«No puede ser que estemos haciendo arepas de harina con cal, propias para hacer tamales»
10:00 am
Cuando Manuel, agradecido, recibió por primera vez la caja del Clap, se quedó al mismo tiempo sorprendido. No podía creer lo que estaba viendo. Era comida, sí, pero no era comida nacional. Toda esa comida era mexicana.
Aún así está agradecido porque por fin llegó la caja del Clap y le va a poder dar alguito de comida a sus hijos. Pero se resintió en su libertad.
Cuando vio la harina de maíz se sorprendió más, porque no era Harina Pan, la conocida, ni Harina Juana. Era harina Maseca, una harina especial para el mercado mexicano porque permite hacer la masa para los tamales y todo el tipo de tortas que elaboran por allá.
Maseca es una marca que ofrece a los consumidores harina de maiz nixtamalizado. «Vaya usted a saber», pensó Manuel, pero, acucioso como siempre, encendió la computadora, se metió en Google y buscó el término. «La nixtamalización es el proceso mediante el cual se realiza la cocción del maíz con agua y cal, para obtener principalmente el nixtamal que, después de molido, da origen a la masa que a su vez servirá para la elaboración de tortillas, tamales, etc», se explica en el portal de Wikipedia. «¿Es en serio?», se preguntó Manuel. «No puede ser que estemos haciendo arepas de harina con cal, propias para hacer tamales», se quejó. «No sé de qué te quejas», le recriminó su mujer. «La vecina me dio a probar la otra vez y las arepas quedan igualitas, saben bien», le contó.
Lo cierto es que todos los productos de esa caja son mexicanos, no solo con harina de maíz nixtamalizado, sino con mayonesa con limón, salsa de tomate mini, atunes importados y paquetes de pasta de 200 gramos, raros en este mercado.
«¿Esto es libertad?», se preguntó Manuel. «Libertad es que yo pueda ir al supermercado y comprar el producto que yo quiera, de la marca que yo quiera, del precio que yo quiera», le espetó a su esposa. «Pero con este sistema que ha impuesto el gobierno uno tiene que comer lo que le dan».
2:00 pm
Apenas llegó la caja al barrio, ya todo el mundo estaba preparado. «No, vale, no pasa nada, tienes que hervirla, le echas miel, un poquito de sal y ya está», contó alguien. «Queda igualita, la dejas reposar y haces tus arepas como si nada», dijo otro, alimentando leyendas y cuentos de cómo preparar la masa mexicana, cada quien agregándole un paso sin saber exactamente del asunto.
Pese a que la comida es importada, la gente agradece que por fin tiene para comer, aunque sea por un rato.
A Manuel, empero, le inquieta un poco que la masa mexicana es ligada con cal. «No sabía que eso se podía hacer; para mi es algo nuevo», le dijo a su esposa. «No es como la harina de nosotros, que es elaborada justamente para hacer arepas», explicó.
9:00 pm
Llegó la hora de probar aquello. La mesa estaba servida. Manuel, receloso, tomó su arepa y le dio un gran mordisco. «¿Viste que es igualita?», le preguntó su mujer. «En realidad sabe bien, solo que es un poco pastosa, como la masa esa de maíz que uno compra en la calle», explicó. «De resto todo bien», agregó y agradeció la comida, aunque no dejó de pensar que se estaba metiendo un alimento ligado con cal. «¡Qué arrecha es la vida!», se dijo para sí, al tiempo que se preguntaba el por qué comer alimentos mexicanos. «¿Dónde están las empresas de comida expropiadas por el gobierno?», se preguntó. Y miró al cielo, buscando respuestas.
«Todos los productos de esa caja son mexicanos, no solo con harina de maíz nixtamalizado, sino con mayonesa con limón, salsa de tomate mini, atunes importados y paquetes de pasta de 200 gramos, raros en este mercado…»
Edwar Sarmiento