Se ha producido un cambio en sectores de la centroizquierda y se ha creado una mentalidad de aceptación, como una fatalidad, de la pertenencia al dispositivo geopolítico de Washington
Los políticos, los analistas y la gente común confunden muchas veces sus deseos con la realidad, razón por la cual sus conclusiones sobre los hechos no se ajustan, como deberían, a las realidades de las situaciones analizadas.
Esto ocurre tanto en sectores de izquierda como en grupos de derecha y, las desviaciones analíticas son mucho más grandes en la medida que nos desplazamos hacia los extremos en cada caso. Las exageraciones, los deseos y las esperanzas, invalidan el análisis.
Los medios electrónicos y físicos están plagados de este tipo de opiniones, que al carecer de fundamentación se constituye en un ruido a la hora de las interpretaciones. A estos grupos les ayudaría la lectura de trabajos escritos por estudiosos o conocedores del campo que analizan, sobre todo porque utilizan un método de investigación basado en hechos y datos objetivos, en documentos oficiales y en el establecimiento de similitudes con casos parecidos del pasado.
Las debilidades señaladas se dan en las opiniones sobre lo nacional e internacional y es más enrevesada cuando se trata de concatenar ambos escenarios, en un intento por establecer conexiones y relaciones causales. Un caso típico lo constituye la forma primitiva en que los opositores viscerales analizan las situaciones políticas, electorales o de otro tipo, que ocurren en los países del Alba. Para ellos Correa, Morales y Ortega son iguales a Maduro, y todo lo que opinan de éste, lo cual tampoco es producto de un análisis serio, porque se lo aplican a aquellos gobernantes, sin detenerse en que son países y realidades diferentes, historias desiguales y momentos distintos. Para estos alocados opinadores, Temer es el Capriles de Brasil, Macri el Julio Borges de Argentina y Lasso el Leopoldo ecuatoriano, simplemente porque se enfrentaron a quienes son amigos de la Venezuela de Chávez.
Dilma Rousseff, para estos simplistas del pensamiento político, está bien destituida porque debe ser tan corrupta como ellos creen fue Chávez o es Maduro. No importa que esta consideración no tenga ninguna base, ni que el presidente del Congreso de Brasil, del mismo partido político de Temer y principal acusador de Rousseff, sea quien hoy esté preso por delincuente luego de ser sacado del Congreso brasileño. En su odio a Maduro desean vehementemente que Trump invada Venezuela, y gritan alborozados ante cada declaración del Pentágono, sin percatarse que esto no va a ocurrir por innecesario y que realmente forma parte de la propaganda del Gobierno, para mantenerse hasta o más allá de febrero de 2019.
Pero el primitivismo se extiende a los igualmente fanáticos viscerales del Gobierno, fervientes creyentes de todos los disparates creados por la mente retorcida de quienes nos dirigen. Para ellos, el actual presidente de EE.UU. era, hasta hace poco, el camarada Trump, que les dejaba unos Clap bastante baratos a Maduro, mientras el negro Obama, perdón, el afrodescendiente Obama, era el fascista proimperialista que había declarado a Venezuela “peligro inminente”. Sin duda, apreciaciones de un nivel muy elevado.
Luis Fuenmayor Toro