La MUD y el gobierno ya no son representantes legítimos de sus seguidores, porque no han sido capaces de estar a la altura de las exigencias que la coyuntura país exige
El pueblo venezolano quiere respuestas y acciones concretas que le permitan, por lo menos, satisfacer sus necesidades primarias de alimentación, salud y seguridad. Pero ni la MUD parece representar los intereses de quienes se oponen al gobierno, ni el gobierno tampoco representa los intereses del chavismo. Si nadie se siente representado por nadie, entonces es urgente nuevos referentes políticos tanto en el ámbito del gobierno como de la oposición.
La dinámica política está trancada en “dimes y diretes” de lado y lado, donde ambos bandos se acusan mutuamente de la grave crisis que hoy padece la sociedad venezolana. Lo cierto es que el pueblo ya está cansado de tanta “saliva”, de tanto discursos llenos de “vacuidad”, de mesas de diálogo en las que no se dialoga, de la política del insulto, de diagnósticos sociales y económicos, de controles que ya no controlan, de planes que no se “planean”, de acuerdos que nadie respeta, de marchas y contra marchas que marchan a la desesperanza.s
La política es el arte de usar el poder para satisfacer las necesidades de la sociedad, en especial de los más vulnerables; no el uso del poder para agudizar las necesidades de los grupos más desfavorecidos. El poder en la política es una herramienta para colocarla al servicio de todos y todas, no para colocar a todos y todas al servicio de quien tiene el poder político.
La MUD y el gobierno ya no son representantes legítimos de sus seguidores, porque no han sido capaces de estar a la altura de las exigencias que la coyuntura país exige, porque su preocupación fundamental es la de resguardar el poder que han obtenido, y por otra parte, acceder a como dé lugar a los espacios políticos que los otros ocupan. Ambos se encuentran de espaldas a los clamores de justicia que la ciudadanía emite desde cualquier rincón del país, desde las necesidades no satisfechas, desde el estómago vacío, desde la impotencia ante la inseguridad, desde la carencia de un medicamento, desde la mirada perdida de niños y niñas, desde los abrazos de despedida, desde la desesperanza y la frustración.
Cuando una casa se está incendiando, no nos ponemos a discutir sobre el origen del fuego y sus propiedades. O comenzamos a culparnos unos a otros, o nos ponemos a realizar un análisis de las posibles causas, o iniciamos una campaña contra los pirómanos. Tampoco invitamos a otros para que sean testigos de cómo se quema, mucho menos hacemos encuestas a ver cómo la gente prefiere que se apague el fuego. ¡No! Eso quizá es importante, pero no es lo urgente. Lo inmediato es apagar el fuego, porque allí se nos puede ir la vida de una familia entera, y eso es lo prioritario. Ante una situación así, todos necesitamos tomar un tobo, una manguera, y unir esfuerzos para mitigar el fuego, sin importar si estamos enemistados con los dueños de la casa, si es de otra religión, de otro partido, de otra ideología, sin importar si somos enemigos, sin importar nada, porque la vida está por encima de cualquier diferencia.
El país se está quemando y lo que los ciudadanos esperamos, independientemente, de qué lado de la acera nos encontremos, es que tanto la MUD como el gobierno, por encima de sus diferencias, asuman los desafíos de la actual coyuntura con la altura política que ella requiere, porque la vida y la tranquilidad de todo un país depende de estas acciones. El país requiere agua para apagar el fuego que la está consumiendo, no gasolina, porque, de lo contrario, vamos a tener que llegar a acuerdos y consensos alrededor de sus cenizas, lo cual sería un escenario lamentable y deplorable, cuya responsabilidad recaería, sin duda alguna, sobre quienes hoy se presentan como representantes políticos de los diversos sectores de la ciudadanía venezolana.
César A. Henríquez M.
aporrea.org