Esta derecha que vive amargada, engañada y frustrada, con cualquier convite se entusiasma y cree (o le hacen creer) que ahora sí van a arrasar con el pueblo chavista
La derecha siempre rodando. Nuevamente la sifrina se anota un mohoso «éxito» tomándose una selfie con el presidente Trump, ignorando que ya la mitad del planeta empieza a entrar en pánico, pendientes de si el último disparate del personaje incluye bombardear, arrasar, amedrentar o bloquear a algún imaginario enemigo. Atrás quedó la promesa aquella de dedicarse exclusivamente a los espinosos y conflictivos asuntos internos del imperio norteamericano. Lo de no seguir amedrentando a los demás países del mundo fue pura cháchara. Un amague no más.
Es verdad que Trump aún no ha tenido tiempo suficiente para confirmarle al mundo las razones de sus temores. Sin embargo, tiene bajo su mando la maquinaria militar más sanguinaria e inescrupulosa del planeta. Es solo cuestión de tiempo para que un inestable y alocado Trump vaya llenando su palmarés de muertes, sangre y destrucción. Si hasta el Premio Nobel Obama nunca dejó oxidar los mortíferos misiles, presionado por los halcones de Washington DC.
Por eso, cuando la sifrina dice con insensata alegría y brillo en los ojos que Trump «está con el pueblo de Venezuela», debemos estar alertas y prevenidos porque vendrán nuevas arremetidas del imperio.
En la casualísima «conversa de pasillo» con Míster Trump, de seguro no mencionó el prontuario delictivo del líder neofascista Leopoldo López, responsable de La Salida violenta del año 2014 donde murieron 43 personas. Todo es un juego de doble rasero. Si al líder de un partido neofascista como Voluntad Popular se le ocurriese quemar preescolares (con los niños adentro), incendiar autobuses (con los pasajeros adentro) o ejecutar acciones terroristas en cualquier ciudad de Estados Unidos, de seguro que hubiese sido condenado no a escasísimos 14 años de cárcel, sino que le hubieran aplicado varias cadenas perpetuas. La campaña mediática es de tal magnitud que han logrado «abstraer» y «camuflar» los crímenes de López hasta convertirlo en un candoroso beato, paladín de la democracia y los derechos humanos. Es una burla. Los pueblos del mundo no deben olvidar nunca a las víctimas de López, a los huérfanos y viudas que sus irresponsables acciones violentas generaron por todo el país.
Pero volviendo al icónico selfie, sale retratado Trump con cara de circunstancias, de obligación, de asepsia ante el odioso compromiso. Es un guion recontra repetido y hasta aburrido. Pero para esta derecha que vive amargada, engañada y frustrada, con cualquier convite se entusiasma y cree (o le hacen creer) que ahora sí van a arrasar con el pueblo chavista. La euforia se esfumará con el tiempo. Casos peores hemos presenciado. Lamentamos recordar varios tragicómicos montajes consumados por los amos del valle. La más desastrosa fue la Maricori que salió por el mundo tirándoselas de «canciller itinerante», usurpando las funciones de otros poderes y al final se quedó sin su curul. Nadie puede olvidar sus pálidas canillitas alumbrando en la mismísima Casa Blanca junto al mentecato de George Bush. Pues han desfilado varios presidentes por el Despacho Oval y aún aquí manda la revolución bolivariana, aún manda el pueblo venezolano. No la burguesía, no la oligarquía y mucho menos los sifrinos del valle.
Lo que es cierto, y temen con razón los políticos de la derecha (a quienes nunca invitan para esas fotos de familia), es que ante cada ataque o agresión del imperio, las fuerzas revolucionarias y el pueblo se unen como un todo en una cruzada de defensa de la soberanía y la integridad de nuestra patria. Esto no pueden entenderlo los pitiyanquis que viven arrodillados besando las diabólicas pezuñas del Tío Sam. La moraleja por la cual siempre rueda la derecha, es desconocer que cuando nos atacan nos unimos más. Somos un pueblo orgulloso y rebelde que no se arrodilla ante nadie. Si nos señalan como una «amenaza inusual y extraordinaria», nosotros decimos que somos un pueblo de paz. Cuando falazmente acusan a nuestro vicepresidente Tareck El Aissami de «presunto narcotraficante», nosotros respondemos la infamia demostrando que, sin la DEA en Venezuela, nuestro país aumentó las capturas y deportaciones de narcotraficantes solicitados por Interpol e incrementamos el derribó de sus avionetas del mal. Pedimos, por el bien de la humanidad, que la Organización Mundial de la Salud atienda de manera urgente la gravísima pandemia que consume y pervierte a más de 30 millones de ciudadanos norteamericanos: la drogadicción.
Volviendo al tema de los disparates de la MUD, lo que está claro es que a la derecha maltrecha ya se le agotó la creatividad. No le quedan más artistas, bufones o «notables» con quién seguir tomándose selfies, hacer verbenas o sacar irascibles comunicados acusando a Venezuela de «opacidad» o de «erosión» de la democracia. Pura verborrea estéril para gritarlo ante los medios. Son términos inventados por una frustrada derecha que no encuentra la fórmula mágica para tumbar al gobierno. Ellos son los golpistas, son demócratas de pacotilla. Afuera del país suman chequeras y palmaditas de apoyo de las rancias derechas y corporaciones mundiales, pero dentro del país nadie los sigue y apoya en sus irresponsables locuras.
La nonagésima reorganización de la MUD es el reflejo de esta desbandada. Nuevamente pretenden esconder sus trapitos y diferencias bajo la alfombra. Pero el martirio y la inmolación a la que fue sometido Chúo Torrealba evidencia que los cuchillos están afilados. Cada quién vela exclusivamente por sus intereses y negocios. La imposibilidad de asaltar el poder tiene locos de remate a estos malcriados sifrinos.
Richard Canán
aporrea.org