El peor asesino en serie

Javed Iqbal se convirtió en el criminal más buscado en los 53 años de historia independiente de Pakistán, un lugar en donde son muy raros los casos de asesinatos en serie

Javed Iqbal nació en 1956 en la población de Lahore, en Pakistán, siendo el cuarto de los seis hijos de un prominente empresario. Cursó estudios en los mejores colegios privados de Pakistán y cuando los culminó, su padre le compró una gran casa en el campo. Allí estableció una fundición de acero y vivía rodeado de sus empleados, chicos jóvenes a los que daba alojamiento aparte de la paga.

El ingeniero de 42 años era todo un referente para sus vecinos y amigos por su caridad, pues normalmente sus empleados eran huérfanos o niños de la calle, a quienes acogía, les daba trabajo, techo y alimentación, sin embargo, una terrible y macabra verdad estaba por ser descubierta.

Rl verdadero Javed

Javed Iqbal fue detenido en diciembre de 1998 tras enviar una carta a la policía en la que confesaba haber estrangulado a un centenar de jóvenes. En esta carta, el asesino no solo se mofaba de la incapacidad de las autoridades de atraparlo y ponerlo entre rejas, sino que también en ella explicaba cómo había cortado en pedazos los cuerpos de sus víctimas, de las que abusaba sexualmente antes de asesinarlas, para depositar posteriormente los restos en una tinaja con ácido, para hacer desaparecer los cadáveres.

Como era de esperarse, la carta produjo un total revuelo en las autoridades y desencadenó una auténtica caza del asesino. Tras un mes y medio de búsqueda, el hombre fue detenido, no sin antes haber cometido otro de sus grandes actos de sarcasmo: se presentó en la redacción de The News, un periódico de la ciudad paquistaní de Lahore y declaró que no sentía remordimientos por haber matado a 100 niños y que bien podría haber asesinado a 500 de ellos. También aclaró que solo estranguló a 100 fue porque no quiso ir más allá.

Confesó a los periodistas que sus actos fueron en protesta por los malos tratos que sufrió por parte de las Fuerzas de Seguridad y que temía por su vida si se entregaba directamente a la policía. Por ese motivo había decidido acudir al periódico local.

La investigación policial se dirigió directamente a la casa que el ingeniero compartía con sus cómplices. Allí se encontraron las fotografías de 100 niños muertos y las ropas que muchos de ellos llevaban cuando desaparecieron. También se hallaron algunos restos de cadáveres en una tinaja azul.

La mayoría de las víctimas eran procedentes de familias muy pobres o mendigos y en algunos casos habían pasado meses de la desaparición hasta que las familias presentaron las denuncias. Casi todos los infantes fueron identificados por sus allegados, a quienes les fueron mostradas las fotografías. El asesino señaló que estas fotos habían sido tomadas por sus dos cómplices que, según añadió, eran homosexuales, aunque negó que él lo fuera.

Durante el juicio, el ingeniero negó la versión de los hechos que el mismo relataba en la carta que había enviado a la policía y afirmó que había sido detenido por error.

El juicio fue totalmente en contra del asesino, pues 105 testigos de la acusación prestaron declaración ante el tribunal, mientras que de la defensa no se presentó nadie.

La sentencia

Javed Iqval fue declarado culpable y su castigo se realizaría de acuerdo con la “Sha’aria”, (tradicional ley islámica, conocida como la Ley del Talión).

El asesino debería ser ejecutado en el parque público más popular de la ciudad, de la misma manera que él asesinó a sus víctimas.

El 16 de marzo del 2000, una corte pakistaní en la ciudad de Lahore sentenció al asesino serial de niños Javed Iqbal a la pena de muerte. El juez ordenó que fuera ahorcado en presencia de los padres de los niños que asesinó. El juez Allah Baksh Ranja añadió que, después de esto, el cuerpo sería cortado en 100 pedazos y puesto en ácido de la misma manera que Iqbal hizo con sus víctimas.

Sajid Ahmad, uno de los cómplices de Iqbal, de 17 años de edad, fue también condenado a muerte, pues participó en cada uno de los asesinatos.

Mamad Nadeem, de 15 años, fue declarado culpable de los crímenes de trece de las víctimas y fue condenado a 182 años de prisión (14 por cada uno de ellos) y Mamad Sabir, de tan solo 13 años, a 63 años de cárcel.

Tras escuchar la sentencia en una sala abarrotada de público, Iqbal juró por su honor que era inocente, posteriormente firmó el fallo y fue conducido a la prisión. Su abogado defensor, Najeeb Faisal Chuadhry, declaró a la prensa que pensaba apelar a la sentencia y si fuese necesario llevaría el caso ante el Tribunal Supremo.

Si bien la sentencia fue duramente criticada por grupos de derechos humanos, e incluso por el Concilio de Ideología Islámica, la Corte de Lahore no dio paso atrás. Sin embargo, la sentencia nunca llegó a cumplirse, pues el propio Javed Iqbal se adelantó a la ley.

La mañana del 8 de octubre de 2001, cuatro días antes de que la “Sha’aria” rindiera su veredicto final, las autoridades de la prisión de Kot Lakhpat hicieron pública la muerte de Javed Iqbal y su cómplice Sajid Ahmad. Ambos fueron encontrados en sus celdas ahorcados, al parecer, con sus sábanas.

Las autopsias revelaron que ambos habían sido golpeados y algunas declaraciones de guardias y custodios no parecían ser del todo verídicas, pero en definitiva las autoridades dictaminaron el “suicidio” de los acusados.

Cortado en 100 pedazos

Con respecto al caso de Javed Iqad, la Corte de Lahore declaró: “Morirá estrangulado delante de los padres de los niños a los que ha matado y su cuerpo será cortado en 100 pedazos que serán depositados en ácido, como usted hizo con los niños».

Edda Pujadas

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