Este pueblo está resteado porque sabe que aquellos que todavía no están hurgando en la basura para buscar que comer, en poco tiempo estarán haciéndolo
“Esos becerros del gobierno creen que lo van a hacer arrugar a uno con perdigones y bombas lacrimógenas”. Así, tajante, con burla, pero sin risa, me soltó sus palabras Manuel, un hombre de unos 50 años, habitante de uno de los barrios de la Cota 905.
Cuando le pregunté por qué él no temía a los equipos antimotines, me dijo: “Coño, Chúo, los malandros en el barrio tienen granadas fragmentarias y fusiles de asalto. El más pendejo tiene una 9 milímetros con sobrepeine. Uno en el cerro está viviendo de ñapa, porque esos tipos no pagan muerto. Si yo tengo que tragar gas lacrimógeno para tener un gobierno decente que nos proteja de los pranes, entonces lo haré una y mil veces. Yo a lo que sí le tengo miedo es a que la vida de mis hijos y mis nietos siga en manos de los criminales que dominan el barrio, gracias al gobierno que los cabronea…”
Razones para estar resteados…
Esa es una de las razones por las que en los últimos días he sido recibido con la misma expresión en Caricuao, en La Vega, en El Cementerio, en Catia, sin que quienes la dicen se hayan puesto de acuerdo: “¡El 19 bajamos..!” Esta no es una consigna. Es la expresión de un pueblo que tiene muy buenas razones para estar resteado.
En efecto, este pueblo está resteado porque sabe que aquellos que todavía no están hurgando en la basura para buscar que comer, en poco tiempo estarán haciéndolo, si la situación del país no cambia.
La gente está resteada porque sabe que la semana que viene, el mes que viene, en cualquier momento, puede sufrir un ACV o un infarto si es hipertenso, o puede quedar sin vista si es diabético, puede convulsionar si epiléptico, pues el tratamiento para tener a raya esas dolencias no se consigue y si se consigue es imposible comprarlo por su alto precio.
Venezolanos en resistencia
Por esas razones es que la marcha democrática que el pasado jueves 13 de abril atravesó todo el oeste popular caraqueño fue multitudinaria: porque los vecinos de Antímano, Caricuao, La Vega, San Martín, El Paraíso, San Juan, Catia, 23 de Enero, Puente Hierro, Santa Rosalía, El Cementerio y El Valle, entre otros sectores populares, saben que el mayor riesgo que corren sus vidas es que la dictadura siga en el poder. No es un asunto de “política”, sino de sobrevivencia: si las cosas no cambian para bien, el venezolano de a pie sabe que en cualquier momento lo puede matar el hambre, la enfermedad o la inseguridad galopante.
Y eso ocurre no solo en los sectores populares de Caracas: la vergonzosa estampida que en Guayana protagonizó Maduro al huir veloz de la furia ciudadana ocurrió no en una urbanización de clase media en Puerto Ordaz, sino en el popular San Félix; la más encarnizada resistencia popular a la represión en Los Teques se produjo en La Matica, el barrio popular más antiguo de la capital mirandina, un espacio comunitario que antes era ampliamente dominado por el oficialismo y donde vivió, cuando aún era pobre, el anterior alcalde pesuvista del municipio Guacaipuro. En Lara, la furia asesina de los grupos paramilitares oficialistas, que hasta el presente ha cobrado ya cuatro víctimas fatales, ha tenido por escenario tanto urbanizaciones en Cabudare como algunos de los barrios mas populares de Barquisimeto.
Así, en toda Venezuela, la resistencia ya no es solo una consigna que se oye en las tradicionales zonas de confort de la oposición, sino que es un grito que retumba en todos los sectores sociales del país. Para lograr ese cambio positivo que responda a las exigencias urgentes de los venezolanos es fundamental mantener presión de calle, y esa presión debe ser decididamente no violenta, porque en ello reside la fuerza política y moral, nacional e internacional, de nuestra lucha.
Oposición dividida
Debemos igualmente cohesionar la Unidad, porque la oposición que necesita el país no es una “oposición dura” haciéndole bullying a una “oposición blanda”, ni una “oposición blanda” interfiriendo iniciativas de la “oposición dura”. En realidad, la unica “oposición conveniente al gobierno” es la oposición dividida, de allí lo absurdo de que, por ejemplo, siendo el estado Lara la entidad en la que con mayor saña criminal han actuado los paramilitares oficialistas asesinando hasta ahora a cuatro venezolanos, sin embargo haya “opositores” que en vez de reclamarle esos muertos al régimen hayan pretendido cobrárselos al gobernador opositor, a quien los paramilitares le asesinaron un oficial de Polilara, Yei Amaro, ¡incluido en esas cuatro víctimas fatales!
Para lograr el cambio necesario, los ciudadanos debemos exigir conducción clara y apoyar con firmeza al liderazgo democrático. “Conducción” no es solamente convocar marchas y protestas. Es también indicar para donde nos llevan esas protestas y marchas. “Conducir” implica guiar hacia un lugar. Si todos estamos de acuerdo en que el cambio es “urgente”, es pertinente entonces que -en ejercicio de esa conducción- el liderazgo democrático explique al país concretamente en que consistirá ese cambio, lo cual permitirá construir las alianzas que permitan darle gobernabilidad al país y sostenibilidad al cambio, pudiendo todos de esa manera apoyar en forma más clara y decidida aun a nuestro liderazgo.
El 19A: reto y oportunidad
Que el régimen debe salir es obvio hasta para los chavistas. Lograrlo en forma constitucional, inclusiva y pacífica es el reto. En ese sentido, la movilización convocada por la Unidad Democrática para el próximo 19 de abril es una excelente ocasión para que el país conozca lo que viene: el futuro de estabilidad, progreso, democracia, inclusión y respeto, que todos merecemos y necesitamos. Porque solo conociendo el proyecto de futuro éste podrá ser apoyado por la inmensa mayoría, garantizando así que el cambio que inevitablemente viene sea una transformación sostenible y para bien. ¡Pa’lante!
«En toda Venezuela, la resistencia ya no es solo una consigna que se oye en las tradicionales zonas de confort de la oposición, sino que es un grito que retumba en todos los sectores sociales del país…»
Jesus Chuo Torrealba