Los miembros de la Comunidad Ignaciana En Todo Amar y Servir (Cietays), de la iglesia de San Francisco, llevaron regalos para los 85 estudiantes del centro educativo
“Ah, Ah, atención”, gritó el padre José Martínez, sacerdote jesuita de la Iglesia de San Francisco. Y todos contestaron a gritos: “Sí, sí, sí señor”. Repitió el llamado y la respuesta fue aún más estruendosa. Esto ocurrió en el Instituto de Educación Especial Bolivariano Paraíso, la escuela de niños especiales ubicada en los alrededores del Parque La Paz.
Eran niños de la Cota 905, de Antímano y Catia, de sectores populares. Como otros años, los profesores Nelly y Willmer llamaron a Martínez hace dos meses para tener la Paradura del Niño en este centro educativo.
“Pedí con dos meses de anticipación juguetes a los asistentes a nuestras misas de San Francisco, y poco a poco fueron apareciendo algunos. Pero sobre todo fue la ayuda del sacerdote Numa Molina, quien nos dio algunos de los que había conseguido para Ciudad Caribia. En total, eran 85 juguetes para niños y niñas. Invité a participar en la Paradura a miembros de la Comunidad Ignaciana En Todo Amar y Servir (Cietays).Y el miércoles 18 de enero estábamos 18 personas listas para llevar alegría a estos niños”, contó Martínez, quien actualmente lleva adelante Ejercicios Espirituales en cinco zonas de Caracas con el apoyo de un grupo de laicos.
“Vayan por todo el mundo a llevar el mensaje de amor y generosidad. Vayan a la Escuela de Niños Especiales de El Paraíso a llevar amor y felicidad a niños y maestras. Para ellos nosotros representamos a los apóstoles y mensajeros de Jesús. Nos debemos portar como ellos”, fueron las palabras del sacerdote a las personas que el miércoles pasado lo acompañaron en esta actividad.
Al llegar a la escuela, comenzó la fiesta. Los niños se pusieron en círculo. Se hicieron unos juegos iniciales y comenzó la Paradura. Estaban dos niños vestidos de José y María, pero sin el niño. Unos decían que se había perdido (como ocurrió después a los 12 años); otros que alguien lo había robado, y lo tenían escondido en alguna casa. Pero, de pronto, aparecieron los padrinos (hombre y mujer) que ya traían una estatuita del Niño Jesús, envuelto en paño blanco.
Willmer, uno de los profesores y Marbella, integrante de Cietays, con sus cuatros comenzaron a entonar: “Al portal nos vamos/con gran alegría/a adorar al Niño/el hijo ‘e María”. Y todos repetían la estrofa.
Se comenzaron a mover dando vueltas por el patio, siguiendo a los padrinos y al Niño: “Miren al Niñito/ cómo está paseando/ahí con sus padrinos/que lo van llevando. San José y la Virgen/se están admirando/de ver a su Niño/que lo andan paseando”.
Después vino el reparto de juguetes. Cada caja llevaba el nombre del agraciado. Un profesor de la escuela iba leyendo los nombres. Al escucharlo, el niño venía corriendo a recibir el juguete. Su maestra le decía que dijera “Gracias”, e inmediatamente aparecían celulares por todas partes para tomar fotos a los muchos que rodeaban al niño.
“La Paradura del Niño envuelve una magia especial y más cuando se celebra en una escuela con niños que presentan compromiso cognitivo y provienen de un entorno social donde difícilmente viven una experiencia de este tipo”, dijo Lina Coriat, miembro del instituto educativo, quien agradeció a los voluntarios su apoyo y buena disposición.
La profesora Milka Tablante destacó el gesto solidario de una actividad que resultó divertida, amena y educativa. Resaltó, además, “la organización y esfuerzo por parte del grupo para poder cristalizar la entrega de tantas donaciones que se convirtieron en sonrisas y bendiciones en los rostros de nuestros niños”.
“Para nosotros es una emoción ver la carita de alegría de cada niño, eso nos llena de felicidad”, dijo la auxiliar Jeisy Báñez.
La escuela obsequió a los miembros de Cietays con empanada y jugo de caña. Y por todas partes andaban los niños felices con sus juguetes. Algunos habían abierto la caja, otros lo harían en sus casas. Pero los más felices eran la directora de la escuela y las profesoras. A la pregunta de ¿cómo lo has pasado?, la respuesta era unánime y llena de risa: “Maravilloso. Creo que es una buena forma de evangelizar”.