La ama de casa venezolana Valentina Uzcátegui tramitó en una casa de cambio de Maracaibo, Venezuela, la compra de 300 dólares, en un proceso aparentemente sencillo. Pero para retirar el dinero, el máximo permitido por las reglas cambiarias del país, necesitó días y un viaje de 400 kilómetros a Colombia, reseña Reuters.
En enero, el Gobierno socialista de Nicolás Maduro abrió una pequeña válvula de escape a su férreo control de cambio para permitir a los residentes de estados fronterizos con Colombia, como Táchira y Zulia, comprar pesos y convertirlos en preciados dólares en el país vecino.
Y ante el deterioro del bolívar, que alguna vez fue una de las monedas más fuertes de Latinoamérica, miles están recurriendo al mecanismo que al comprar el máximo posible les deja una ganancia cambiaria de unos 180 dólares para adquirir comida o medicinas en un país con escasez, recesión y precios que suben a diario.
Una media docena de personas entrevistada por Reuters dijo que la operación arroja un tipo de cambio de unos 1.200 bolívares por dólar, casi cuatro veces el precio del dólar que se cotiza en el mercado paralelo, de unos 4.300 bolívares. Pero el trámite amerita paciencia y algo más de dinero para el viaje.
Buscando aprovechar la oportunidad, Uzcátegui relató que lo primero que hizo fue solicitar una cita en una de las 10 casas de cambio autorizadas por el Gobierno en zonas de frontera. Cuando se le avisó en un correo electrónico días después que disponían de las divisas, viajó hasta Cúcuta por tierra.
Una vez en Colombia tuvo que aguardar horas detrás de otros 400 venezolanos que también hacían fila. Y antes de llegar a su turno, la casa de cambio cerró.
“Debí volver al día siguiente y nos quedamos en un hotel feo, porque los buenos son costosos”, recuerda la madre de 27 años sobre su periplo iniciado en febrero en el que debió gastar unos 70.000 bolívares adicionales al trámite (16 dólares a la tasa del mercado paralelo).
“Pero con eso pude comprar los repuestos para arreglar el carro”, comentó Uzcátegui, quien logró adquirir más baratas las divisas en Cúcuta, uno de los pocos lugares donde los venezolanos pueden canjear su moneda, fuera de las fuertes restricciones cambiarias vigentes en su país desde 2003.
Miles en la cola
Animada por la ganancia cambiaria que obtuvo, al volver a casa Uzcátegui inició el proceso para poder adquirir una prótesis que necesita su sobrina, afectada por una lesión en una pierna.
En las casas de cambio de Italcambio, la única firma venezolana autorizada por el gobierno para este proceso, ya se han gestionado más de 15.000 transacciones cambiarias, dijo el presidente de la empresa, Carlos Dorado, a Reuters. Atienden hasta a 800 personas a diario y otras 32.000 aguardan por cita.
La firma explica que trabaja con dos empresas “pagadoras” en Cúcuta, a las que hace transferencias electrónicas, por lo engorroso que les resulta importar pesos colombianos a Venezuela para venderlos directamente en sus oficinas.
Desde que inició el mecanismo, Italcambio ha cancelado unos 4 millones de dólares, según dijo a medios locales su dueño, un magnate que también preside Italbank, un pequeño banco en Puerto Rico que desde hace un año actúa como corresponsal para parte de los pagos en dólares del Gobierno socialista.
En cada compra, los clientes reciben unos 720.000 pesos colombianos, el equivalente a unos 250 dólares. Los compradores dejan así unos 50 dólares en comisiones, de acuerdo a facturas vistas por Reuters.
“Nosotros vemos esta operación como una función social, esos 300 dólares permiten a las personas ir a Cúcuta y comprar bienes básicos”, dijo el banquero.
Maduro alegó cuando autorizó el funcionamiento de las casas de cambio que su gobierno lucha contra lo que calificó “mafias cambiarias” que hacen operaciones con pesos y bolívares en Cúcuta, y cuya paridad se usa para referenciar el precio del dólar paralelo en el país.
Pero la alternativa que abrió a los ciudadanos arroja una tasa que casi duplica a los tipos de cambio oficiales que el gobierno, al ver reducidos sus ingresos petroleros, asigna sólo para importaciones que considera “esenciales”.
El precio de todas maneras anima a muchos a intentar la odisea.
Es el caso de Armando Rivera, un entrenador deportivo que vive en la ciudad de San Antonio, al límite de la frontera con Colombia, quien decidió optar por la compra de pesos a través de Italcambio por segunda vez. El dinero de la primera operación lo usó para pagar un seguro médico en el país vecino y ahora regresa con la idea de comprar comida en Colombia.
Pasó casi 24 horas registrando su cita en la página web de la casa de cambio antes de ser atendido.
“Estamos tratando de sobrevivir y agarramos aunque sea con fallas”, comentó.
Por Isaac Urrutia y Anggy Polanco/Reuters