Las sublevaciones son producto de la falta de legitimidad de los gobernantes que desconocen la voluntad de las mayorías
Pocos son los casos en nuestra región en los cuales un gobernante derrocado retoma el poder por la presión y movilización popular. En Argentina, en octubre de 1945, la clase trabajadora se moviliza para rescatar a su líder Juan Domingo Perón, vicepresidente del país y Secretario del Trabajo, preso en ese momento por la presión de la oligarquía y la embajada de los EE.UU., que veían con temor la acción de él a favor de la organización y las demandas de los trabajadores del campo y la ciudad. Más de millón y medio de personas se concentraron en la Plaza de Mayo y no se movieron hasta verlo en libertad y ratificado en sus funciones.
En Bolivia, 1951, un golpe militar auspiciado por el gobierno de EE.UU. y la oligarquía criolla desconoce el triunfo electoral de Víctor Paz Estensoro. Después de la represión, el pueblo se reorganiza y se subleva formando las milicias armadas de obreros y campesinos, y en abril de 1952 derrocan al ejército. El movimiento popular victorioso impone el retorno y la toma del poder del presidente electo, quien realiza la nacionalización de las minas de estaño, decreta la reforma agraria y otras innovaciones sociales.
En Venezuela, en abril de 2002, las élites tradicionales y el gobierno de EE.UU. llevan a cabo un golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez para detener las reformas sociales a favor del pueblo que él implementaba. La sociedad se manifestó de diversas maneras para lograr la restitución de la democracia, los buhoneros sacaban de sus artículos las hojas volantes para incitar a la protesta contra el gobierno de facto, los motorizados jugaron un papel importante como factor de movilización al palacio de Miraflores y al Fuerte Tiuna, epicentros de la concentración política, para romper el silencio de los medios de comunicación. La población se movilizaba en buses desde las ciudades dormitorios hacia Caracas y cuando la policía detenía los transportes, proseguían su misión caminando. Producto de la presión popular en los cuarteles, las tropas desobedecieron las órdenes de sus superiores y en asamblea decidían desconocer a los usurpadores del poder.
Los intelectuales conservadores analizan las protestas y levantamientos como un factor de perturbación para la gobernabilidad. Por el contrario, las sublevaciones son producto de la falta de legitimidad de los gobernantes que desconocen la voluntad de las mayorías. Los levantamientos populares también pueden servir para fortalecer las instituciones y profundizar la democracia en el aspecto social y participativo.
Roberto Torres
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales
FACES-UCV