gobierno de unidad nacional que sume a todos, que incorpore a todos, que solo deje afuera a aquellos pocos para quienes la violencia es un dogma… y un negocio.
Ni sumisión ni revancha: ¡cambio en paz!
Los que queremos a Venezuela somos mayoría. No la Venezuela de la sumisión, la del “Comando antigolpe” y de los “Clap”, la del silencio logrado por el miedo y por el hambre; tampoco la Venezuela de la revancha, la de los irresponsables que desde un teclado ubicado a veces muy lejos llaman a otros a dejar su sangre sobre el asfalto. Aunque unos y otros intenten callarla o usurparla, la Venezuela que quiere y exige cambio pacífico, cambio para bien, la Venezuela que exige soluciones y no “desenlaces”, es ampliamente mayoritaria. A esa Venezuela nos debemos. Por esa Venezuela seguiremos luchando, siempre, toda la vida. ¡Pa’lante!
RADAR DE LOS BARRIOS / Jesús «Chúo» Torrealba / @chuotorrealba