Aturdido por la matanza que había cometido, José María Jarabo deja su ropa llena sangre en una tintorería. Luego, sale a tomarse unos tragos y gasta dinero como si el mundo se fuese a terminar esa misma noche, lo que hace despertar serias sospechas en torno a él
Uno de los crímenes más atroces de la historia española fue el cometido por José María Jarabo. Este individuo acabó con la vida de cuatro personas, incluyendo una mujer embarazada. Los sonados asesinatos de Jarabo salieron a la luz pública el 22 de julio de 1958, ya que el día anterior habían sido descubiertos los cuerpos sin vida de cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, ejecutados por él.
José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris nació en Madrid el 28 de abril de 1928, en el seno de una buena familia y fue educado en colegios de Estados Unidos. Regresó a España en 1950, mientras su familia permaneció en Puerto Rico y en un solo año gastó toda su fortuna, pues la despilfarró en alcohol, drogas y mujeres.
Sus amigos decían que sabía vivir y divertirse como nadie; que era un tipo viril y un gran seductor, dotado de una labia sorprendente y un descomunal atractivo. Sus enemigos aseguraban que solo era un crápula, despilfarrador, vago y enfermo sexual.
Los crímenes
Su romance con una mujer inglesa casada había complicado la vida de ambos. Ella había colocado su matrimonio en peligro y él había gastado una fortuna en hoteles, cenas y regalos. Asfixiado por la falta de dinero, le había pedido a ella un anillo de brillantes que inmediatamente empeñó para cubrir alguna noche de pasión y lujo, pero tiempo después ella le reclamó la joya, alegando que se trataba de un regalo de su marido.
Sin dinero para recuperar la prenda, el 19 de julio de 1958, pasadas las nueve de la noche, se dirigió no a la tienda donde empeñó el anillo, sino a la casa del dueño de la tienda de empeño. Al llegar, abre las puertas del ascensor valiéndose de los codos y aprieta el botón del piso al que va con la uña del pulgar derecho, para no dejar huellas.
Cuando llega a la vivienda, la criada, Paulina Ramos, lo atiende y le hace esperar por su jefe. Al rato, José María, que tiene todo decidido, se encamina a la cocina y convencido de que debe eliminar testigos molestos, la golpea con una pesada plancha en la cabeza y le hunde un cuchillo en el pecho. Traslada el cuerpo de la infortunada joven hasta su cuarto, donde la arroja sobre la cama.
Poco después apareció el hombre esperado, Emilio Fernández, a quien le propinó un disparo en la nuca, causándole la muerte instantáneamente. La esposa, Amparo Alonso, llega a la casa y se encuentra con Jarabo, quien le explica que es inspector de Hacienda y que Emilio y Paulina han salido con unos compañeros suyos, también inspectores, para aclarar un asunto de tráfico de divisas.
Amparo queda muy extrañada, pero el hombre la envuelve en un parloteo que tiene cierta coherencia, hasta que de pronto se da cuenta de que su aspecto no se corresponde con lo que estaba hablando y trató de escapar, pero Jarabo la atrapó en su dormitorio y también le disparó en la nuca. Esta muerte fue doble porque Amparo estaba embarazada.
El esfuerzo de Jarabo fue en vano, pues no encontró la joya que buscaba en la vivienda. Se cambió de camisa y dispuso los cadáveres de tal forma que diera la impresión de un crimen de índole sexual y se pasó la noche ahí. Al día siguiente, por la mañana, se fue a un cine de sesión continua y luego pasó la tarde descansando en la pensión donde residía, a la espera del lunes para intentar su última jugada con el socio de Emilio Fernández, Félix López Robledo.
El lunes 21 de julio de 1958, Jarabo esperó a Félix López Robledo a la entrada del negocio. Sin darle tiempo a nada, le disparó dos veces en la nuca. Entró en la tienda e hizo un registro completo sin encontrar la joya.
Posteriormente, ese mismo día, llevó el traje ensangrentado a una tintorería y pasó la noche con dos mujeres paseando en taxi. A la mañana del martes 22 de julio, la policía lo detuvo en la puerta de la tintorería. Se habían descubierto los cadáveres de los asesinados y el propietario de la tintorería había informado a la policía del encargo que le había hecho Jarabo. Sin oponer resistencia, fue arrestado y contó toda su historia.
El 29 de enero de 1959 se inició en el Palacio de Justicia de Madrid el juicio. Durante los cinco días que duró el mismo estrenó trajes diferentes. Recibió la condena de cuatro penas de muerte e intentó en vano hacer uso de sus influencias, especialmente la de su tío, presidente del Tribunal Supremo.
El General Franco dio el visto bueno a la ejecución, fechada para el 4 de julio de 1959. La noche antes de la cumplirse la sentencia de muerte la pasó fumando y bebiendo whisky y se presentó ante el verdugo vestido de gala. Está enterrado en el madrileño cementerio de la Almudena.
Asesino famoso
Los crímenes de José María Jarabo hicieron que la tirada del periódico español “El Caso” se acercara al medio millón de ejemplares en 1958. Era la primera vez, desde antes de la Guerra Civil, que un medio de comunicación de ese país alcanzaba dicha cifra. Un año después, el 5 julio de 1959, todos los periódicos publicaban una lacónica noticia en portada: “En las primeras horas de la mañana de ayer, en el patio principal de la Prisión Provincial de Madrid, ha sido ejecutada, con las formalidades exigidas por la ley en estos casos, la sentencia de pena de muerte dictada contra José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris”.
