Un documental sobre el Führer, que fue emitido de nuevo este mes, desvela que su médico personal le llenaba de drogas para que pudiera mantener la vitalidad, además de semen de toro.
En plena Segunda Guerra Mundial, muchos alemanes se enorgullecían de disfrutar de un Hitler lleno de vitalidad. No eran pocos los que atribuían esta energía a su pasión por Alemania y a su deseo de vencer a los aliados.
Sin embargo, un documental que será emitido de nuevo por «National Geographic» en este mes abril, afirma que el Führer se mantenía en ese estado de ánimo gracias a las más de 70 medicinas que tomaba por orden de su médico personal. Entre ellas, destacaba un extracto de semen de toro para aumentar (presuntamente) su deseo sexual.
A pesar de que el documental fue dado a conocer hace varios meses, ha vuelto a copar las noticias debido a que fue emitido de nuevo el 7 de abril en cadena estadounidense «National Geographic». Probablemente, debido a que este fue el mes en que, durante 1945, Adolf Hitler se escondió bajo el búnker de la Cancillería mientras las tropas soviéticas avanzaban hacia Berlín con el cuchillo entre los dientes. No sería raro tampoco que se haya aprovechado esta fecha, pues además este año se cumple el 70 aniversario de la toma de la capital del Reich y de su suicidio.
Un médico que disparaba recetas
Entre otras cosas, los expertos que han colaborado en este documental afirman que Hitler era un hipocondríaco que consumía regularmente varios fármacos (incluyendo tranquilizantes, morfina y metanfetamina) para poder mantenerse «sereno». Para llegar a esta conclusión, los investigadores afirman haber tenido acceso a documentos clasificados del líder nazi -tales como varias cartas enviadas a su médico personal, Theodore Morell- en los que se afirma que el Führer era adicto a múltiples drogas y medicinas.
Y es que, a pesar de que se mostraba como un témpano de hielo de cara a los alemanes, los investigadores que han colaborado en este documental afirman que realmente era un hombre nervioso que solo podía calmarse mediante la ingesta de todo tipo de medicamentos.
Para esa finalidad contaba precisamente con la ayuda de Morell, un hombre que se dedicó a hartarle de pastillas y que, por ello, era odiado por muchos de los oficiales de Hitler. «Morell no mostraba verdadero interés por la política, no era una persona adecuada para estar en el séquito de Hitler. Además solía eructar y tenía un horrible olor corporal», explica en el reportaje Richard Evans, de la Universidad de Cambridge.
Sin embargo, y a pesar de que la misma Eva Braun había solicitado a Hitler que se deshiciera de él, el Führer consideraba que su ayuda era de vital importancia para poder mantenerse mentalmente en forma en todo momento. Así pues, a lo largo de toda la contienda, el médico recetó a su paciente más de 70 medicinas, narcóticos, medicamentos caseros y extraños brebajes alternativos.
Extraños métodos de sanación
Sus curiosos remedios para sanar al Führer se contaban por decenas. En una ocasión, por ejemplo Morell le recetó un método con siglos de antigüedad en el que se usaban sanguijuelas para evitar el estrés. Como este sistema no funcionaba, el médico le dio finalmente un medicamento utilizado por los veterinarios para dormir animales. «El 20 de agosto de 1941 Hitler estaba nervioso, le temblaban las manos y estaba aturdido. Le di una cucharada de Brom-Nervacit y logré que durmiera bien», explica el propio Morell en su diario.
En 1943, cuando la salud mental del nazi estaba empeorando debido a la presión de la contienda, Morell decidió sacar la «artillería pesada» (nunca mejor dicho) y recetar a su paciente medicinas y drogas como morfina y heroína.
A su vez, llegó a inyectar en varias ocasiones a Hitler extracto de semen de toro para que le diera un «impulso de testosterona» cuando se encontraba junto a Eva Braun. Tampoco faltaba en su armario de medicinas el Pervitin, un derivado de la metanfetamina que inyectaba regularmente al Führer.
Últimos días en el búnker
Finalmente, y siempre según el documental, Hitler tomó varias dosis de Pervitin durante sus últimos días en el búnker, una droga que le permitía estar animado a pesar de que los soviéticos ya se hallaban a las puertas de Berlín. De hecho, los expertos consultados por la cadena señalan que fue después de que Morell se marchara de la ciudad (el 22 de abril) cuando el líder nazi empezó a hablar de suicido.