El giro xenófobo y conservador en muchos de los países miembros sitúa a la Unión en el juicio de los electores
Las boutades o malacrianzas de Trump hacia nuestra América nos distraen de lo que ocurre en el continente europeo y su icónico modelo de integración, que esta de cumpleaños.
Este 25 de marzo se celebran 60 años de la firma del tratado de Roma, que dio origen a la Unión Europea.
Nadie discutirá el éxito de una aventura que ha contribuido a la prosperidad y la estabilidad de un continente devastado por dos guerras mundiales y luego dividido por la Guerra Fría. Desde 1989, sin embargo, el mundo ha cambiado. En el contexto de la dinámica «Brexit-Trump» no es tiempo de avanzar, sino de defender el espacio ganado. El giro xenófobo y conservador en muchos de los países miembros sitúa a la Unión en el juicio de los electores; Farage, Le Pen, Wilders, Petry o Salvini amenazan con destruir su moneda, su mercado, en fin, su unidad. A pesar de que las recientes elecciones holandesas rompieron la tendencia con una clara victoria para la centro derecha, el suspenso se prolonga de cara a las presidenciales francesas.
Para satisfacer las aspiraciones latentes, los 27 presidentes y primeros ministros que se reunirán para conmemorar la fecha, deberán jugar a proteger al tiempo que permiten la oposición, lo contrario de la tradicional ampliación de las libertades por consenso.
Europa es el mascarón de proa de todos los amantes de la libre circulación típica de la globalización, pero Bruselas pareciera haber perdido la visión de los ciudadanos más sedentarios que ven en esto no una oportunidad, sino un «caballo de Troya” que pone en peligro su puesto de trabajo, su seguridad, su vida. El apoyo de los ciudadanos ha caído notoriamente. Solo el 35% considera positiva la UE, 17 puntos menos que en el 2007.
La UE está en crisis justamente cuando pareciera más necesaria pues el retorno al Estado individual y la moneda nacional, que propugnan los euroescépticos y la extrema derecha, dejarían aún más indefensos a ciudadanos y gobiernos frente a las amenazas de seguridad y al inmenso poder de las multinacionales y el sector financiero. El texto del comunicado que suele leerse en estas ocasiones está siendo objeto de arduas negociaciones, debido a las divergencias entre Europa occidental y oriental sobre cómo debe replantearse la gobernanza regional en una Europa que avanza a “distintas velocidades».
Finalmente, habría que decir que si bien la paz de ahora se da por descontada, las guerras de los Balcanes y la actual guerra civil de Ucrania muestran que lo impensable puede producirse cuando estallan las tensiones y fracasan las instituciones.
María Gabriela Mata Carnevali
matacarnevali@gmail.com