Las buenas intenciones no preñan, mi estimado vicepresidente; esta nueva guerra del pan o contra los panaderos también la perderá el gobierno
Hace un tiempo atrás publiqué aquí mismo en Aporrea, un artículo titulado: «Los huevos de Arreaza», donde conté el fracaso de la regulación de los huevos por parte del entonces vicepresidente de marras. Hoy el nuevo y flamante vicepresidente Tareck El Aissami promete a todos los venezolanos con la cara dura característica de estos vicepresidentes que con ciertas medidas aparecerá el pan y se acabarán las colas sobre todo en Caracas que es donde al parecer más pan se come.
Las medidas a implementar son las siguientes: pan pa´todo el mundo desde que se abra hasta que se cierre la panadería, con lo cual se supone que se acabarán las colas; prohibir el préstamo entre panaderías de algún tipo de materia prima; la presencia in situ de un representante del consejo comunal, de la Guardia Nacional Bolivariana o de un miembro integrante de los Clap; usar el 90 % de la harina recibida para hacer pan y el otro 10 % restante para cachitos, pastelitos, palmeritas, tortas y afines; y por último la construcción de cien panaderías en los barrios de Caracas. Supone entonces el Vicepresidente panadero que con estas medidas el problema fue resuelto.
Déjenme decirles antes de que las medidas se apliquen, que éste plan también fracasará, y lamentablemente porque quien va a pasar más trabajo del que ya estamos pasando es el pueblo venezolano. Las buenas intenciones no preñan, mi estimado vicepresidente; esta nueva guerra del pan o contra los panaderos también la perderá el gobierno. Es cierto que en esto de la harina, el pan, las colas, también hay mucho panadero vivaracho, pero no creo que sean todos, porque eso sería asumir que todos los venezolanos los son y eso no es así.
Mientras el gobierno se empeñe en subsidiar productos para un determinado sector (en este caso el panadero) que a su vez son necesitados por otros tantos centenares de miles de personas, el problema jamás se acabará. Según los sabiondos, son unas mil panaderías en Caracas, y unas nueve mil en todo el país; hasta ahí vamos bien. ¿Pero dónde quedan las cuentas de los miles de negocios que se dedican a la venta de tortas, pasteles, empanadas, dulces, tequeños, pizzerías, agencias de festejos que fabrican pasapalos y afines, que no consiguen la harina porque son negocios informales, que no tienen registros ni nada de eso?, ¿dónde creen ustedes sabiondos que esta gente va a buscar la harina? Ah, ya sé, se la van a comprar a los inescrupulosos panaderos a quienes el gobierno, supongo que con buena intención, les vende un bulto de harina de 45 kilos en 13 mil bolívares, sin tomar en cuenta que estos se pueden voltear y vender al mejor postor el kilo de harina en tres mil, cuatro mil y hasta cinco mil bolívares. Así que un panadero, empleado, familiar, amigo, puede obtener una ganancia de hasta ciento setenta mil bolívares por saco. Ah, pero supongamos que la eficiencia del vicepresidente panadero es tal que consigue llevarle la anhelada harina a todos estos negocios que no son panaderías, que no son negocios formales registrados, ¿dónde dejan a los millones de venezolanos que no conseguimos la harina de trigo ni para un remedio?, ¿saben dónde la compramos? En el mercado negro, que se produce por la terquedad de querer mantener el subsidio en el precio de la harina sin abastecer toda la demanda, sino una parte muy pequeña de ella.
Cuando el venezolano común, el dueño del negocio informal, vendedor de pasteles, de empanadas, de chilenas, de tequeños, de pizzas y el panadero puedan comprar la harina en la bodega, abasto, supermercado o mayorista, donde les plazca, sin ninguna otra limitación que su capacidad de pago, el problema se habrá resuelto, señor vicepresidente panadero. Fácil, ¿no? Mientras, aquí ni siquiera se podrá aquel viejo refrán que reza: a falta de pan, buenas son tortas …porque tampoco habrá tortas.
José Gregorio Zambrano Aguilar
aporrea.org