Crónica de la Calle: La ropa o la vida

«Guillermina también se conmocionó, evidentemente, y le pidió a Dios encarecidamente que aquello no le pasara, más porque no la desnudaran que por otra cosa…»

Guillermina lamentó una noticia publicada por el periódico local: unos delincuentes secuestraron una unidad de transporte entre Guatire y Guarenas y no solo robaron todo y amedrentaron a todos, sino que ordenaron que todos se desnudaran y se llevaron la ropa

7:00 am

Guillermina es una mujer adaptada a estos tiempos. Compra sus teticas de café, leche, azúcar y hasta de lactovisoy, así como sus mallitas de tomate, cebolla, papa y zanahoria. Lo cotidiano, pues. Así pasa sus días, alargando la pensión todo lo que puede, comiendo lo que puede. Ya pasa de 60 años y pesa menos de 40 kilos.

Si está frente al televisor y advierte una cadena, le irrumpe en la vida el escudo nacional o la imagen presidencial le impide ver lo que desea, rápidamente se cambia a un canal de cable, porque dice que si bien la está pasando mal, tiene al menos el derecho a no escuchar sandeces ni mentiras. «No a la tortura», bromea con su vecina, que antes defendía al gobierno, pero parece que ahora no, porque ya no tiene respuestas para las realidades que le golpean en la cara a diario.

Cuando Guillermina escucha de un nuevo aumento se asusta, le tiembla el cuerpo. Y no porque sea economista ni porque conozca mucho del tema, sino que siente que cada vez que le aumentan la pensionsita, la comida sube al doble, el pasaje igual, la subsistencia se le pone cada vez más difícil. «Hasta dónde va a llegar el alto costo de la vida», se pregunta. Y nadie le sabe responder, ni porque haga esa pregunta a gritos.

3:00 pm

A Pepe no le pareció mucho la importancia del desfile en honor del General del Pueblo Soberano, no porque discutiera si el hombre fue bueno o malo, sino porque cree que ahora mismo la patria debe estar más pendiente de él, que no come bien, que de gastar unos cuantos millones de bolívares en una parada militar que al final no deja nada, sino que sirve para engolarle el ego a unos pocos.

Aún así, patriota como es, vio parte del desfile y le llamó muchísimo la atención que el mismo no era solo militar, sino también cívico. Le llamó particularmente la atención el paso de la carroza con unas personas muy sonrientes a la hora de sacarse el bendito carnet patriótico. «Como si da mucha risa pasar horas esperando que te atiendan para que te den un plástico que tú no sabes para qué es», se lamentó. «Ni siquiera sé para qué me preguntaron si tenía buenos mis dienticos; yo me saqué la plancha y se la mostré al muchacho», le contó a su mujer al llegar de hacer esa tarea, siempre con la esperanza de salir de abajo.

Viendo el paso de la carroza del carnet, Pepe se preguntó si aquello era necesario, si acaso no era hacer una fiesta innecesaria con algo que aún no le da ningún beneficio al pueblo. «Por eso es que hay gente que se burla a veces de nosotros», le comentó Pepe a un amigo. Pintan villas y castillos y cuando uno cae en la realidad termina decepcionándose; no sería la primera vez», agregó. «Hacer una carroza alegórica del carnet es como si el traje típico de Miss Venezuela en el concurso ese hubiera incluido una bolsita Clap, al fin y al cabo ya forma parte de nuestra realidad», sentenció, mientras su amigo sonreía.

8:00 pm

Recientemente, Guillermina lamentó primero y luego rió de lo lindo con una noticia publicada por el periódico local: unos delincuentes secuestraron una unidad de transporte entre Guatire y Guarenas y no solo robaron todo y amedrentaron a todos, sino que ordenaron que todos se desnudaran y se llevaron la ropa. El hecho conmocionó a la opinión pública local, porque esa nueva modalidad del atropello a la ciudadanía parece instaurarse en la zona.

Guillermina también se conmocionó, evidentemente, y le pidió a Dios encarecidamente que aquello no le pasara, más porque no la desnudaran que por otra cosa. ¿Te imaginas yo mostrando los pellejos que me ha dejado esta dieta obligada?», le preguntó a su hermana Juana, quien soltó una carcajada. «Si con ropa no me veo, incluso parece que lo que me pongo siguiera colgando en un gancho, imagíname en pantaleta a cielo descubierto y a plena luz del día», se imaginó. Juana no contestaba de la risa. Al final le dijo: «Eso es lo que hay, Guillermina, ¿qué le vamos a hacer?»

Edward sarmiento / ewdard42 / esarmiento@diariolavoz.net

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