El mantenimiento en el poder del Gobierno no se debe al apoyo popular, perdido totalmente como lo muestran: el rechazo del 85 % en las encuestas, sus movilizaciones escuálidas y el terror a hacer elecciones
Con motivo de la celebración gubernamental del 4 de febrero, la cual efectúa el Gobierno todos los años desde hace 18 años, en recordatorio y celebración del golpe de Estado dado por Hugo Chávez y un grupo de militares del llamado Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), ocurrido en 1992 contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez, he escuchado y leído la calificación de “rebelión cívico militar” para lo que fue un golpe de Estado sin participación de civiles, más allá de algunos loquitos que se quedaron esperando les entregaran unas armas que nunca llegaron. El actual régimen lo llama de esta manera por esa costumbre aprendida de los cubanos, quienes deben haberlo aprendido a lo mejor de los soviéticos, de cambiarle el nombre a las situaciones políticas y sociales, para ajustar de esa forma su significado a los intereses de la claque dominante.
Pero no solo el Gobierno llama así al fracaso militar ocurrido entonces, también lo señalan de esta manera gente enfrentada al gobierno de Maduro, pero que comparte con éste su origen golpista, participativo o solidario. Una posición distinta, objetiva y valiente, sobre el golpe y su participación, fue la efectuada en su cuenta Twitter por el teniente coronel Jesús Urdaneta Hernández, fundador del MBR-200 y líder de los alzados del 4 de febrero. Este militar, hoy productor agropecuario, dijo: “fue un error y una deshonra haber formado parte del 4F. Jamás imaginé que sería la plataforma para la infamia”; “¿Qué celebran este 4F? Hambre, muerte, desidia, desolación, pobreza, indolencia, corrupción? 4F tragedia nacional, tragedia de mi vida”; “Participé el 4F con una esperanza de cambio positivo para el país. Hoy quienes lo celebran representan el engaño y la traición”.
No hubo ninguna rebelión cívico militar. El pueblo asistió como espectador de los hechos, algunos alegres, otros en rechazo y la mayoría sin saber exactamente lo que pasaba y su significado. Tampoco salió a las calles a respaldar al gobierno de Carlos Andrés Pérez, como quisieron hacer ver los gobernantes de entonces, también manipuladores como los de ahora, aunque éstos han demostrado serlo en grado máximo. El grupo insurgente era totalmente desconocido y no se sabían sus motivaciones ni propuestas. El pueblo estuvo ausente, como lo señalé en artículo en Últimas Noticias del 11-2-1992 (p 56); decir lo contrario es una vil manipulación que en nada se acerca a la realidad de lo sucedido. Es una racionalización de sus actores o de quienes hoy son sus herederos, para tratar de pasar a la historia como héroes o para justificarse consigo mismos.
Por otra parte, el mantenimiento en el poder del Gobierno no se debe al apoyo popular, perdido totalmente como lo muestran: el rechazo del 85 % en las encuestas, sus movilizaciones escuálidas y el terror a hacer elecciones. Se sostiene solo por el apoyo militar, que permite la represión en las calles por la GNB, la PNB, el Sebín y los colectivos armados, y la prisión de sus opositores, dado el control total de jueces, tribunales y del Poder Moral.
Luis Fuenmayor Toro