En su empeño de querer aplicarle la Carta Democrática Interamericana (CDI) a Venezuela, este personaje no se para en mientes a la hora de forjar falsos argumentos
Desde el momento en que asumió la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA), el señor Luis Almagro ha devenido en un furibundo enemigo de la revolución bolivariana, tendencia que en ningún momento evidenció cuando ejerció el cargo de canciller del presidente de Uruguay, José Pepe Mujica, y mucho menos cuando aspiraba a ser elegido para el cargo que ahora ostenta, oportunidad en la que buscó el apoyo de los gobiernos progresistas de América latina, particularmente el del gobierno bolivariano.
Adiós y despido
Pero, una vez electo, inmediatamente comenzó a testimoniar su real vocación de agente recalcitrante del imperialismo estadounidense para la región nuestra americana; tan es así que el propio Pepe Mujica, al observar los primeros movimientos de este personaje en su nuevo cargo, enfocado de manera obcecada en contra del gobierno bolivariano y a favor de la derecha apátrida venezolana, le escribió una determinante y elocuente carta en la que le manifiesta su rechazo a tan deleznable conducta y su decisión de romper las relaciones políticas que, por años, venían manteniendo, despidiéndose con un categórico: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible. Por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”.
Pues sí, solo repudio merece la conducta de un personajillo como Almagro, a quien, por cierto, otro de sus paisanos, el laureado comentarista de la televisión venezolana, Walter Martínez, haciendo uso de un manejo fonético, lo alude como onagro, equiparándolo con el asno salvaje al que se le asigna tal nombre y que se caracteriza por un escalofriante rebuznar; siendo eso, prácticamente, lo que viene haciendo desde que está en la OEA, fungiendo de caporal de las pretensiones imperialistas estadounidenses.
En su empeño de querer aplicarle la Carta Democrática Interamericana (CDI) a Venezuela, este onagro no se para en mientes a la hora de forjar falsos argumentos como de que en Venezuela rige una dictadura presidida por el dictador Nicolás Maduro, en la cual se violan de manera sistemática los derechos humanos, en especial a los supuestos presos políticos y en la que el gobierno ha demostrado incapacidad para satisfacer las necesidades más básicas de los venezolanos, razones suficientes, según sostienen él, la derecha internacional y la oposición apátrida venezolana, para que la OEA proceda a instrumentar la CDI, lo cual vendría a ser el preámbulo de la pretendida intervención yanqui en nuestro país.
Orquestada acción
Donald Trump, el recién estrenado presidente estadounidense, haciendo gala de la inveterada “preocupación” de los gobiernos estadounidenses por la suerte de los países latinoamericanos y caribeños, ya comenzó, también, a mostrar su “benevolente preocupación” por la situación venezolana y se ha dedicado a contactar personalmente o por teléfono a presidentes de varios países, a los más afines con los intereses yanquis, planteándoles su visión de que “Venezuela es un problema” e inquiriéndoles, se entiende, a orquestar una acción común para enfrentar el tal “problema”.
Está claro que la preocupación del nuevo inquilino de la Casa Blanca no está al margen de lo que viene adelantando el onagro en la OEA, propiciando la injerencia extranjera en nuestro país, así como tampoco de las acciones que realizan tanto la derecha internacional como la venezolana en sus reiterados esfuerzos por pretender aislar y derrocar a la revolución bolivariana.
Uno de esos presidentes contactados fue Pedro Pablo Kuzciynski, del Perú, quien declaró, haciendo alarde de su reconocido rastracuerismo pro-yanqui, que los Estados Unidos no tenían que preocuparse con Latinoamérica, “pues, es como un perro simpático que está durmiendo en la alfombrita y no genera ningún problema”, desconociendo, por una parte, la inclaudicable histórica resistencia que han mantenido los pueblos nuestroamericanos, reivindicando su dignidad y la defensa de las soberanías nacionales y asumiendo, por otra parte, que Venezuela, es un “problema”; sí, y en ello le va la razón, nuestro país es, a mucha honra, un gran obstáculo para los planes de dominación imperialista en esta región del mundo.
Trump, quien en su discurso inaugural manifestó que los Estados Unidos, durante su gobierno, no se iban a inmiscuir en los asuntos internos de otros países, en el caso venezolano, contrariamente, ya ha dado muestras evidentes de que su real intención es continuar con la estrategia injerencista que hacia Venezuela caracterizó la gestión de sus dos antecesores, los inefables Bush y Obama, denotando la verdadera naturaleza imperialista estadounidense, denunciada tempranamente, hace ya cerca de 200 años, por el Libertador Simón Bolívar.
Vocación perruna
No hay dudas que en América Latina, desde hace años han existido figuras que han fungido como perros falderos del imperialismo, que se han desvivido por demostrar su condición servil, sacrificando el bienestar y el porvenir de sus pueblos, en aras de demostrar su vocación perruna ante los designios imperiales; la lista es larga y resultaría extenso enumerarla en esta oportunidad, pero sí, hay que remarcar que en la actualidad hay unos cuantos de esos sujetos que estando al frente de los gobiernos de sus países están más que dispuestos de accionar en la OEA contra la Venezuela bolivariana, si con ello se congracian, aún más, con sus amos del norte.
Pero, como siempre ha ocurrido en estos 18 años de período bolivariano, el tiro les saldrá por la culata, no podrán concretar su show, orquestado por el onagro Almagro, bien porque no cuentan con las dos terceras partes de los votos requeridos, pues, el sentimiento de solidaridad que despierta Venezuela, a nivel continental, es muy grande o, más aún, porque, como dijo Chávez, aquí tenemos un pueblo con suficientes cojones que no se dejará arrebatar las conquistas que ha logrado y está por lograr con la revolución chavista y bolivariana.
NOTAS PARALELAS / Miguel Ugas