Venezuela: reto y compromiso

«En 2015 obtuvimos las tres victorias esperadas:  en mayo realizamos exitosamente las elecciones primarias de la oposición, en agosto logramos el acuerdo que nos permitió la tarjeta única, y en diciembre arrasamos en las elecciones parlamentarias…»

Es hora de asumir la promoción y conducción de la calle social, esto es la lucha de los venezolanos contra el hambre, contra la falta de medicinas y en demanda de seguridad, y orientar esa lucha a la exigencia del cambio político urgente

Desde septiembre de 2014 hasta el pasado viernes 17 de febrero ejercimos la Secretaria Ejecutiva de la Mesa de la Unidad Democrática. Nos toca hoy hacer un inventario de lo logrado y de lo que aún es necesario alcanzar.

En el lapso septiembre-diciembre del año 2014 logramos reunificar la oposición, entonces amargamente escindida en dos sectores al borde la fractura.

En 2015 obtuvimos las tres victorias esperadas:  en mayo realizamos exitosamente las elecciones primarias de la oposición, en agosto logramos el acuerdo que nos permitió la tarjeta única, y en diciembre arrasamos en las elecciones parlamentarias, obteniendo la victoria electoral más grande de toda la historia política venezolana: dos terceras partes del parlamento nacional.

Todo eso lo logramos porque tuvimos una unidad recuperada, un plan común y una dirección colectiva, y además porque logramos una alianza social que hasta entonces había sido esquiva: la alianza entre los pobres de siempre y los empobrecidos de ahora, entre la urbanización y el barrio, entre la clase media y los sectores populares.

Esta victoria inmensa de la estrategia electoral, pacífica, constitucional y democrática obtenida al cierre del 2015, generó en 2016 un gran capital político. A la luz de los hechos, resulta evidente que ese inmenso capital político no fue administrado con eficiencia y responsabilidad.

En efecto, se produjeron en 2016 dos dinámicas, simultáneas y contradictorias: mientras en el país y en el mundo crecía el apoyo a la Mesa de la Unidad Democrática, al interior de la alianza afloraron contradicciones entre partidos y liderazgos.  Mientras los venezolanos vivieron una auténtica epopeya ciudadana, firmando, validando sus firmas, marchando y protagonizando jornadas tan memorables como la Toma de Caracas del 1º de septiembre y la Toma de Venezuela del 26 de octubre, al interior de la alianza democrática las discrepancias entre agendas particulares hicieron mayor la distancia entre la lucha de los venezolanos y la victoria que esa lucha merecía.

Hay que reconocer con coraje que, tras el despojo del Referendo Revocatorio, la Unidad Democrática se quedó sin política, y en su lugar algunos sectores e individualidades solo atinaron a esgrimir iniciativas que, aunque discutibles, fueron poco debatidas:  la “marcha a Miraflores”, el llamado “Juicio Político al presidente” y la “declaratoria de abandono del cargo”. Una marcha no es una estrategia, el “juicio político” no existe en la Constitución y la falta de eficacia política del llamado “abandono del cargo” hoy salta a la vista: la sociedad democrática venezolana sigue necesitando diseñar y ejecutar unitariamente una estrategia que logre convertir en poder político la sólida mayoría social que indudablemente somos.

Capítulo aparte merece el llamado “proceso de diálogo” que se realizó del 30 de octubre al 6 de diciembre de 2016: al evaluar  la experiencia de diálogo intentada en Venezuela entre el 30 de octubre y el 6 de diciembre de 2016, es evidente que la razón fundamental de su fracaso es el incumplimiento del régimen, y otra razón muy importante para su desafortunado desenlace es una grave falla de diseño del proceso mismo, al no prever mecanismos para garantizar el seguimiento y cumplimiento de los acuerdos. Pero hay una tercera razón de ese fracaso, hasta ahora no reconocida, explicada ni asumida: el diálogo fracasó también porque la oposición llegó al mismo sin tener claridad ni consenso alrededor de qué objetivos buscaba en ese proceso, y el mismo fue asumido sin el necesario apoyo técnico y respaldo profesional, a pesar de que ese apoyo existía y estaba disponible.

Todos los logros son patrimonio del pueblo en lucha. Como coordinador y vocero que fui de la alianza, asumo la responsabilidad de todas las fallas.  Zanjado así el problema que a algunos paraliza, de la “culpabilidad” y sus costos, como ciudadano llamamos a toda la sociedad democrática a construir un camino seguro para superar la crisis, vencer al régimen, lograr un nuevo gobierno y reconstruir la nación, y en esa dirección nos permitimos sugerir diez puntos concretos:

1. Asumir, respetar y proyectar a la MUD como dirección política de la sociedad democrática venezolana.

2. Definir una estrategia común que establezca el tipo de transición a la democracia, el modelo de Gobierno de Unidad Nacional y el Proyecto de Reconstrucción Nacional que esos gobiernos van a aplicar.

3. Asumir la promoción y conducción de la calle social, esto es la lucha de los venezolanos contra el hambre, contra la falta de medicinas y en demanda de seguridad, y orientar esa lucha a la exigencia del cambio político urgente.

4. Asumir la promoción y conducción de la calle electoral, esto es realizar las elecciones primarias de la oposición y poner en la calle a miles de candidatos a gobernadores, alcaldes, diputados regionales  y sus equipos.

5. Aprovechar las elecciones primarias para consultar a la población sobre aspectos esenciales de la estrategia y la táctica democrática, para que además de elegir candidatos, tales candidatos tengan un mandato claro del pueblo opositor.

6. Promover conjuntamente con la lucha de calle la lucha institucional y el cerco internacional, un proceso de negociación política asertivo y transparente.

7. Optimizar la relación con la mayoría que está contra Maduro, pero que hoy es escéptica sobre la MUD, con el pueblo que fue chavista y con el chavismo no madurista

8. Definir una política clara, respetuosa, constitucional y republicana sobre el rol institucional de la Fuerza Armada Nacional en la transición a la democracia y en todo el proceso de reconstrucción nacional, basada en las previsiones establecidas en el artículo 328 de la Constitución.

9. Definir una política clara hacia los actores económicos, trabajadores y empresarios, basada en el respeto y promoción de la propiedad privada y de la libertad de trabajo.

10. Articular la inmensa solidaridad internacional con la lucha democrática del pueblo venezolano.

Para enfrentar ese reto y asumir ese compromiso hemos decidido transformar lo que alguna vez fue solo un voluntariado electoral en una alianza de organizaciones populares en una red de líderes comunitarios y en una plataforma de servicios para apoyar a todo aquel que esté en lucha por sus derechos, sin importar a qué partido, sindicato, comunidad o gremio pertenezca. Esa alianza, esa red, esa plataforma solidaria es «la fuerza es la unión». Y desde allí seguiremos luchando, desde el activismo social y la comunicación popular, como humildes militantes de la Unidad,  por la justicia social, la libertad y la democracia. ¡Pa’lante!

 RADAR DE LOS BARRIOS / Jesus «Chuo» García

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