Los paralelismos históricos muchas veces son engañosos, tienen poca consideración de las especificidades de cada momento en la vida de una sociedad y en muchas ocasiones prevalece la idealización
La fecha histórica del 23de enero ha venido siendo utilizada como un modelo de referencia para representar la naturaleza de los cambios que pudieran tener lugar en la situación política nacional y como referencia para la elaboración de estrategias y visualizar mecanismo de acción.
Es un paradigma que tiene la ventaja de ser un camino que resultó exitoso y, además, está legitimado como un hecho positivo de manera consensual.
Sin embargo, los paralelismos históricos muchas veces son engañosos, tienen poca consideración de las especificidades de cada momento en la vida de una sociedad y en muchas ocasiones prevalece la idealización.
La dictadura de Marcos Pérez Jiménez fue una de esas clásicas dictaduras latinoamericanas, ancladas en el surco del militarismo, que pretendía llenar el vacío de hegemonía de las clases altas, muy débiles para construir una institucionalidad capaz de garantizar orden y funcionalidad.
Su origen no era la deliberación política ni el sufragio universal, sino la preeminencia de una corporación organizada nacionalmente y que disponía de las armas.
Su fin como estructura organizativa dominante en la conducción del Estado fue el resultado de la pérdida del sostén de esas mismas clases altas que lo venían respaldando; de una cierta movilización de las clases medias y de sectores populares y de las contradicciones internas del estamento militar.
Luego de que Marcos Pérez Jiménez es derrocado por un alzamiento militar es que irrumpen las multitudes en las calles de todo el país como protagonistas de una acción que logra imponer una institucionalidad democrática, sin retrocesos.
Se produce una ruptura absoluta, un orden político completamente diferente es adoptado y la élite dirigente, política y social, así como sus seguidores, es perseguida y excluida del nuevo sistema.
El uso más conocido de esos episodios para orientar estrategias en la Venezuela de hoy es el que hacen quienes plantean el derrocamiento militar de Nicolás Maduro e invocan el 23 de enero como metáfora para su legitimación. Pero también se le da otros usos, más significativos y hasta peligrosos para el destino del país.
Este es el caso de quienes conciben en términos de una ruptura absoluta con el sistema vigente la derrota del Gobierno por métodos electorales, que sería una suerte de “23 de enero electoral” que tendría las mismas consecuencias para el sistema actual y para quienes en la actualidad están al frente del Estado que la que tuvo el 23 de enero de 1958 para los perezjimenistas: su destierro del sistema y su exclusión de las instituciones.
Esta visión conduciría a que, luego de un triunfo electoral de la oposición, se construiría un modelo sin pluralismo político efectivo, puesto que al acto electoral se le endosan las mismas condiciones constituyentes que tendría un derrocamiento militar. Un método distinto al golpe militar, pero al que se le atribuyen consecuencias idénticas. No habría alternancia sino ruptura. La pregunta que queda en el aire es: ¿se puede suicidar un grupo dirigente?
Leopoldo Puchi