En cuanto a Latinoamérica y Venezuela, persiste la incógnita sobre la actitud que adoptará definitivamente, y se desconoce si intentará una relación más respetuosa o si, al contrario, profundizará el esquema neoconservador
El señalamiento que más se ha extendido a la hora de evaluar el desempeño de la Mesa de la Unidad es el de la ausencia de una definición de una estrategia clara y unitaria. Ese es el núcleo de las divergencias y no la integración de la directiva. Como se sabe, unos sectores son partidarios de avanzar hacia las elecciones de 2018. Otros consideran que debe impulsarse una rebelión de calle y el derrocamiento militar de Nicolás Maduro. Y algunos grupos apuntan a la intervención extranjera como factor decisivo.
En las últimas semanas han tomado la iniciativa quienes consideran que debe dársele prioridad a la opción de una intervención extranjera. Algunos estiman que debe ser así, porque no habría fuerzas disponibles para un alzamiento militar y el proceso electoral es visto como muy lejano. Una acción no deseable, pero impuesta por las circunstancias. Mientras que, para otros, representa no solo la sustitución del mandato del gobernante o la superación de desviaciones y errores, sino además la única manera de modificar las bases del igualitarismo social que hace parte de la cultura política nacional y de alinear a Venezuela en el dispositivo geopolítico estadounidense.
Los partidarios de una intervención extranjera se encontraban en un plano seguro en el marco de una presidencia de Hillary Clinton, cuya visión está enmarcada en el pensamiento neoconservador que estipula un ordenamiento mundial bajo la supremacía estadounidense, al margen del derecho internacional. Pero la elección de Donald Trump ha abierto un período de incertidumbre, porque éste se mostró partidario durante su campaña de una política más realista en relación a Rusia y en el manejo de los conflictos del Medio Oriente. En cuanto a Latinoamérica y Venezuela, persiste la incógnita sobre la actitud que adoptará definitivamente, y se desconoce si intentará una relación más respetuosa o si, al contrario, profundizará el esquema neoconservador.
Por el momento, se sabe que un sector republicano se ha dispuesto a inclinar la balanza hacia una política de intervención en el hemisferio a cambio de poner sus votos en el Congreso a favor de los requerimientos de Trump en otras materias. También cuenta el peso de Florida en la reciente definición de las elecciones. Ya le fue asignado como cuota a este sector el Departamento del Tesoro al ser nombrado el cubanoamericano Mauricio Claver-Corona, como asesor de enlace de la presidencia con ese organismo. Del mismo modo pudiera interpretarse que un trato con Rusia significaría el respeto mutuo de las “áreas de influencia”. Tampoco hay que olvidar el gusto de Trump por el espectáculo, lo que lo pudiera llevar a una acción hostil hacia Venezuela, que le serviría para obtener un respaldo interno bipartidista y el de varios gobiernos latinoamericanos.
Vistos estos hechos y consideraciones, pudiera esperarse de Trump que siga la senda de Obama y, más aún, que acelera la marcha de acciones de intervención. Sin embargo, no todo está dicho y no puede darse una respuesta definitiva.
Leopoldo Puchi