Comenzó la temporada caraqueña de teatro con una pieza del aclamado Román Chalbaud
Con un ensayo general para la prensa y una función privada para los ejecutivos del Centro Cultural BOD e invitados especiales, comenzó la temporada 2017 del gran sainete venezolano Reina pepeada de Román Chalbaud, dirigido con precisión por Jorge Souki, con un equilibrado elenco, dentro de una pulcra escenografía corpórea, creada por Ricardo Morales, y la producción general de Douglas Palumbo.
Este segundo montaje de Reina pepeada (el primero fue en agosto de 1996), el cual se mostrará hasta el próximo 22 de febrero en el BOD, reitera la calidad dramatúrgica y la visión sociológica de Chalbaud, plasmada con un sencillo argumento preñado de arquetípicos personajes, francamente delineados, para enseñar a una Venezuela, sin caer en compromisos politiqueros y sociales. Ahí está su mapa personal sobre este país, el cual ahora, más que nunca, tiene gran vigencia, particularmente, porque plasma la descomposición humana surgida en sus ciudades y desmitifica a la sociedad entera partir de sus personajes marginales y marginados, vistos con compasión e ironía, como solamente lo pueden aquellos auténticos escritores que retratan a sus pueblos. No es un discurso político sino una descarnada arenga social para un país que difícilmente quiere cambiar.
Reina pepeada, con acto único de 90 minutos y un solo ambiente, transcurre en el año 1996, dentro de la modesta arepera caraqueña Reina pepeada, ubicada frente al Congreso Nacional. Cuando empieza la obra, se realiza una manifestación en las inmediaciones del Capitolio Federal, que es reprimida con disparos y gases lacrimógenos, por lo que el establecimiento no puede abrir para recibir a su clientela. A través de sus dueñas, Casilda y Reina, quienes llegaron del interior del pais a finales de los años 50, Chalbaud hace una revisión de los acontecimientos políticos de todas esas décadas de la democracia nacida después de Pérez Jiménez. Ellas, la hiperadeca Casilda (Caridad Canelón), que funge de cocinera, y su hija Reina (Norkys Batista), la cajera, han luchado mucho para mejorar económica y socialmente. Reina ha tenido muchos amantes que la chulearon y el último es Benito (Aroldo Betancourt). Estas dos mujeres tienen como empleado a Juan de Mata (Oswaldo Maccio), un homosexual amadamado que para redondearse la quincena trabaja como travesti en un centro nocturno y sueña con ser un afamado escritor porque pergeña una novela testimonial sobre todas sus vicisitudes existenciales; un grato personaje teatral de quien todos se enamoran.
Durante la mañana de un lunes, Reina vuelve a recibir a Benito, el marido del que se había separado después de descubrir que la engañaba, así mismo Juan de Mata le confiesa a Casilda que vive un romance con un agente de policía (Homero Díaz) y sin que lo esperaran aparece Alberto (Eulices Alvarado), el hijo malandro de Reina, quien muy a su manera defenderá a su madre de las intenciones nada honestas de Benito y su amigo Jeremías (Carlos Sánchez Torrealba), para despojarla de tres mil dólares que tiene ahorrados.
El final llega y las mujeres vuelven a quedar abandonadas por todos los hombres que por ahí pasaron, ya que siguieron sus destinos. Hay mucho humor, pero queda una desazón porque Casilda y Reina tendrán que proseguir, y ahora sin más ayuda que la de los nuevos clientes, porque han sido siempre usadas por los hombres a quienes dieron sus almas y cuerpos. Es una oda al amor verdadero, sin compromisos, pero que exige lealtad, todo el tiempo, a la pareja.
E.A. Moreno-Uribe
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