El cheque en blanco entregado para garantizar el cese de las hostilidades no ha logrado su cometido
Profesor de la Escuela de Estudios Internacionales (FACES-UCV)
Honda preocupación se vivió el pasado fin de semana en Bogotá cuando un artefacto explosivo estalló en un conocido centro comercial de la ciudad, dejando personas fallecidas, heridos y considerables daños materiales. Sin embargo, la angustia puede provenir porque la acción, que hasta el momento no ha sido reivindicada por ningún grupo, parece trasladar al país a oscuros episodios que no solo se creían superados sino que a juicio del gobierno, culminarían con la firma del acuerdo de paz.
Tiene que aclararse, siempre, que la defensa que se hace de un proceso de paz en Colombia no puede confundirse con el beneplácito de entregar facilidades a los terroristas para que, sin mucho aspaviento, se integren a la vida civil como si nada hubiese ocurrido y lleguen a comportarse como un partido político que vende sus ideas a la colectividad, usando los aportes públicos como si fuera una organización democrática.
Cuando alguien osa manifestarse contra la forma en la que se lleva el acuerdo suscrito con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, se le achaca simplemente que no quiere el fin de la violencia, sin entender que las críticas, que se formularon en su momento también al proceso que se inició con las Autodefensas Unidas de Colombia y pese a que dicho acuerdo no fue tan benévolo con el grupo terrorista como el actual, parten de la preocupación de que la paz desemboque en la impunidad.
En esencia, el cheque en blanco entregado para garantizar el cese de las hostilidades no ha logrado su cometido. Una guerrilla que a regañadientes hace las cosas y que se da el lujo de actuar de forma malcriada para que le cumplan lo que quiere y le respeten sus condiciones, bajo amenaza de detener los avances que se han conseguido, no logra frenar a unas disidencias que, cual montoneras, delinquen a placer mientras el Estado le da demasiadas garantías a los cabecillas de la organización.
El día del atentado, los bogotanos recordaron los turbulentos episodios en los que la tranquilidad era perturbada por el macabro trinar de las bombas del narcotráfico y rememoraron los aciagos momentos en que los collares-bombas y los carros explosivos estaban a la orden del día, llevándose por delante a inocentes en una lucha cuyo trasfondo no era otro que mantener al narcotráfico. Revisando el alarmante incremento de la criminalidad en Colombia, simplemente hay que decir que la paz parece estar muy lejos y la impunidad cada vez más cerca.
Luis Daniel Álvarez V.
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