Consulta popular
Se trata de un plebiscito, vocablo que significa “citar a la plebe”, es decir, al pueblo, para que opine sobre decisiones de trascendencia colectiva
Para este domingo 16 de julio está pautada la consulta popular emanada de las fuerzas democráticas que trabajan por el cambio de nuestro país.
No solamente se trata de una figura muy antigua y por demás utilizada; sino también de una herramienta que va totalmente con el escenario venezolano de los últimos tiempos.
Recordemos que fue el chavismo, a través de su líder fundador, Hugo Chávez, quien popularizó la figura del referendo y sus variantes, como una figura que permitiría llevar más democracia a la gente.
Sin embargo, estas formas de consulta popular chocan contra la miope visión de algunos sectores: son buenas cuando los favorecen, y en caso contrario, evaden mediante cualquier táctica la cita en las mesas de votación.
En la historia reciente de nuestra patria, se ha consultado a la gente respecto a la permanencia del mismo Chávez en el poder en 2004; así como sobre cambios a nuestra Constitución en un par de oportunidades; recordando que las fuerzas opuestas al oficialismo ganamos la consulta de 2007, algo inesperado para muchos.
Es así como llegamos al momento en el cual tocaba el referendo revocatorio de la mitad del actual período presidencial, el año pasado.
La dirigencia democrática activó el proceso, el cual fue respaldado masivamente por la ciudadanía con presencia en la calle y muchas más firmas de las necesarias.
Sin embargo, esa cita, especificada en nuestra carta magna actual, no se dio. Fue enterrada bajo vericuetos legales, confiscándole a la gente una oportunidad de opinar, a la cual tenía derecho.
Repasamos toda esta historia a propósito de llegar al detonante de la próxima consulta dominical. Intentar contener los procesos históricos es un disparate mayúsculo. La historia contemporánea está en deuda con los venezolanos, en cuanto al referendo que debía ser y no fue.
Hay una energía telúrica que hierve en el ambiente por todo el país y que necesita cauce y desahogo.
Hay un derecho que clama por ser ejercido. Esto no es una iniciativa de la dirigencia democrática: es una demanda del pueblo, y el liderazgo ha escuchado y ha acatado. Soberanía popular pura y dura.
Pero aún queda más. El encuentro comicial de este fin de semana no ha sido detonado solamente por el mal sabor que dejó el referendo revocatorio presidencial suspendido. Tiene que ver también y prioritariamente, con la irrupción en el escenario de una extraña Asamblea Nacional Constituyente que nadie esperaba.
La propuesta de este instrumento por parte de quienes hoy gobiernan, no es más que un reconocimiento por parte de ellos, de la profunda crisis estructural que estremece a Venezuela.
Es la última carta bajo la manga que se pueden sacar, ante la imposibilidad de contener el descontento masivo. Es la aceptación del fracaso del modelo que ha gobernado a la nación durante casi dos décadas, y que –reconocido por ellos mismos- tiene que reinventarse porque está agotado y no ha dado resultado alguno que valga la pena.
Y debemos ver el vaso medio lleno por la enorme verdad implícita, inocultable, de que esto debe ser cambiado a fondo ante su inutilidad aplastante.
Pero la forma en la cual ellos lo están implementando, es de lejos, la más incorrecta de todas.
Principalmente, porque la convocatoria a esa Asamblea Nacional Constituyente, así como sus bases, deben ser consultadas también a todos, mediante un referendo, tal y como se hizo en 1999, algo que los expertos llaman “jurisprudencia”; es decir, la manera de proceder en la actualidad queda señalada por cómo se abordaron procesos similares en el pasado.
Este primer referendo, vinculante con un proceso Constituyente, ha sido obviado, con lo cual se le queda debiendo al electorado otro evento comicial más.
De aquí en adelante, siguen las irregularidades. Y no es poco, considerando que el fin de este evento es redactar una nueva Constitución, base fundacional de la República. ¿Y bajo cuáles criterios se va a hacer?
Pues bajo unos particulares y sobrevenidos, que nada tienen que ver con la normativa vigente sobre el tema. Por ejemplo, no estará conformada por partidos políticos – como lo establece la actual Constitución – sino por la «clase obrera, indígenas, comunas, misiones y otros representantes de gremios».
Por si fuera poco, ya esta iniciativa circula con un apellido: “Constituyente comunal”, lo cual deja claro el propósito sesgado de esta maniobra política.
Todo este panorama otorga, desde nuestro punto de vista, una profunda legitimidad al encuentro de este domingo.
Una cita a la que ningún venezolano debe faltar, porque es la oportunidad de protagonizar el verdadero cambio que todos exigimos.