Este momento excepcional no ha derivado en una fractura del Estado nacional gracias a la vocación de paz de la mayoría del pueblo venezolano, a la fortaleza institucional demostrada por la mayoría los poderes públicos y a la firmeza democrática y constitucionalista de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana
Hilar fino es la frase con que la sabiduría popular expresa la necesidad de actuar con precisión, frente a una circunstancia compleja. Sin duda, que el contexto nacional e internacional obliga a la revolución bolivariana a evitar dar puntadas en falso.
En el contexto nacional, la decisión al margen de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por parte de la mayoría contrarrevolucionaria en la Asamblea Nacional, de decretar el abandono del cargo de un Presidente en ejercicio evidente de sus funciones constitucionales y de mantenerse en desacato a las decisiones de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), constituye una amenaza latente a la vida democrática de la república que no podemos soslayar.
Se suma esta afrenta institucional a la agresión económica continuada contra nuestro pueblo, sobre cuyas consecuencias ya hemos escrito en artículos anteriores. Como lo señaló el presidente Maduro en su discurso anual, que debió presentar ante el TSJ, vivimos un momento excepcional de la república.
A mi entender, este momento excepcional no ha derivado en una fractura del Estado nacional gracias a la vocación de paz de la mayoría del pueblo venezolano, a la fortaleza institucional demostrada por la mayoría los poderes públicos y a la firmeza democrática y constitucionalista de nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
En el contexto internacional se verifican graves conflictos en África, Medio Oriente, Ucrania y peligrosas tensiones en la península asiática, todos promovidos por la élite imperial guerrerista de los Estados Unidos de América. En nuestro continente, la vuelta al poder de la derecha neoliberal y la agresión imperial contra los gobiernos democráticos populares ha introducido graves perturbaciones a la integración y a la estabilidad de nuestra región.
Todos los pensadores y analistas hablan de una nueva era con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. El mundo y nuestra América Latina aguardan expectantes cuáles serán las consecuencias para la humanidad de esta nueva era, que pocos apuestan a que sea buena. ¿Será nueva de verdad? Ya veremos.
En todo caso, el panorama nos obliga a tomar nuestras propias decisiones políticas, institucionales, judiciales y económicas. A ser precisos, en la ubicación de los cuadros en las instituciones y en la valoración y disposición de las fuerzas políticas y sociales, para afrontar estos desafíos que como pueblo sabio y libre tenemos que vencer.
Es la hora de escuchar, procesar y actuar con firmeza, pero con humildad y sin improvisación, para poder encontrar la ventaja estratégica que nos permita preservar y expandir la soberanía, la paz, la igualdad y la democracia participativa y protagónica en nuestra Patria.
Finalmente, hoy quiero dedicar unas letras para Fabricio Ojeda, ejemplo de lealtad auténtica a los principios que se profesan. Fabricio tuvo la opción de “acomodarse” en el poder y seguir convocando en nombre del “llamado espíritu democrático del 23 de Enero” a defender una democracia burlada, pero ¡no!, escogió denunciar la traición y transitar el camino del martirio.
El mejor homenaje a Fabricio es no “acomodarnos” en el poder y estar atentos cada día para que nadie invoque, engañosamente, el espíritu de la revolución bolivariana, como se hizo con el “espíritu del 23 de enero”, para ocultar desviaciones y defender odiosos privilegios.
Merecido reconocimiento el traslado de los restos de Fabricio Ojeda al Panteón Nacional. Honremos su memoria, siendo leales a los principios que profesamos. ¡Honor y gloria!
Elías Jaua Milano