Estados Unidos llevó a cabo este viernes un bombardeo contra una base aérea en Siria, que fue condenado duramente por Rusia, principal aliado de Damasco, tres días después de un presunto ataque químico que conmocionó al mundo.
Moscú pidió una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU unas horas después de la primera acción militar estadounidense contra el régimen de Bashar al Asad.
Este ataque fue ordenado el jueves por la tarde por el presidente Donald Trump, quien siempre se había mostrado opuesto a cualquier intervención directa en Siria.
Hacia las 03h40 (00h40 GMT) dos buques estadounidenses situados en el Mediterráneo lanzaron 59 misiles de crucero «Tomahawk» contra la base aérea de Al Shayrat, situada cerca de la ciudad de Homs, en el centro de Siria.
Esta «flagrante agresión» causó «seis muertos, heridos e importantes daños materiales», indicó horas más tarde el ejército sirio, sin precisar si las víctimas eran militares o civiles.
La agencia oficial Sana anunció la muerte de nueve civiles en las ciudades cercanas.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH) indicó por su parte que siete soldados murieron y que el aeropuerto «fue casi totalmente destruido: los aviones, la pista, el depósito de fuel y el edificio de la defensa aérea han sido pulverizados».
La televisión rusa afirmó que nueve aviones fueron destruidos, difundiendo imágenes de hangares y de una pista de aterrizaje ligeramente dañados.
‘No es suficiente’
En un solemne discurso en la televisión desde su residencia en Florida, Donald Trump explicó que estos ataques estaban «asociados al programa» de armas químicas de Damasco y «directamente relacionados» con los «horribles» acontecimientos del martes.
Ese día, un bombardeo atribuido al ejército sirio contra la localidad de Jan Sheijun (noroeste) dejó al menos 86 muertos, incluidos 27 niños. Las imágenes de las víctimas agonizantes conmocionaron al mundo.
Los servicios secretos estadounidenses establecieron que los aviones que realizaron este ataque salieron de la base Al Shayrat, conocida como un lugar de almacenamiento de armas químicas antes de 2013, según el Pentágono.
Con el rostro muy serio, el presidente Trump instó a las «naciones civilizadas» a detener el baño de sangre en Siria.
En dificultad desde hace varios meses frente al régimen, la coalición de la oposición política siria dio la bienvenida a la operación estadounidense. Pero «atacar un único aeropuerto no es suficiente (…) El mundo entero debe ayudar a salvar al pueblo sirio de las garras del asesino Bashar (al Asad) y de sus secuaces», declaró Mohammad Allouche, miembro del Alto Comité de Negociaciones (ACN).
La presidencia siria calificó este viernes los bombardeos estadounidenses de acto «irresponsable» e «idiota».
«Todo lo que ha llevado a cabo Estados Unidos es únicamente un acto idiota e irresponsable, y revela su visión a corto plazo (…) y su ceguera en los planos político y militar» indica en un comunicado.
La televisión del Estado había calificado previamente el ataque de «agresión».
El presidente ruso, Vladimir Putin, consideró por su parte que se trataba de una «agresión contra un Estado soberano». «Esta acción de Washington causa un perjuicio considerable a las relaciones entre Estados Unidos y Rusia, que ya están en un estado lamentable», declaró el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov.
‘Acción unilateral’
Al acusar a Moscú de haber eludido sus responsabilidades, el jefe de la diplomacia estadounidense, Rex Tillerson, había pedido el jueves la salida del presidente Asad, cuando, una semana antes, parecía haberse contentado con su mantenimiento en el poder.
Los responsables estadounidenses no indicaron si va a haber una continuación y posibles nuevos ataques.
Esta incertidumbre sobre la estrategia de Washington hace que los expertos sean prudentes.
«La neutralización de esta base no va a alterar el equilibrio de las fuerzas en el conflicto. El régimen mantiene ventaja pero no tiene los medios humanos para avanzar en varios frentes a la vez», considera Tim Eaton, del ‘think tank’ Chatham House en Londres.
Para Reed Foster, del instituto Jane’s, la puerta quizás está abierta a mayores intervenciones estadounidenses y occidentales destinadas a «debilitar las capacidades militares sirias en un momento en el que la dinámica está de parte de las fuerzas sirias apoyadas por Rusia».
Estas fuerzas buscan actualmente recuperar los últimos bastiones de los rebeldes, especialmente en la provincia de Idlib, y de los diferentes grupos yihadistas como la organización Estado Islámico (EI).
La decisión de Trump fue bastante bien recibida por los otros países implicados en la crisis siria, como Turquía y los países europeos.
El presidente francés, François Hollande, anunció que París iba a «estar en la iniciativa» para «relanzar el proceso de transición política en Siria» en «el marco de Naciones Unidas si es posible».
Hasta ahora, ninguna iniciativa diplomática ha conseguido establecer un duradero alto el fuego en un país donde ya han muerto más de 320.000 personas desde marzo de 2011 y millones han huido de sus casas.
En el verano de 2013, el predecesor de Donald Trump, Barack Obama, decepcionó a los países árabes que apoyan a la oposición siria al renunciar a atacar al régimen sirio después de un ataque con armas químicas cerca de Damasco, que causó más de 1.400 muertos.
En ese momento, el magnate inmobiliario, Donald Trump, instó a través de Twitter a Obama a no intervenir en Siria.
Washington pasó esta vez a la acción después de establecer que el régimen sirio había utilizado en Jan Sheijun «un agente neurotóxico que tiene las características del sarín», según un alto responsable de la Casa Blanca.
AFP