Por el descuido de la ética en la política, el ser humano ha dejado de ser el animal político que definieron los griegos
Marco Aurelio fue un emperador romano con una visión pesimista del hombre, al considerar que sus pasiones eran el factor principal de la corrupción del mundo, por lo cual aconsejaba perseguir tan solo aquellos fines que son propios de uno mismo. Fue un duro crítico de los actos inmorales y del poder despótico al que él mismo denominó, irónicamente, «cesarizar», en alusión a la famosa frase: “la mujer del César no solo debe ser honesta; sino también parecerlo”.
Es el hombre sin principios rectos quien altera la profesión política, abusa del poder de manera ilimitada y al hacerlo se convierte en la peor de las bestias. En palabras del sabio Plutarco: “el hombre es la más cruel de todas las fieras, cuando a las pasiones se une el poder”. Por el descuido de la ética en la política, el ser humano ha dejado de ser el animal político que definieron los griegos. El mundo ético es ordenado, en el que las gentes tienen razones para cultivar unas virtudes que su comunidad necesita en un mundo racional.
Marco Aurelio, considerado un buen funcionario público, señaló que “el camino para saber gobernar pasa por dos momentos: la formación adecuada del gobernante con ética y la operación política mediante la puesta en práctica de las virtudes éticas. Cuando el futuro gobernante alcanza el equilibrio y dominio de sí mismo, estará en disposición de realizar acciones dignas de honra. En este sentido, Marco Aurelio sostenía lo siguiente: “hemos nacido para la colaboración, como los pies, las manos, los párpados, las filas de los dientes de arriba y abajo. Entrar en conflicto unos con otros es contrario a la naturaleza”.
Un buen gobernante establece una forma de constitución que garantice armonía entre las partes que conforman la comunidad política. De esta manera se cumple así con uno de los mayores fines de la política: “hacer que los ciudadanos sean personas de una cierta cualidad y dotados de bondad, capaces de realizar acciones nobles”. Estas tareas se fundamentan en la moral de los individuos pero sobre todo en la moral pública, la cual consiste en el respeto a las tradiciones y principios políticos.
Confucio escribió: “cuando los gobernantes nada más buscan el incremento de su fortuna personal, se verán acompañados de gentes perversas, las cuales se disfrazarán de ministros justos, y el reino estará dirigido por hombres depravados. Cicerón también fue muy crítico con los funcionarios de su época y sus escritos no pasan de moda: “no hay vicio más repugnante que la avaricia, sobre todo en la gente principal y en los que gobiernan la república.
Desempeñar un cargo público para enriquecerse no es solamente vergonzoso, sino también impío contra la patria».
Noel Álvarez
@alvareznv