«Nunca habló, pero también el grupo que estuvo con él mantiene ese silencio», señaló Maritza Maestre, presidenta del Comité de víctimas, desaparecidos y asesinados durante la dictadura militar (1968-1989), quien mostró «impotencia» y «rabia» por esta situación
La muerte del exdictador panameño Manuel Antonio Noriega, a quien se le atribuían secretos capaces de hacer temblar a más de uno, provocó zozobra en los familiares de los desaparecidos y asesinados del período militar, que ven ahora más difícil hacer justicia.
Noriega falleció el lunes a los 83 años en el hospital público Santo Tomás, en la capital panameña, después de haber sido operado en marzo de un tumor cerebral.
El exdictador purgaba tres condenas de 20 años cada una por la desaparición de opositores bajo su régimen (1983-1989).
Pero también estaba acusado por otros crímenes ocurridos mientras dirigía los aparatos de inteligencia y era mano derecha del líder nacionalista Omar Torrijos, quien alcanzó el poder tras un golpe militar en 1968.
«Con la desaparición de Noriega ahora es más difícil saber la verdad de todo lo que ocurrió», dijo a la AFP Maritza Maestre, presidenta del Comité de víctimas, desaparecidos y asesinados durante la dictadura militar (1968-1989).
Secretos a la tumba
Noriega cumplía condenas por la desaparición y muerte en 1985 del opositor Hugo Spadafora; del militar Moisés Giroldi, muerto tras rebelarse contra él en 1989; y por la llamada masacre de Albrook, en la que varios militares murieron después de sublevarse ese último año.
Adicionalmente, una Comisión de la Verdad creada en 2002 documentó 116 casos de asesinatos y desapariciones durante el régimen militar, cuando Noriega era jefe de espionaje y encargado de combatir la insurgencia que siguió al golpe de 1968, así como en su periodo de gobernante.
«Ahora Noriega enfrenta la justicia divina. Se lleva sus secretos a la tumba; pero muchos conocen la verdad de sus atrocidades y deben hablar», escribió en Twitter Alida Spadafora, hermana de Hugo Spadafora, quien fue decapitado.
Para el sacerdote Conrado Sanjur, miembro del comité de víctimas, Noriega era una «fuente vital» para conocer «lo que pasó en aquellos tiempos de dictadura y sus responsables», pero con su muerte «se cierra esa posibilidad».
Este capítulo de la historia panameña no se termina «porque se trata de justicia y mucha gente en Panamá, exmilitares, empresarios y políticos saben algo» sobre lo ocurrido en aquella época, añadió Sanjur.
Fuga hacia adelante
La vida de Noriega -quien se hallaba recluido en un hospital desde marzo tras operarse de un tumor cerebral- fue una permanente fuga hacia adelante.
Considerado un militar sin escrúpulos, pudo relacionarse simultáneamente con el capo colombiano Pablo Escobar, el líder cubano Fidel Castro y con múltiples servicios de inteligencia.
En medio de esa carrera hubo opositores asesinados, dudosas fortunas, condenas por narcotráfico, una invasión militar y denuncias de traiciones a repetición.
Lo más sobresaliente en la vida de Manuel Antonio Noriega es que hizo de la institución (militar) un instrumento, una combinación macabra entre el crimen y el narcotráfico», dijo a la AFP el general Rubén Darío Paredes, a quien el exdictador relevó en 1983 en la Guardia Nacional.
Nacido en la capital panameña el 11 de febrero de 1934 en el seno de una familia humilde, Noriega abrazó muy joven la carrera militar y llegó a dirigir Panamá con mano de hierro entre 1983 y 1989.
El hombre piedra
Manuel Noriega fue conocido también por su facilidad para tratar, en plena Guerra Fría, con distintos servicios secretos, como la CIA estadounidense.
Pese haber acumulado poder e información confidencial, tanto de copartidarios como de opositores, el militar nunca reveló la información que acumuló.
A lo sumo se negaba a reconocer que hubiera participado en crimen alguno: «Bajo el nombre de Dios, no tuve nada que ver con la muerte de ninguna de estas personas. Siempre hubo una conspiración permanente contra mí», dijo Noriega recientemente. AFP