Si se respeta la soberanía de otros países, en este caso de Venezuela, el Congreso estadounidense debería proceder a derogar la llamada Ley de protección de la sociedad civil venezolana
Hay dos afirmaciones del presidente estadounidense, Donald Trump, que pudieran indicar cuál será el rumbo político que adoptará definitivamente con relación a nuestro país. La primera, de su reciente mensaje al Congreso:
«Respetamos la soberanía de los países, pero tienen que respetar la nuestra. Mi trabajo no es ser representante del mundo, sino del pueblo”. La segunda, un comentario realizado en la antesala de la reunión con el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski: «Tenemos un problema con Venezuela, lo están haciendo muy mal».
Estas dos afirmaciones, que se entiende que reflejan el pensamiento Trump, pudieran muy bien servir de base para las conversaciones y el reinicio de nuevas relaciones que apunten a estrechar lazos de colaboración en diferentes áreas. Para este fin, el primer paso que debería dar Trump es designar un emisario personal para discutir el asunto con una agenda viable y realista.
Hay que destacar que en su discurso, Trump situó el concepto de soberanía como un eje de las relaciones internacionales y, sobre todo, habría que resaltar que habló del respeto de la soberanía de los otros países.
Simplemente tomando en cuenta este punto, bastaría para que las relaciones entre Caracas y Washington mejoraran.
Trump ha puesto como condición que se respete la soberanía de su país, asunto que no está en discusión: Venezuela no es una amenaza, más allá de las tonterías que se digan, ni ha tomado acciones que violen la soberanía estadounidense. Hasta Barack Obama lo ha expresado así.
Si se respeta la soberanía de otros países, en este caso de Venezuela, el Congreso estadounidense debería proceder a derogar la llamada Ley de protección de la sociedad civil venezolana, puesto que, como se sabe, la protección del territorio y de la población solo corresponde a los Estados respectivos de cada nación. Es lo elemental de la soberanía.
La otra afirmación de Trump (“Venezuela lo está haciendo muy mal”, es una opinión que no tiene por qué entorpecer las relaciones. Mucha gente, dentro y fuera, piensa así. Cualquiera puede pensar que la gestión o las políticas públicas de otro país “van muy mal” y que esto representa “un problema”.
También son numerosas las personas y los gobernantes que piensan que Trump “lo está haciendo muy mal”, lo que es “un problema” para todos. Sea esto falso o cierto, grave o leve, lo que no puede aceptar Estados Unidos, por “respeto a la soberanía”, es que gobiernos extranjeros “arreglen” sus problemas internos. Tampoco Venezuela.
La visión expuesta por Trump es distinta a la de sus antecesores, que consideraban que Estados Unidos podía intervenir en otros países sin que priven los asuntos de soberanía y sin que la soberanía propia estuviera amenazada.
Ahora, está por verse si Trump cumplirá con el compromiso adquirido frente al Congreso o si sus palabras se las llevará el viento. Por el momento, los pasos que ha dado van en un sentido contrario a sus declaraciones. Del dicho al hecho, hay un largo trecho.
Leopoldo Puchi