La historia del crimen 04/06/2017

El acechador nocturno

Richard Ramírez asesinó a 14 personas en la ciudad de Los Ángeles entre los años 1984 y 1985. Actualmente se encuentra recluido en la prisión de San Quintín en California a la espera de la ejecución de su condena a muerte

Richard Ramírez dijo que quería ser conocido como el asesino en serie más recordado de la historia. No pudo desbancar a Jack El Destripador, pero sí consiguió convertirse en uno de los más famosos por su crueldad y obsesión con el satanismo. En tan solo 14 meses mató a 14 personas.

Además de los 14 homicidios, se le acusa de cinco intentos de asesinato, nueve violaciones (entre las cuales tres fueron a menores de edad), dos secuestros, cuatro actos de sodomía, dos felaciones forzadas, cinco robos y 14 allanamientos de morada. A pesar de estos datos, se estima que actuó en muchas más ocasiones que no pudieron ser descubiertas.

Cometió sus crímenes en plena histeria satánica norteamericana. Mutilaciones macabras y pentagramas invertidos aparecían muchas veces en los escenarios que se encontraban los investigadores. Fue un asesino en serie, atípico: hispano y católico. Vestía siempre de negro y le gustaba el rock duro, como el de Judas Priest y AC/DC.

El cruel
Ricardo Leyva Muñoz Martínez, alías Richard Martínez o el Acechador Nocturno, nació el 29 de febrero de 1960 en El Paso, Texas. Como la mayoría de los asesinos en serie, fue en su adolescencia un chico problemático, pues cuando tenía tan solo nueve años, empezó a robar y posteriormente a consumir drogas.

Era el séptimo hijo de un matrimonio de mexicanos. Su padre dijo que era un buen chico que se dañó por fumar demasiada hierba y otros aseguran que lo que le trastornó fue el regreso de su primo Mike de Vietnam. Se pasaba el día contándole a un Richard adolescente los descuartizamientos de vietnamitas y le mostraba fotos para probarlo.

Estaban siempre juntos fumando marihuana y un día que la mujer de Mike le recordó la necesidad de encontrar un trabajo, le pegó un tiro en la cara.

De Texas, su tierra natal, se fue a Los Ángeles, en donde empezaría su etapa criminal. Tanto los médicos como los agentes del FBI encargados de perseguir y estudiar su persona, coincidieron al afirmar que una de las cosas que lo hace diferente de los demás asesinos, es que los crímenes de Richard Ramírez no siguen ninguna pauta concreta.

Este sujeto no seleccionaba a sus víctimas, no le importaban ni el sexo ni la edad de éstas. Mató indistintamente a hombres y mujeres con edades comprendidas entre los 16 y hasta los 84 años. Su forma de asesinar tampoco fue común, ni siguió patrón alguno.

Unas veces disparaba sobre sus víctimas, otras las apuñalaba y en algún caso llegó a golpearlas con un bate de beisbol hasta causarles la muerte.

Su manera de actuar reflejaba un cierto desorden mental.

Se podía comportar como un asesino organizado, planeando el crimen de forma consciente y sin dejar ningún indicio que pudiese identificarle, como también podía hacerlo desorganizadamente: sin motivos, inconscientemente, guiándose por sus impulsos y creyéndose protegido por su Dios que era Satán.

Entonces, no le importaba dejar el arma en el lugar del crimen o detenerse después de haber cometido el asesinato para pintar símbolos satánicos en las paredes.

En algunas ocasiones robaba algo de dinero en la casa de la víctima o bien se quedaba tranquilamente a comer lo que ésta guardaba en su refrigerador.

Su juego favorito al salir de “caza” era buscar a la presa. Lo hacía paseándose entre las casas del vecindario, escuchando en un walkman música de AC/DC. Un hecho destacable fue que, al principio, Ramírez solía golpear y violar a sus víctimas, dejando incluso a veces que se fuesen con vida, pero a medida que pasaba el tiempo, se fue haciendo más cruel, hasta el punto que remataba sus crímenes mutilando los cuerpos.

Aunque siempre confió en que el poder de Satán lo protegía y que nada podría detenerlo jamás, lo cierto es que en agosto de 1985 fue detenido por la Policía de Los Ángeles. El hecho de que Ramírez no siempre terminara con las vidas de sus víctimas, hizo posible que algunas de ellas fuesen capaces de describir al asesino.

Las fuerzas de seguridad de todo Estados Unidos se encargaron de publicar un retrato hablado en los medios de comunicación, hasta que el 25 de agosto, mientras caminaba por la calle, una mujer lo reconoció y dio la alarma gritando: “Este es el asesino”.

Ramírez intentó entonces de huir, perseguido por la gente que furiosamente clamaba: “¡Mátenlo!”, pero fue finalmente capturado mientras intentaba robar un vehículo.

Por suerte para Ramírez, una patrulla de la policía intervino antes de que fuera linchado por la multitud.

Su juicio se llevó a cabo el 4 de octubre de 1989, siendo condenado a pena de muerte en la cámara de gas. Desde su celda, espera el día de su ejecución sin perder la fe en el poder de Satanás.
 
Hombre provocador
Durante su juicio, Richard Ramírez se mostró más provocador que nunca, apareciendo con un pentagrama tatuado en la palma de la mano y haciendo declaraciones como las siguientes: “…Yo no creo ni en la hipocresía ni en los dogmas morales de la llamada sociedad civilizada. Solo me basta con mirar dentro de esta habitación para conocerlos tal y como son: mentirosos, cobardes, asesinos, ladrones… y cada uno con su propia profesión legal. Son unos gusanos hipócritas, me ponen enfermo…”

Salir de la versión móvil