Como una madre, Lisbeth Áñez se ha dedicado a llevarle comida, solidaridad y afecto a los presos políticos venezolanos, en especial a los más jóvenes, a los estudiantes detenidos en 2014 y a los que desde entonces han caído en las garras de la represión
“Mamá Lis” es Lisbeth Áñez. A la 1 de la madrugada de ayer sábado 13 de mayo, en vísperas del Día de la Madre, un tribunal militar la imputó por “traición a la patria y rebelión militar”, le dictó privativa de libertad y designó como sitio de reclusión el Sebín-Helicoide. Como una madre, Lisbeth Áñez se ha dedicado a llevarle comida, solidaridad y afecto a los presos políticos venezolanos, en especial a los más jóvenes, a los estudiantes detenidos en 2014 y a los que desde entonces han caído en las garras de la represión. Con expresa autorización de su autora, la periodista Faitha Nahmens, reproducimos a continuación parte de la semblanza que hizo de Mamá Lis, publicada el pasado 17 de febrero de 2017 en la Revista Clímax. Material indispensable para que el país y el mundo tengan cabal idea de dos cosas: de quien es Lisbeth Áñez, “El ángel de los presos políticos”, y del tamaño de la canallada cometida contra ella y contra todas las madres de Venezuela:
“Parió dos, pero se tomó a pecho -literalmente- el poema de Andrés Eloy Blanco, y tiene todos los hijos del mundo; o casi. Administradora de profesión en horario de oficina, y solidaria por devoción a tiempo completo, a sus intensos cuarentas, una hornada de jóvenes venezolanos con arresto -por valientes más que por su condición de presos-, llama a Lisbeth Áñez Tohmi como Mamá Lis desde que, conmovida por la atroz respuesta oficial a las manifestaciones estudiantiles de 2014, se convirtió en una suerte de ángel custodio y omnipresente de los más de cien muchachos que están encarcelados y aislados de sus familias por razones que no son.
Protectora que se las ingenia para el delivery semanal de comida -y libros, y periódicos, y abrigos- que reúne para los presos políticos más jóvenes, y activista sin partido ni fundación-aunque en tiempos tormentosos el paraguas del Foro Penal Venezolano le ha dado cobijo- ella es lo que es: una institución en sí misma y sobre sus propios tacones; una dama de buen ver y mejores intenciones que va puntual los miércoles, o los jueves, o los sábados, o los domingos, y a su aire, a Ramo Verde, al Helicoide, a El Rodeo, donde aún está un centenar de muchachos habitando un incómodo y tenaz paréntesis. Sus nombres los conoce al dedillo, igual que sus circunstancias (“Jeheremy Bastardo Lugo es el más joven, cumplió 19”, “Efrén Ortega y José Luis Santamaría están en la misma causa”, “Hay concejales y diputados presos, como Renzo Prieto, al que llaman Cristo”).
Comprometida con un montón de seguidores virtuales a los que conmina a ejercer la solidaridad en 3D –“¡No vale rasgarse las venas en el teclado!”- el suyo es el dulce y también fiero regazo de leona donde se han refugiado los hijos nuestros que ella cela; aquellos que tienen la mamá en San Cristóbal y acaban de trasladar intempestivamente a Catia; los que no tienen recursos y comen terrible; los que se cosieron los labios y llevaron gas del bueno hace exactamente tres años.
Mamá Lis no ceja. En la última visita le hicieron quitarse la ropa, y saltar y agacharse, y saltar y agacharse, en lo que sería una improvisada y aturdida coreografía, escenificada en un corralón poco íntimo donde todas serían tratadas como sospechosas bajo la indiscreta mirada policial. La verdad esta requisa -según dice- la tomó por sorpresa, pero admite que siempre es una odisea, una tarea titánica, como diría Teodoro Petkoff, tal vez los gendarmes han aguzado los sentidos luego de tantas fugas -el de TalCual protagonizó dos. Lo cierto es que ahora, con este gobierno, al que la falta un tornillo, porque todos aferran la silla presidencial, es política no respetar a la visita.
Como sea, lo que le importa son sus muchachos, los jóvenes que siguen incomodando al hamponato a cargo …. Todo sea por sus chicos, reitera, los que viven en vilo…. no solo a los que creen en salidas sino también a los que fueron de manos blancas por las calles, los que son miembros de un partido y luchan desde esa plataforma, los que aún confían en Dios. Los rosarios son cuentas regresivas de esperanza. Siempre los llevan al cuello y entre manos. Los fabrican ahí, incluso, en las celdas.
Mujer de paz y de manos dadas a la caricia, Mamá Lis ha tenido en casa hasta a 20 embluyinados sudorosos y en riesgo. Su hogar es abrigo, es puerto de afecto, un llegadero de cuidos prodigados y colchonetas regadas. Su papá, un militar retirado que ha estado preso un par de veces, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez, le aconseja cautela desde el norte, a donde se mudó y desde donde llora el país. En eso ella coincide, el rímel repentinamente es una oscuridad líquida que avanza más allá de las pestañas. “Él teme por mí, pero es que ayudar no puede ser un riesgo, no puedo pensar que verán como un crimen la solidaridad, que es lo que yo hago”, confiesa Lisbeth Áñez.
Siempre pendiente
Los que han salido de la prisión siguen cerca, en contacto umbilical. Ella sabe qué hacen, qué sueñan. Son estos, los atormentados, los que sufren pesadillas, los que están solos con los que siempre conversa por las redes cuando no la visitan. Pero está persuadida de que son los jóvenes, todos, llamados guarimberos o miembros de asociaciones civiles, activos o no tanto, los más expuestos. Juventud, divino tesoro, deviene en carne de cañón. Presos, desencantados, con el pasaporte en la mano, en estampida desde Maiquetía o fajados por el cambio en paz, son los que corren más riesgo. No es apenas cosa de talante, de pasión o de inconsciencia: la violencia es una estadística descomunal y roja que protagonizan los que apenas tienen entre 18 y 25.
Paciencia o no, Lisbeth Áñez Tohmi pensaba que nunca se involucraría activamente en política; bueno, que no militaría en un partido. Así lo ha hecho. Pero el 12 de febrero de 2014 decidió levantarse de la silla frente al Facebook y hacer lo que tenía entre ceja y ceja. Desde entonces prosigue en su afán generoso de ser voz cantante –“Soy la voz de ellos”-, de ser memoria -“Hay gente que cree que ya no hay muchachos presos, ¡si apresan por un tuit!”-, de ser madre coraje, de ser Mamá Lis, en tiempos de escasez de tanto, de justicia, de medicinas, de comida.
Así escribe en las redes: “Hoy día de visita para nuestros héroes, los invito a recordarlos, y a hacer un pequeñito sacrificio apartando de sus mesas una fruta, una verdura, una galleta, un pan, cualquier cosa, no es un mercado, ni siquiera una bolsa, es un solo producto. Tengo muchos amigos en Facebook que frecuentemente me expresan su admiración, y se los agradezco sinceramente. Si cada uno de ustedes aporta un producto, yo podré reunir muchos y llevárselos a ellos. No se imaginan cuánto harán con ese gesto y la satisfacción que se siente al hacerlo…”
Esa es Lisbeth Áñez, la madre que hoy pasará su día en injusta prisión, la que fue solidaria con tantos y hoy necesita y merece la solidaridad de todos. ¡Pa’lante!
RADAR DE LOS BARRIOS / JESUS TORREALBA / @chuotorrealba